martes, 15 de octubre de 2013

MI SOBRINO TRAVA



Hace ya muchos años que ocurrió esto. Hoy lo recuerdo con el terrible dolor del hecho de que ya no pueda ocurrir nada de lo que viví entonces. Fue una experiencia asombrosa para mí y para Connie, mi sobrino de once años que comenzó conmigo su carrera famosa de travesti del espectáculo.

No hay persona del país que no conozca a Connie, la travesti. ¿Pero cómo empezó a modelar su increíble femineidad, a construir esas formas y maneras de ser que han cautivado a tantos espectadores en sus shows y presentaciones?

Todo comenzó cuando la hermana de mi esposa trajo a su hijo Ray de once años de edad a mi finca para que lo hiciera trabajar y tomar contacto con las tareas rurales. Había en ese pedido dos objetivos, sacarse de encima al niño en el verano y poder divertirse tranquila con sus amantes y tratar de que el niño dejara de ser tan delicado y afeminado y se pusiera en contacto con las tareas rudas del campo.

Desde el inicio de nuestro contacto vi que Ray ni siquiera podría levantar una bolsa pequeña cargada de algodón. Era un niño extremadamente delicado, rubio, con unos ojos celestes hermosísimos y una boca pequeña y de labios muy rojos. Fue para mí una especie de carga tener que soportar al muchacho, pero también era un cambio en mi rutina diaria de trabajos con empleados y maquinarias que nada aportaban de belleza a mi vida.

Ray casi no hablaba y cuando lo hacía parecía una niña. Al principio hasta me causaba risa, lo admito. Luego me fui acostumbrando y hasta él mismo se hacía burla de tal situación. Por las mañanas lo debía dejar solo para que yo pudiera trabajar hasta entrada la tarde. Pero un día en el que me sentía realmente mal del estómago, volví a la casa sorpresivamente y vi que Ray, que no me esperaba hasta más tarde, estaba tirado en un sillón jugando con unas muñecas, vestido con una corta falda y con su cabello recogido con unas hebillas que dejaban su largo cuello al descubierto. Cuando me vio se sintió horrorizado. Quedó petrificado mirándome a punto de llorar.

Mi sensación en aquel momento fue primero de sorpresa, pero luego fue de verdadera admiración por su estética. La verdad era que Ray quedaba muy bien con su pelo recogido, su falda cortísima que dejaba ver sus piernas blancas y con una muñeca entre sus brazos. Se trataba de una verdadera niña.

Finalmente Ray se largó a llorar desconsoladamente y comenzó a pedirme por favor que no contara nada a su madre de lo que estaba viendo. Mi actitud en tal situación fue la de consolarlo y escuchar lo que quería decirme. Ray me relató toda su vida, tan corta por cierto, en la cual describía sus tardes solitarias caminando por toda la casa con las ropas de su hermana que había dejado en la casa antes de irse a vivir con su padre.

A mí me había gustado tanto esa imagen de Ray que le dije que en mi casa y durante el verano podría vestirse como quisiera, que a mí no me molestaría en absoluto. Que inclusive le compraría lo que quisiera para que se vistiera como más le gustara. A cambio de ello no debía contarle nada a su madre, la hermana de mi difunta esposa. Ray aceptó instantáneamente y comenzó a pedirme una serie de cosas para que esa misma tarde se las comprara en la ciudad. Hizo su lista con todo lo que quería y recién al otro día, repuesto de mis dolencias estomacales, fui a comprárselas.

Cuando llegué a la casa con todos los artículos que me había pedido, recuerdo que me estaba esperando con la falda cortísima que se había traído y con las mismas hebillas de la mañana anterior. Entonces saltó y se colgó de mi cuello y comenzó a besarme por todo el rostro lleno de emoción y felicidad por lo que le estaba trayendo. En ese mismo momento confeso que tuve una erección tan repentina y pronunciada que hasta el niño la notó.

Luego se encerró en su habitación y comenzó a desenvolver todas las cosas que le había traído. Allí estaban sus zapatos de niña, sus cortas camisetas de colores, sus medias de nylon, sus pinturas para maquillarse y hasta sus perfumes de mujer que tanto le gustaban. Al cabo de unas horas Ray apareció vestida de niña ante mis ojos que quedaron estupefactos. ¡Estaba bellísima! ¿Cómo lo había logrado el maldito muchacho? Era una especie de ángel que descendía la escalera mirándome de manera provocativa.

Cuando la recibí junto al sillón donde la había encontrado el día anterior, lo primero que le dije fue que ya no podría llamarlo Ray, que debería llamarlo y tratarlo como a una niña. Entonces me dijo que ahora lo llamara Connie, tal cual se sigue llamando luego de varios años.

Connie estaba hermosa. Era la niña de ensueños que cualquiera quisiera tener en sus brazos para penetrarla hasta el cansancio y desgarrarla con cada embestida. Era la niña que mi subconsciente estaba buscando para penetrarla por el culo hasta la garganta. Connie, la que sería el amor y maravilla de mi vida estaba ahora parada frente a mí, mostrándome su candor y belleza en su mejor momento de niñez.

Ese primer día y los siguientes Connie se paseaba por toda la casa canturreando y parloteando como una niña traviesa y juguetona. Me mostraba lo bien que le quedaba cada vestimenta que le había comprado y lo bien olía con los perfumes que usaba. Pero un día no aguanté más y la tomé por la cintura. Desaforadamente comencé a besarla metiéndole mi lengua en su boca hasta que casi la dejé sin respiración. No paraba de decirle puta, perversa, diosa y ángel de mi vida. Todo eso era lo que me inspiraba tal criatura travestida. Ella estaba realmente asustada, se trataba de cosas demasiado nuevas las que estaba viviendo en ese verano.

El sabor de su suave saliva y de sus labios pintados eran afrodisíacos para mi vida. Quería comerla literalmente, disfrutarla hasta el final. Connie no sabía qué hacer y tuve que explicarle lo que quería y lo que me gustaba que me hiciera. Recuerdo que le pedí que me llamara mi amor y dejara el formalismo de tío. Escuchar de su boquita que se dirigiera a mí diciéndome mi amor, era suficiente para que mi pija se pusiera dura como una bate de baseball.

Mis manos se metían salvajemente por debajo de sus faldas y la manoseaba durante largo rato mientras me masturbaba. Mis manos se llenaban tocándole su pequeño miembro y sus testículo a los que a veces me metía enteros en mi boca. Pronto comprendí que me estaba volviendo loco por Connie y que Connie no tenía voluntad para oponerse a nada que le pidiera, aceptando mi voluntad sin decir ni una palabra de negación.

La primera vez que la penetré le dije que esa misma tarde la convertirá en una mujer de verdad, pero que debería estar dispuesta a sufrir su primera penetración en su culito. Ella me sonrió y se encogió de hombros, como espectante por lo que ocurriría con ella. Así que decidí en esa primera vez, chuparle su culo durante varios minutos hasta que la niña travesti se puso bien cachonda a la vez que le metía mis dedos en su agujero que ya comenzaba a estar acostumbrado a recibir penetraciones. Cuando terminé de masturbarme y vi que tenía mi miembro gigantemente erecto se lo apoyé en el agujero y comencé a metérselo lentamente. Connie gritó de dolor, se aferraba a las sábanas de la cama y mordía la almohada mientras las dejaba rojas por el lápiz labial que se había puesto. Lloraba desconsoladamente, pero la pija iba entrando y la iba perforando de a poco. Eso era lo que estaba esperando desde que la había visto bajar la escalera, perforarla hasta lastimarla y dejarla dolorida por varios días. Y lo estaba logrando, cada vez la estaba empalando más y más y mi pija se iba perdiendo dentro de su culo. Hasta que mis testículos llegaron al borde de su agujero y vi que lo había logrado. Connie no daba más del dolor y sus lágrimas ya habían humedecido toda la almohada.

Aquella primera vez recuerdo que saqué la pija de su culo y se la pasé por toda su cara, obligándola a que se la tragara hasta que no pudiera más con su respiración, cosa que ocurrió, eyaculándole toda mi leche dentro de su garganta. Connie estaba casi asfixiada por semejante pedazo que le había metido y por tal cantidad de leche, que la había echo atragantar.

Durante varios días caminó con dificultad, le costaba sentarse y me pidió por favor que no lo hiciera más. Pero nada más alejado de su pedido. Unas tardes después de aquella primera vez, volví a penetrarla con más saña y más violencia verbal. Me excitaba terriblemente decirle que era una puta de mierda, puta reventada a los once años, puta yegua y no recuerdo qué cosas más.

La golpeaba con fuertes bofetadas si no hacía lo que yo le pedía y la castigaba amordazándola y atándola de pies y manos, dejándola desnuda en la cama. Ella lloraba dulcemente y a mi me enternecía, la desataba y la llenaba de besos en todo su cuerpo. Pero acto seguido la volvía a penetrar como un salvaje, la violaba hasta que mis más bajos instintos estuvieran satisfechos. La travesti pequeña había entrado en una vida de horror para ella quizá, pero yo estaba en el mejor momento de mi vida y le hacía las barbaridades más bajas que se me ocurrían.

Recuerdo que una vez la llevé al establo vestida como si fuera a ir una misa o un paseo dominguero por el pueblo. Estaba más hermosa que nunca, entonces traje a uno de mis mejores caballos y la obligué a que le chupara la verga al caballo. Al principio se resistió pero la golpeé en su rostro y con sus ojos llenos de lágrimas se arrodilló debajo del caballo comenzó a chuparle la pija con sus pequeña boquita. Yo me senté tranquilamente frente a la escena y comencé a masturbarme lentamente, estaba extasiado, era lo mejor que estaba viendo en mi vida. La muy puta de la travesti de once años se pasaba la pija enorme y erecta del caballo por toda su cara. Con sus manos lo masturbaba frenéticamente mientras yo seguía dándole indicaciones. Le pedí que se levantara su vestido y me dejara ver su ropa interior, cosa que hizo inmediatamente. El caballo le eyaculó en su rostro y en ese momento le pedí que abriera grande la boca para que se tragara la leche del caballo que la inundó literalmente con los largos chorros de esperma que le soltó en la cara. Connie quedó empapada de semen y así la hice caminar hasta la casa sin dejar que se limpiara ni una gota de la leche del caballo.

Fue hermoso aquel verano. Haberla tenido a Connie mi disposición fue la mejor experiencia de mi vida. La golpeaba e insultaba todas las tarde, la penetraba violentamente dejándola lastimada y tirada en la cama. No hubo día en el que le hiciera tragar mi leche o le eyaculara en su comida obligándola a utilizarla como si fuera mayonesa, a que mojara allí su pan o el pedazo de pescado o carne que comiera.

Sí, fue maravilloso. Y lo mejor de todo es que cuando terminó el verano, Connie me agradeció todo lo que había hecho por ella, me pidió que la visitara durante el año y que no dejara de escribirle o llamarla por teléfono, lo que hice hasta el próximo verano donde Connie ya estaba más puta que nunca y ahí comenzó a ser ella la pervertida, haciéndome hacer cosas que jamás había pensado hacer. Pero ella me amenazaba que si no accedía no la vería más.

Connie hoy es famosa y querida en su público, es la más hermosa travesti de la actualidad. Quizá de todo los tiempos y no exagero. Pero ya no me ama ni me desea, he crecido, ya no soy el hombre de hace diez años y ahora necesita más y mejor. Igualmente y sin ella darse cuenta me sigue dando placer cada vez que la veo en sus shows o veo sus películas porno, entonces me masturbo pensando en aquella tarde en que la lastimé penetrándola por primera vez, atragantándose con mi leche hirviente. Podrá ser la más famosa y tener hombres más jóvenes y apuestos que yo, pero esa tarde solamente hubo un hombre del que jamás se olvidará: su tío del campo.

martes, 17 de septiembre de 2013

HOLA CHIKAS LINDAS COMO ESTAN

HOLA CHIKAS MUYPRONTO ESTARE PUBLICANDO LOS NUEVOS CONTENIDOS DE LA PROXIMA TEMPERODAD ME GUSTARIA QUE ME ESCRIBAN QUE LES GUSTARIA QUE PUBLICARA EN EL GRUPO DE FACEBOOK TRAVESTIS Y TRANSEXUALES POR SIEMPRE O ESCRIBIENDOME AL CORREO MAFE@OJOOO.RU

domingo, 7 de julio de 2013

CINCO MAMADAS SIETE CORRIDAS



Hola de nuevo, soy Carla una travesti sometida a mi esposa y ama, Mónica, la cual disfruta compartiéndome con otras personas, con la única condición de que ninguna de ellas tenga vagina (al parecer, eso la pondría celosa).

Para los interesados en la evolución de mi proceso de feminización (el resto podéis saltar al siguiente párrafo), actualmente llevo varias sesiones de depilación láser y, finalmente, he empezado a hacérmela en la cara también (mi ama cambió de idea al respecto). También nos hemos hecho un tatuaje cada una en el tobillo. Un círculo con una flecha apuntando hacia abajo en mi caso, otro círculo con una cruz apuntando arriba a la derecha en el suyo. Según Mónica, simboliza el hecho de que ahora es ella la que tiene el rol masculino en la relación (hasta el punto de penetrarme con un arnés varias veces por semana). Mis tacones de andar por casa son ahora aquellas sandalias blancas de 10 cm de tacón sin plataforma que llevé en mi primera experiencia. Y cuando llevo zapatos de hombre, me obliga a ponerles alzas para que, poco a poco, mis pies se vayan adaptando a ir permanentemente entaconados. Por lo demás, mi colección de prendas femeninas (y zapatos) ha aumentado considerablemente, hasta el punto que tengo ya más que de hombre.

Pues bien, en esta ocasión os contaré la historia de un castigo (por llamarlo de alguna manera). Recordaréis que al llegar a casa de trabajar mi ama comprueba que lleve tanga y pantymedias bajo la ropa de hombre, amenazando castigarme si no lo cumplo. Pues hace unos días mi curiosidad me pudo y decidí ponerla a prueba. El tanga sí me lo puse, pero las pantymedias no.

—¿Qué haces sin tus pantymedias, Carla? —preguntó Mónica enfadada.

—Es que me dan mucho calor, Ama. —Pensé que decir que las había olvidado no colaría, y, por otra parte, ahora que había empezado el verano, era verdad que me daban calor.

—Eso no es excusa. De hecho, yo también me había dado cuenta de lo cruel que es hacerte llevar pantymedias en verano y pensaba ponerle solución. Lo que más me molesta es que ni siquiera me lo hayas consultado. —Ella tenía razón, pero es que lo que yo quería era animarla a imponerme un castigo.

—Lo siento, Ama.

—Me aseguraré de ello.

Esa misma noche, Mónica me folló el culo con una intensidad que superaba la de cualquiera de nuestras sesiones anteriores, estando al nivel de la empleada por un macho en celo, como fue, no hace tanto tiempo, el caso de Fran. Ni siquiera rozó mi "clítoris", así que, aunque estuve a punto (por el estímulo de mi punto G) no llegué a correrme. Ella sí alcanzó varios orgasmos, en cambio, gracias a que el arnés que usó era de doble falo.

—Esta tarde he estado pensando en cómo castigarte.

—¿Y qué ha decidido, Ama?

—Para empezar, no ta vas a correr en toda la semana. —Era lunes—. Además, te voy a follar cada día. El resto ya lo irás descubriendo.

Realmente, parecía que la semana pintaba bien, salvo por lo de no poder correrme. Pero si veía que no aguantaba igual podía masturbarme a escondidas; aunque, de momento, tenía intención de cumplir el castigo a rajatabla.

El martes fui a trabajar normalmente (con las pantymedias puestas). Cuando llegué a casa, justo acababa de ponerme mis tacones, que ya tenía a mi mujer comprobando que llevase mis prendas femeninas. Luego me comunicó la segunda parte de mi castigo.

—Te he comprado un par de cositas.

—¿El qué, Ama? —Me sorprendía que en pleno castigo quisiera hacerme regalos.

—Compruébalo tú misma —dijo entregándome dos cajitas—. Abre primero la roja.

Así lo hice. En la caja encontré un butt plug. Vale, ya había llevado en varias ocasiones el rabo de diablesa, que no era más que un butt plug con adorno de serie. No creo que tuviera ningún problema en llevar eso un rato. De hecho, la forma era parecida a la del rabo de diablesa, aunque éste tenía la base perforada (luego descubrí para qué).

—¿Quiere que me lo vaya a poner ahora, Ama?

—Sí, pero quiero ver cómo lo haces, Carla, así que ve a buscar el lubricante, y no tardes.

—Por supuesto, Ama.

Fui a por el bote de lubricante. Al volver, me bajé los pantalones, que cayeron sobre mis sandalias de tacón, me bajé también las pantymedias, y aparté la tira del tanga. Unté una generosa cantidad de lubricante en el butt plug y un poco también en mi ano. Luego, sin la más mínima dificultad, inserté el butt plug en mi culo. Cuando acabé, me recoloqué el tanga.

—Puedes abrir la otra caja —dijo Mónica.

En un primer momento no estaba muy segura de lo que acababa de encontrarme. Era una especie de artilugio metálico. Cuando me di cuenta de lo que era me sentí bastante estúpida por no haberlo visto desde el principio. Era un cinturón de castidad, o mejor dicho, un dispositivo de castidad (pues, en realidad, no era un cinturón).

—Ayer te dije que no te correrías en toda la semana —continuó—. Como comprenderás tengo que asegurarme de que no hagas trampas.

—Supongo que me lo tengo que poner ahora también.

—Yo ya me he leído las instrucciones, así que te lo pondré yo misma. Y a diferencia del butt plug, esto no te lo vas a quitar hasta el próximo lunes.

Mientras yo me quitaba del todo la ropa, para facilitarle la tarea, Mónica separó los diversos componentes. Luego cogió el primero de ellos: un anillo de metal partido en dos, con una especie de bisagra que permitía abrirlo o cerrarlo (como las esposas). Me lo puso rodeando todo mi aparato genital, quedando la bisagra bajo mis testículos, y lo ajustó. Pasó un pequeño candado por el cierre, para que no se abriera solo, pero de momento no lo cerró.

El siguiente componente era una especie de cilindro curvo de punta redondeada y con una pequeña abertura, en el que, evidentemente, iría mi clítoris. Pero había algo con lo que no había contado: por dentro el cilindro tenía una pequeña sonda que debería meterse en mi uretra.

—Pásame el lubricante —dijo mi ama.

Se lo entregué con algo de miedo. Una cosa era meterme objetos por el culo, la uretra eran palabras mayores. Untó un poco de lubricante mientras me continuó explicando.

—No te asustes, no te va a doler. Además, es mejor así.

—¿Mejor?

—Sí, vas a llevar esto durante varios días. Y no me apetece estar quitándotelo cada vez que tengas que mear. Mucho menos dejarte la llave. Con un dispositivo sin sonda, aunque es cierto que podrías mear igualmente por una abertura, te pondrías perdido y al final se te acabaría irritando el clítoris. No queremos que pase eso, ¿verdad?

—No —respondí apresuradamente.

—Con la sonda, en cambio, tu orina saldrá limpiamente por el cilindro sin ponerte perdido.

—Gracias por pensar en mí, Ama.

—No hay de qué, Carla.

Me lo puso. Aunque algo molesto, no fue nada traumático. Luego se aseguró de que el candado fijase ambos componentes y lo cerró. Aún quedaba una extraña barrita de metal ligeramente curva y un candado algo más pequeño.

—Como ya sabrás —dijo—, esto impedirá que tengas erecciones en toda la semana. Para empezar, el diámetro y la forma del cilindro impedirán que se te ponga gorda o recta, y el que esté atado al anillo que rodea tus genitales impedirá que te crezca en longitud, ya que, si pasase, te estiraría los testículos hacia abajo, lo que sería bastante doloroso.

—¿Y esa barrita que falta?

—Ahora lo verás...

Al parecer, el butt plug y el dispositivo de castidad debían ser del mismo fabricante, pues eran compatibles. La barrita se introducía por la perforación de la base del butt plug, así como por otra abertura en la bisagra (a la que no había dado importancia, pensando que era parte del mecanismo). Luego, se pasaba el otro candado por la barrita (que tenía dos agujeros cerca del final, uno antes y otro después de la bisagra), de forma que era imposible retirarla.

—Esto impedirá que haga trampas con el butt plug. ¿Verdad, Ama?

—Exacto.

—¿Desea que hagamos algo más?

—Maquíllate y ponte una peluca. Pero quédate así mismo, desnuda salvo por los tacones y los artilugios estos. Después haz lo que quieras.

—Gracias, Ama.

Tras unas horas, llegó el momento de mear. Entré al aseo con cierta preocupación. Me senté en la taza (ya nunca meaba de pie, ni siquiera en el trabajo, a pesar de ir disfrazada de hombre) e intenté relajarme. Al poco rato empezó a salir el chorrito. La curvatura del cilindro apuntaba mi clítoris hacia abajo, por lo que el chorro caía directamente al agua. Igual que cuando mean las mujeres de verdad. Me gustó. Sin embargo fui consciente de que eso me podría poner en un aprieto si necesitaba ir a mear en el trabajo. Los aseos no eran mixtos y podría resultar extraño si alguien me oía. Iba a tener que asegurarme de ir cuando no hubiera nadie más.

Aquella noche, antes de ir a dormir, me quitó el butt plug y me folló el culo salvajemente. No me dolió lo más mínimo, pues lo tenía bastante dilatado. Al terminar dijo:

—Buenas noches, Carla. Dejaremos descansar tu culito 24 horas. Le vendrá bien.

—Muchas gracias, Ama.

El miércoles fue un día tranquilo. Pero al llegar la noche, Mónica volvió a follarme el culo. Y luego anunció:

—Esta vez te pondrás el butt plug toda la noche. Hoy vas a dormir con él puesto.

—¡Pero eso son ocho horas seguidas! Cuando me lo quite me va a quedar el culo abierto, Ama.

—Si eso pasara, la solución sería bien sencilla. Continuarías llevando butt plugs, cada vez más pequeños, hasta que recuperases el tamaño normal.

—Está bien, Ama.

El jueves por la mañana tuve que despertar a Mónica para que me prestara la llave y así poderme quitar el butt plug. Por la noche tocó otra sesión de sexo anal. Esta vez sí me dolió un poco, ya que no tenía el ano tan dilatado. Sorprendentemente, no me hizo ponerme el butt plug en todo el día.

Al día siguiente, el despertador de Mónica sonó justo después que el mio.

—Buenos días, Carla.

—Buenos días, Ama.

—¿Sabes por qué madrugo hoy?

—¿Me va a hacer ponerme el butt plug?

—Sí. Irás a trabajar con él puesto.

Cuando llegué a casa estaba reventada. Llevaba casi doce horas con el butt plug puesto. Por suerte, Mónica me permitió quitármelo. Me pidió que estuviera desnuda toda la tarde, pero me hizo llevar los zapatos rojos del disfraz de diablesa. Por la noche volvió a follarme.

El sábado fue un día aburrido hasta la tarde. Por allá a las seis, Mónica decidió follarme el culo. Me sorprendió, ya que el resto de días lo había hecho por la noche. Enseguida entendí el motivo.

—Te vas a volver a poner el butt plug. Lo llevarás hasta mañana por la mañana. No menos de 16 horas. Así que ni se te ocurra hacerme madrugar.

Finalmente, llegó el domingo. Mi despertador sonó a las 10:30. Llevaba un poco más de 16 horas con el butt plug, así que desperté a Mónica para pedirle la llave. Me la dio, y cuando acabé de quitarme el butt plug, me folló una vez más. Esta vez no usó lubricante, sólo un poco de saliva. Tampoco hacía falta.

—Esta noche acabará tu castigo. Pero aún queda lo mejor.

Estuve intrigada todo el día.

Por la noche, Mónica me indicó que me preparara para un "examen oral" y que me pusiera bien guapa. Decidí que lo más adecuado para un examen sería un disfraz de colegiala.

Primero, me pinté las uñas de pies y manos de rosa chicle (me pareció el mejor color para una colegiala adolescente). Luego, me puse unas medias blancas bastante transparentes, un tanga blanco abierto (de forma que mi dispositivo de castidad saliera por la abertura) y un sujetador con relleno del mismo color. Escogí una minifalda de cuadros negros y rojos bastante cortita, por lo que habría unos diez centímetros entre el final de las medias y el inicio de la falda, y una blusa blanca, a juego con la ropa interior.

Decidí calzarme mis tacones más altos, que, aunque puede que no fueran los más adecuados para este disfraz, eran sin duda los que me quedaban mejor. Eran unas sandalias negras, tipo mule, de 14 cm de tacón (con uno de plataforma). No las tenía del todo dominadas, pero confiaba que no me tocaría andar mucho. Las uñas de mis pies se podían apreciar perfectamente.

Finalmente, me maquillé con una sombra de ojos rosa muy clarita, me puse un poco de colorete y me pinté los labios del mismo color que las uñas (rosa chicle). Completé el disfraz con pestañas postizas y una peluca de un color pelirrojo bastante natural.

Justo acababa de colocarme la peluca, cuando entró Mónica en la habitación.

—Ponte esto otra vez —dijo, entregándome el butt plug una vez más.

Me lo puse sin ninguna dificultad. Aún tenía el ano dilatado de la sesión anterior.

—¿En que consistirá el examen, Ama?

—Muy sencillo, realizarás una serie de ejercicios que serán evaluados, y, si suspendes, prolongaremos el castigo otra semana. Hasta que lleguen los examinadores, puedes ir practicando con tus tacones, que buena falta te hace.

Me puse a recorrer el pasillo arriba y abajo, como tantas otras veces. Mientras, iba imaginándome como sería el examen. Estaba casi segura de que los ejercicios serían felaciones (era un examen oral, a fin de cuentas), pero, ¿a quién? ¿a hombres? ¿a transexuales? y, sobretodo, ¿a cuántos? El timbre me sacó de mis pensamientos.

Esperé con impaciencia en el recibidor a que llegaran nuestros invitados. Llamaron por segunda vez y abrí yo misma la puerta. Eran Soraya (la hermosa transexual que colaboró en mi iniciación a la feminidad), junto con un hombre joven.

—Hola, Carla, mi amor —dijo Soraya.

—Hola, Soraya, me alegro mucho de volver a verte.

—Te presento a... bueno, mejor te lo presento luego. ¿Tenéis alguna habitación para que nos vayamos cambiando?

—Por supuesto —intervino Mónica—. Tercera puerta a la derecha.

El hombre que acompañaba a Soraya se dirigió a la habitación. Ella se quedó con nosotros charlando. El timbre sonó de nuevo. Aparecieron cuatro hombres más.

—Os presento: Antonio, Juan Luis, Miguel y Fran, al que creo que ya conocéis. Ellas son Carla, que será vuestra felatriz, y su ama, Mónica.

Nos saludamos todos con un par de besos. Luego, Soraya se dirigió también a la habitación. Había venido con un traje de chaqueta y unas sandalias de tacón ancho de unos doce o trece centímetros. Pero estaba segura de que saldría de la habitación aún más sexy de como había entrado. Mi mujer la acompañó, así que me quedé sola con los cuatro hombres.

—Así que habéis venido a que os haga una felación.

—Exactamente —dijo Miguel, que al parecer era el más lanzado.

—Yo es que me quedé con ganas de más —añadió Fran.

—Pues espero satisfaceros a todos.

Mónica salió al poco rato. Se había desnudado completamente y se había puesto sus zapatos de ballet. Dieciocho centímetros de tacón eran su única vestimenta. Con esos tacones, nadie se hubiera fijado en otras prendas.

—¿Vamos? —dijo, animándonos a seguirla.

Los cuatro hombres que estaban en el recibidor y yo misma la seguimos a la habitación. Una vez allí, me indicó que los desnudara. Algunas de las pollas ya estaban empezando a crecer un poco. Cuando quitaba los últimos calzoncillos, apareció Soraya. Venía acompañada por otra mujer.

—Os presento a Felicia.

Felicia era una mujer guapa, de rasgos marcados, preciosa cabellera rubia y rizada. Llevaba las piernas enfundadas en unas medias negras muy sexis atadas a un liguero que se perdía debajo de una faldita gris. Calzaba unos zapatos de salón negros de unos 8 o 9 cm de tacón de aguja ("¡principiante!", pensé para mí). Al igual que yo, llevaba una blusa blanca. Lucía una perfecta manicura francesa, y un maquillaje impecable, sin duda, obras de Soraya.

Soraya se había quitado el traje y se había cambiado las sandalias por unas de tiras con unos quince centímetros de tacón de aguja. A parte de esto, llevaba un tanga de hilo dental, que como era habitual en ella no dejaba ver ningún tipo de bulto en su entrepierna (¡cuánto deseaba aprender a hacer eso!), sus grandes pechos estaban adornados por unas pezoneras en forma de estrella. Todo lo que llevaba, incluido el esmalte de uñas, era de un color negro brillante. La única excepción: su larga melena color castaño, que esta vez llevaba alisada.

—Pues ya estamos todos —indicó mi ama—. Tu examen consistirá en chupar estas seis pollas.

Mientras terminaba la frase, levantó la falda de Felicia revelando sus genitales, carentes de ropa interior: un precioso pene acompañado de dos testículos rosados. Iba completamente depilada. No era ningún secreto que Felicia era el hombre que había llegado a la vez que Soraya. Aun así me sorprendía el cambio. ¿Acaso cambiaba yo tanto cuando me disfrazaba de hombre para ir a trabajar?

Supuse que el resto de hombres ya conocían a Soraya de antemano, ya que ninguno encontró a faltar la sexta polla.

—Cuando queráis —añadió Mónica.

Felicia se quitó la falda y la blusa, manteniendo los tacones, las medias y el liguero. Su pecho, plano, también estaba perfectamente depilado. Soraya, a su vez, se quitó el tanga. Poco a poco sus genitales salieron del escondite. Se pusieron a hablar entre todos, pero yo estaba demasiado hipnotizada con el espectáculo para enterarme de nada.

Tenía ante mí seis pollas, dos de ellas pertenecientes a "mujeres", que anhelaban explorar el interior de mi boca. Se estaban organizando, al parecer, para decidir en que orden lo harían. Toqué la punta redondeada de mi dispositivo de castidad y noté que se había formado una gota de líquido preseminal. Increíble. Antes de empezar yo ya goteaba de excitación.

Dos de los chicos, Juan Luis y Miguel, se disputaban ser el primero. Se lo jugaron a piedra papel o tijera. Ganó Miguel. Antonio quiso ser el último a lo que ninguno de los otros se opuso. Al resto les importaba poco el orden, por lo que enseguida acabaron de organizarse.

—Ya está —anunció Miguel—. Empezaré yo, luego irán Juan Luis y Fran, las chicas, Felicia y Soraya, y finalmente Antonio. ¿Te parece bien?

—No del todo —dije—. Quiero comerme a Soraya de postre. Tiene que ser la última.

—De acuerdo —intervino Antonio—. Prefería que me la comieras al final, después de haber visto el espectáculo de las mamadas anteriores, pero no me viene de una.

—Así —concluyó Soraya—, seremos Miguel, Juan Luis, Fran, Felicia, Toni y yo. Pues cuando quieras, Carla.

Me acerqué a Miguel. Probablemente se había afeitado la zona púbica recientemente, pues se notaba un pequeño corte. Su polla estaba ya bastante dura. Me arrodillé ante él y acerqué mi boca a su miembro. En el último momento me desvié hacia sus testículos y los besé. Saqué la lengua y procedí a lamerlos. Pinchaban un poco.

Tras chupar un rato los testículos, la polla de Miguel estaba preparada para recibir mis atenciones bucales. Volví a sacar la lengua y recorrí el camino desde sus testículos hasta su glande, por la parte de abajo de su polla.

—Mmmmm. Cómo me pones putita...

Aunque tenía claro que no quería usar mucho las manos (una mamada siempre es más sexy sin manos), no pude aguantarme y rodeé su polla con mi mano, para luego proceder a lamer el glande como si fuera un caramelo. Estuve así hasta que salió la primera gota de líquido preseminal. La lamí.

—Veo que te gusta, pronto tendrás mucho más...

Yo no contestaba. Estaba demasiado concentrada en su polla. Además, era el momento de metérmela en la boca, y quería dejar alucinados a todos los invitados. Abrí bien la boca e introduje el glande en ella.

Poco a poco, como tantas otras veces había practicado con el arnés de mi ama, fui acercando mi cara a su pubis, mientras su polla se abría paso en mi boca. Mis labios se encontraron con mi mano, que rodeaba esa gran polla. Debía tener la mitad ya en mi boca.

—Mmmmm. ¡Qué boca más caliente!

Quité la mano de la polla y me agarré de las nalgas de Miguel. Poco a poco, fui acercándome más a su pubis, hasta que noté que su glande llegaba al tope. Entonces, alineé mi cabeza de la forma adecuada y, con ayuda de un último empujón, engullí aquel miembro viril completamente.

—Vaya, la zorrita sabe mucho más que de lo que parecía.

Aguanté unos segundos con la polla en mi garganta y luego volví a la profundidad normal. A partir de entonces, aumenté considerablemente la velocidad (aún me quedaban otras cinco pollas que chupar y no era cuestión de pasarse todo el día). Estaba follando a aquella polla con la boca. En el fondo, me moría de ganas de degustar la primera ración de semen.

—¡Métetela hasta el fondo, puta!

Le hice caso, la siguiente embestida me la metí hasta el fondo y aguanté un par de segundos. Luego, retomé el ritmo normal, aunque, desde ese momento, cada 6 o 7 embestidas, hacía una profunda. Mi clítoris intentaba crecer pero el dispositivo de castidad lo impedía. La presión era algo molesta.

—Así, muy bien, putita.

Al cabo de unos minutos, la respiración de Miguel se fue acelerando. La corrida era inminente. Decidí no alterar en lo más mínimo el ritmo de la felación. De 6 embestidas, una la hacía profunda. Así, era como jugar a la ruleta rusa. Existía el riesgo de que se corriera directamente en mi garganta. Eso era algo para lo que no sabía si estaba preparada, y saber que podía suceder me excitaba muchísimo.

No fue el caso. Justo después de salir de las profundidades, un chorro caliente y espeso inundó mi boca. Era delicioso. Mientras seguía moviendo mi cabeza, fui tragando como pude los primeros chorros. Cuando ya parecía que no iba a salir más, hice una última embestida hasta el fondo, aguantando más de 10 segundos con la polla en la garganta. Tuve la extraña sensación de que en esos momentos salió un último chorrito, de esos que emanan sin fuerza. Me resultó agradable. Eso me hizo coger más ganas de sentir cómo era eso de recibir el primer chorro en la garganta.

Poco a poco fui sacando la polla de mi boca. Una vez fuera, me fijé en que estaba bastante pringada de semen. Recogí todo lo que pude con la lengua. Les mostré a los asistentes mi boca abierta, me relamí, y luego, lo más sensualmente que pude, dije:

—Siguiente...

Juan Luis era el siguiente. Se acercó a mí y me ofreció un cojín para las rodillas. De momento no me dolían, pero no creo que pudiera aguantar todas las felaciones sin él. Me acomodé.

Ahora tenía ante mí una polla no erecta. Delgadita, de longitud media. Decidí dejar que creciera en mi interior. Así que, sin la menor dificultad, la introduje completamente en mi boca. Una vez dentro, me dediqué a recorrer su glande con mi lengua y succionarlo ligeramente. De vez en cuando, sacaba la lengua para lamer un poco sus testículos. Mientras, su polla iba creciendo en mi interior.

Como me negaba a sacar de mi boca la más mínima porción de polla, llegó el momento en que fue imposible para mí seguir jugando con su glande, pues éste quedaba demasiado adentro como para que llegase con la lengua. Debido a eso, durante un rato me limité a lamer sus testículos mientras esperaba a que llegara a su máximo tamaño. Poco a poco, noté como su glande se adentraba en mi interior, pero como aún no me impedía respirar decidí dejar que siguiera creciendo un rato más.

Llevaba ya un rato sin notar el menor aumento, y, viendo que aún no me impedía respirar (a pesar de que me parecía que tenía parte de su polla alojada en mi garganta), pensé que el simple hecho de lamerle los huevos manteniendo la polla en mi interior no era suficiente estímulo para que la polla llegase a su tamaño máximo. Ante la posibilidad de que mi "examinador" me evaluase negativamente por no darle suficiente placer, decidí cambiar de táctica.

Lentamente, fui retrocediendo. Esperaba notar en seguida la salida de su glande de mi garganta, pero mientras los milímetros de polla iban desfilando a través de mis labios, la garganta aún la notaba llena. Cuando había salido el tamaño que (habitualmente) corresponde a la mitad de una polla caucásica estándar, noté, por fin, que de mi garganta salía el glande de esa larga, aunque fina, polla.

Continué sacando polla de mi boca. Lentamente. Entre mi público se escuchaban algunas reacciones de sorpresa, tanto por la longitud de la polla, como por el hecho de que llevase ya un rato con semejante rabo alojado en mi interior. Mi dispositivo de castidad volvía a gotear.

La terminé de sacar del todo y admiré lo engullido. Así, a ojo, eran unos 20 cm de salchicha. El caso es que, con esa longitud, no parecía que tuviera que crecer mucho más, por lo que, seguramente el grosor no aumentaría más tampoco. Por si fuera poco, no exhibía una gran dureza (posiblemente consecuencia de su delgadez). La única cualidad de esa polla era la longitud... ¡pero qué longitud! Todo eso hacía a la polla de Juan Luis muy cómoda de chupar. Tanto, que decidí que le haría una mamada profunda de principio a fin.

Nuevamente, me introduje la polla hasta la garganta. Me aseguré de hacer una pausa al final para que todos viesen como mis labios reposaban en su pubis durante unos segundos. Tras la pausa, me dispuse a sacar de mi garganta unos escasos 5 o 6 centímetros, asegurándome, así, que el glande no llegase nunca a abandonarla del todo. Y vuelta para adentro.

Repetí el procedimiento unas cuantas veces más. Siempre llegando a tocar su pubis con mis labios, pero sin hacer ya ninguna pausa. Y siempre sacando sólo 5 o 6 cm. La única variable era la velocidad. Cada vez lo hacía más rápido. Estaba segura de que mi público estaba alucinando. Llegó el momento en que era incapaz de mover mi cabeza más rápido. En ese momento sucedió lo que tanto ansiaba.

Noté un gran chorro que brotaba desde lo más hondo de mi garganta. Semen, caliente y espeso semen. Por alguna razón no me activó el reflejo de la arcada (supongo que lo había domado hacía tiempo), pero tampoco el de tragar. Por ello, aunque parte de la corrida seguía lentamente el camino que marcaba la gravedad, resbalando por mi esófago en dirección a mi estómago, sin que pudiera hacer nada por impedirlo, otra parte se acumulaba en mi garganta, a medida que Juan Luis me iba llenando más y más. Yo seguía moviendo mi cabeza (ahora algo más lentamente), por lo que el punto de entrada del semen iba cambiando de posición, a medida que el glande iba subiendo y bajando por mi garganta.

Una de las veces que volví a metérmela hasta el fondo, parte del semen desbordó mi garganta llegando hasta mi boca. Decidí conservarlo como prueba de la corrida para mi público. Así que me limité a seguir metiendo y sacando polla de mi interior. No estaba segura de si había acabado de correrse o aún continuaba saliendo semen. Por si acaso, me la metí hasta el fondo una última vez y la mantuve hasta estar convencida de que todo el semen de mi garganta había resbalado hasta mi estómago.

Luego, la fui sacando poco a poco, hasta que sólo su glande estaba en mi boca, y con sumo cuidado de no arruinar la sorpresa (no quería que vieran aún el semen), saqué el glande de mi boca, cerrando los labios a medida que éste salía de ella.

—¿Te has corrido? —Soraya intuía la respuesta.

— ... Sí ... —balbuceó Juan Luis.

—Te has quedado sin palabras —intervino Miguel.

—Es que... nunca antes una chica se había tragado toda una corrida mía.

En ese momento, les mostré a todos mi boquita llena con parte de su semen. La cerré. Tragué. Y les mostré de nuevo mi boca vacía.

—Si nos ponemos estrictos —maticé—, hasta ahora no había tragado.

—Bueno —añadió Miguel—, tampoco es para tanto. Entiendo que sea la primera vez...

—No, no lo entendéis —sentenció Juan Luis—. Me he corrido en la boca de muchas chicas, pero ninguna se había tragado ¡toda! mi corrida. Normalmente les desborda por la comisura de los labios. Eyaculo una gran cantidad de semen, y las chicas no dan abasto en tragar...

—Tragar, lo que se dice tragar, sólo lo he hecho ahora al final. En realidad te has corrido directamente en mi garganta. Lo que habéis visto en mi boca era lo que ha desbordado de mi garganta.

—¡guau! —Estaban maravillados.

—Bueno, ¿seguimos? Aún me quedan pollas que chupar.

—Me toca —dijo Fran.

—Aún recuerdo tu gran polla de la otra vez.

—Y yo la tuya, Carla, es una pena que estés vestida.

—Te la enseñaría, pero...

Me levanté la minifalda de cuadros para que Fran y el resto de los presentes pudieran ver mi dispositivo de castidad. Se notaban algunas caras de sorpresa.

—Muy apropiado —dijo Fran—. En cierto modo es como si estuvieras castrada. Y dime, hace mucho rato que llevas eso puesto.

—Casi una semana seguida...

—¡¿Duermes con él?!

—Sí, claro... También llevo esto.

Me giré y aparté también la tira del tanga para que pudieran ver el butt plug. No pareció impresionarles tanto como el dispositivo de castidad (lo que era comprensible).

—Esto sí que he podido quitármelo de vez en cuando, aunque he llegado a llevarlo varias horas seguidas, incluso para dormir o trabajar. —Eso sí pareció sorprenderles.

—De hecho —intervino Mónica—, ayer se lo puso por la tarde y se lo ha quitado hoy a media mañana. Más de 16 horas seguidas. Además, esta última vez se lo ha puesto poco antes de que llegarais y no permitiré que se lo quite hasta mañana a la misma hora. Un día entero. Suponiendo que apruebe el examen oral, claro.

—Gracias, Ama —fue lo único que se me ocurrió decir.

—Puedes continuar —finalizó.

—Gracias, Ama —repetí—. La otra vez me quedé con ganas de que te corrieras en mi boca, Fran.

—Pues hoy probarás mi semen.

—En realidad, lo probé después de que te fueras. Recuerda que me dejaste unas muestras.

—¿Ah sí? Menuda guarrilla estás hecha...

Mientras acababa la frase, rodeé su glande con mis labios. Efectivamente era toda una guarrilla. Y estaba muy orgullosa de ello.



Continuará...


martes, 25 de junio de 2013

MUJER DE LUJO ULTIMA PARTE





Pasaron ya los años, ya no era mas una quinceañera sino una joven adulta de casi 18 años, estando a punto de cumplir la mayoría de edad, finalmente mi sueño se hizo realidad convirtiéndome en una bella joven, toda una mujer de lujo...



Sé que muchos se preguntan que pasó entre mis 15 y 17 años, pues en realidad no mucho. Michelle, mi novio, se tuvo que cambiar a otro país y nunca supó mi verdad, eso fue casi inmediatamente después de que cumplí mis quince años. Estuve creo, un año completemente deprimida, perdí al primer amor de mi vida, tan bello, y nunca le dije lo de mi transformación. En este tiempo comencé el bachillerato o preparatoria, pero dada mi depresión, no recuerdo mucho de este tiempo, solo que me la pasé llorando muchos días y noches en mi cama. Ya para este entonces ya había tomado la decisión de continuar mi vida como mujer, y mis papás me apoyaron en todo este tiempo, mas solo tomaba el tratamiento, iba a ver al doctor, y todo eso sin ánimo. En estos dos años mi transformación fue lenta y en silencio.



Poco a poco, los días fueron mejorando, y me fue sintiendo de mejor ánimo. Y aunque al principio iba a la escuela vistiendo mal y sin arreglarme ni nada, con el tiempo mi madre fue animándome a vestirme más juvenil, a arreglarme más, y a maquillarme mejor. Yo aún en todo este tiempo quería seguir siendo mujer, pero solamente ya no tenía la motivación y el ánimo para hacerlo. Pero día a día fue mejorando mi ánimo, y también gracias al tratamiento hormonal, mi cuerpo cada vez se afinaba más, mi piel se hacía mas suave, mi pelo se fue haciendo más lindo, mi cara sin acne ni imperfecciones, mis pechos más definidos (recuerda en la primer parte de mi historia que mis pechos crecieron repentinamente sin yo buscarlo), al igual que después de un tiempo mis caderas, piernas y cintura fueron también tomando forma. Ayudó mucho a que empecé a hacer ejercicios para "afeminar" mi cuerpo, aunque deprimida, en casa mi papá compró un mini gym para que pudiese ejercitar mi cuerpo y darle forma. Después de más de 18 meses escondida en la obscuridad de mi hogar y bajo ropas nada bonitas, decidí que era tiempo de cambiar, y todo el tratamiento, ejercicio, dieta, y descanso, finalmente rindió su fruto a mis casi 18 años de edad. 



Mi papá, de quien dije anteriormente estaba muy animado con mi transformación, me tuvo una gran sorpresa meses antes de yo cumplir la mayoría de edad. Un día, en la casa, estabámos él y yo viendo TV, cuando de repente lo apagó y me dijo que quería hablar conmigo, entonces me contó que en todo este tiempo había estado muy preocupado por mí, y que se pusó a pensar en qué es lo que me haría feliz, así que como sabía que yo quería ser una mujer bella y completa, él estuvo ahorrando dinero por todo este tiempo, para pagar por una cirugía que me ayudaría a verme mucho más hermosa. En ese momento, mi papá me dijo: "la realidad es que ya eres muy hermosa, pero supose que algo de dinero para esto no te vendría mal" En ese momento mi ánimo se levantó más y me sentí mucho mejor gracias al apoyo de mi papi. "Entonces dalo por hecho, antes de que cumplas 18, tendrás tu regalo y así podrás seguir viviendo tu vida como tu siempre quisiste" me dijo él, dándome un beso en la frente y deseándome lo mejor. 



Mi papás y yo fuimos a ver a un cirujano plástico, vimos las diferentes recomendaciones del doctor, él se portó muy amable, me dijo que básicamente no necesitaba nada pues gracias al tratamiento hormonal mi cuerpo estaba ya muy femenino, además de que por lo que me pasó de adolescente (ginecomastia) realmente no necesitaba ponerme nada de pechos ya que los tenía muy crecidos. Solo me recomendó reducirme un poco el busto para que fuera más conforme a mi estatura y complexión, además de hacerme unos retoques por aquí y por allá. Mas, llegó el momento de La Pregunta: 

-"¿Cuándo quieres tu vaginoplastia?" Esto es remover mi miembro viril y mis testículos para modificarlos y hacerlos en forma de vagina. 

Mis padres me voltearon a ver, y yo a ellos y al doctor.

-"Creo que no lo voy a hacer" Esto causó algo de sopresa en mis padres. 

-"No vas a ser una mujer completa sin vagina" me insistió el doctor y la vista de mis padres.

Como suposé que esto no iba a llegar a ningún lado, les dije que hasta que cumpliera 20 años me la haría, que tenía miedo, entre otras cosas, traté de inventar muchas excusas para que me dejaran en paz.

-"Vamos a proceder entonces con lo que acordadamos" dijo el doctor ya satisfecho con mi respuesta. Aunque en mi interior pensaba para mí: "Esta loco si piensa que me voy a quitar mi pene, nunca lo voy a hacer..."



Pasaron las semanas, llegó el tiempo de mi cirugía, todo salío bien, y me quedé algunos días en cama en mi casa para recuperarme. La emoción de tener un cuerpo ya más refinado y super femenino me llenaba de emoción, volví a sentir lo que hacía muchos años no sentía, volví a recuperar mi ánimo, y comencé a ser la misma de antes. "Ahora es mi tiempo" pensé en ese momento, "¡ahora si voy a ser toda una mujer de lujo!" y cada día que pasaba me sentía más y más ansiosa, ahora por empezar universidad, y estrenar nueva ropa, conocer nueva gente, y por supuesto, presumir mi nuevo y mejorado cuerpo.



Y así fue, y empecé la universidad como cualquier otra chica, claro que estando yo tan orgullosa de mi cuerpo no podía ocultarlo, y aprovechaba todas las ocasiones para poder mostrarlo al mundo. Era algo así como decir en voz alta: "¡Mirénme soy una preciosura de mujer, la naturaleza me transformó en una chica siendo yo niño, pero me encanta!" Zapatos de tacón, minifaldas, blusa escotadas, vestidos apretados, jeans a la cadera, maquillaje ligero, cabello suelto, accesorios lindos, y claro una bolsa que lo combine todo, es la receta perfecta para volver locos a los hombres y ser la envidia de todas. Algunas compañeras me llamaban "La extravagante" otras "La artista," pero me gustaba mejor como me llamaban los hombres "la reina" o "la más buena." Me la pasé muy bien debo admitirlo.  


Ya que no quería tener una reputación de mujer fácil, sino todo lo contrario, me hice mucho del rogar, hombres muy guapos, con dinero, carro, y porte me invitaban a salir y yo siempre decía que no. No quería que por toda la escuela anduvieran diciendo que era una cualquiera, lo cual algunos podrían pensar por la forma en que me vestía, pero al momento de conocerme se llevaban una gran sorpresa. Aunque suena mal, disfrutaba decepcionar a esos fanfarrones que teniendolo todo, no me podían tener a mí. Hubo muchísmos pretendientes, y de todo tipo, aquellos que se obsesionaban conmigo, ricos, pobres, de todo, era como una jungla donde yo era la presa y los cazadores eran miles. 

Un día un chico robó mi número de teléfono, y se mantuvo hablándome sin descanso. Me convertí en su obsesión, me seguía a todas partes en la escuela, y me mandaba flores, y toda clase de regalos. Me decía que se quería casar conmigo, que me iba a comprar miles de cosas, y bueno, etc, etc. Yo siempre le decía que no y aún así me insistía más. Hasta que una vez me dijo, "te voy a dejar de molestar hasta que te vea con un hombre..." Era tanta su obsesión, que quería decirle que YO era hombre, pero no quise empezar chismes o que se volviera más loco, llegué al punto después de varios días de conseguir a un novio solo para quitarmelo de encima. 

Una tarde en la escuela iba caminando hacia la salida, mi papá me iba a recoger para ir a casa, el loco obsesionado se fue detrás de mí, como viendo con quién o a dónde iba, hice una rápida vuelta a la derecha donde había una puerta de cristal para perderme de su vista, me metí por la puertas, y cuando me asomé vi que se paso de largo. 
-"Uff, que descanso!" pensé yo. Pero también sabía que iba a estar ahí afuera esperando por mí. "¿Qué hago?" me dije a mi misma.
El lugar donde había entrado era la biblioteca de la escuela, sin darme cuenta me metí, esta era una biblioteca pequeña, con apenas algunas mesas, sillas, eso sí, muchos libros. 
-"Ya sé, voy a buscar novio aquí" pensé para mí, sí, sé que suena raro ir a la biblioteca a buscar pareja, pero pues ya estaba desesperada. 

En las mesas habían solo tres chicos sentados leyendo, y otro en la laptop. En total tenía cuatro opciones. "¿Quién podrá hacerse pasar por mi novio?" pensaba yo, así que decidí ver lo que los tres chicos estaban leyendo y así ver si podrían ser buenos fingidores. Claro es, que mi presencia en la biblioteca se dejo notar, y que estos muchachos no dejaron de verme hasta que me senté en una mesa. Uno de los chicos leía algo de cálculo, el otro traía audífonos y no sé que hacía, y él último traía un libro de fotos de lugares y países, o algo así. Me decidí por el último.

-"Oye, ¿puedo hablar contigo?" le dije en voz baja al chico. Fuimos a una salita aparte ahí en la biblioteca, donde se podía platicar usando voz normal. Aquel chico era de piel morena, alto, delgado, llevaba pantalón de vestir y camisa de vestir, estaba muy formal para ser estudiante. 
-"¿Cómo estás? Me llamo Cary" le dije. Para mi sopresa no estaba nervioso y parecía no haberme visto antes.
-"Bien, me llamo Fernando" me contestó amablemente. 
-"Mira tengo un problema y tal vez tú me puedas ayudar" le traté de explicar.
-"¿Qué tipo de problema?" me preguntó tranquilamente.
-"No te quiero meter en mis cosas personales, pero solo necesito que salgamos de la escuela agarrados de la mano y que cuando venga mi papá por mí me des un beso y ya" le dije así simple y llanamente. A lo que él solo guardó silencio sin decir nada.
-"Bueno, ¿me vas a ayudar o no?" le insistí vigorosamente. 
-"¿Puedes repetir lo que me dijiste" me dijo ahora nerviosamente y con unos ojos que parecía que se le salían de la cara.
En ese momento entró a la biblioteca el loco obsesionado, así que yo simplemente hice lo que tenía que hacer:
-"¡Vámonos mi amor!" le dije a Fernando agarrándolo de la mano y sacándolo de la biblioteca. Mientras que el loco obsesionado solo nos miraba.
-"Mira, Fer, ya va a llegar mi papá, gracias por esperarme en la biblioteca," le dije a Fernando sin que pudiera articular palabra alguna.
Al ver que se acercaba mi papá, y que el otro loco estaba ahí solo mirándonos, le solté la mano a Fernando, tomé con mis dos manos su cara, y le di un beso en la boca.
-"Gracias, ya vinieron por mí mi amor, te quiero" me despedí de él. Mientras que mi papá pasaba por la calle frente a la escuela para recogerme, le dije adiós, y me subí en el carro con mi papá.
El loco desapareció de mi vista, aunque de repente me dio miedo que le fuera hacer algo a Fernando. Mientras Fer, solo se quedó ahí parado, como una estatua, como bajo algún encantamiento, o algo así. Pero cuando me iba pudo finalmente levantar la mano para decirme adiós. Así mi papá y yo nos fuimos a la casa.

Al día siguiente, tenía clases en la noche, la última acababa casi a las 9:30pm, a esas horas ya casi no había nadie en la escuela solo nosotros en la clase. Como era viernes, había quedado de ir con unas amigas a un bar, así que me fui muy bien arreglada, zapatitos de tacón alto, una falda cortita, pero no tan cortita, lo suficiente para enseñar mis piernas, una blusita de manguitas cortas, y un buen escote, lo suficiente como para sacar varios suspiros, pelo arregladito, maquillaje para resaltar mi rostro en la noche, ligeramente cargado, con sombras y todo eso. Y por supuesto, accesorios, anillos, aretes, y mi inseparable bolso.

Al salir de la clase y despedirme de mis compañeros me dirigí a la misma salida que el día anterior para tomar un taxi, antes de llegar a la salida, noté que la biblioteca estaba abierta, con las luces encencidas, así que por pura curiosidad entré. No se veía nadie, pensé en irme, pero seguí más en el interior, seguía sin ver a nadie, hasta que al fondo, en el mero rincón de la biblioteca, vi a Fer sentado con su laptop y audífonos, me acerque por detrás sin que me viera, para ver que estaba haciendo. Vi que estaba viendo fotos de alguien, me fue acercando y me fui dando cuenta que estaba viendo pornografía, en ese momento iba dar la vuelta para irme, pero después vi que estaba viendo pornografía transexual. Hacía mucho tiempo que no la veía, pero me di cuenta de lo que él estaba viendo.  
-"¿Te gustan?" Le dije a Fernando, quien se un brinco saltó de la silla, cerrando su laptop, y poniéndose todo rojo.
-"Ah, hola, Cary... me asustate mucho, estoy trabajando aquí en la biblioteca, me toca cerrar a las 10 y por eso estoy aquí." me comentó nerviosamente. 
-"No me contestaste mi pregunta," le insití yo maliciosamente. 
-"Estoy haciendo una investigación," me dijo tratando de evitar el tema.
-"Entonces porque estas erecto," observé, "se notá que te gustan, sino no tuvieras ese bulto en el pantalón"
-"No le vayas a decir a nadie, si alguien se entera me despiden de mi trabajo, y se burlarían de mí... y" me pedía tristemente, cuando usando dos de mis dedos, le tapé la boca, diciendo en voz baja, "shhhh, silencio, yo no le diré a nadie si tú no dices nada..."
Y en ese momento le desabroché el cinturón, y bajandole el cierre del pantalón, me bajé yo, descubriéndole un poco su pene medio erecto, me di cuenta que era enorme, así que le bajé el pantalón y el boxer de un jalón hasta los tobillos...
-"Mira nada más, ¡Qué gran sopresa!", le dije yo, "nunca imaginé que tuvieras algo así" y continué diciendo "quiero agradecerte lo que hiciste ayer por mí, Fer..." Él no pudo hacer otra cosa que apoyarse de espaldas en la mesa mientras dije esas palabras, y lentamente comencé a saborear su sexo, cual paleta de sabores, me metí una y otra vez su pene, suavemente, acariciando con mi lengua toda su largura y sus testículos, me di cuenta que continuaba creciendo y creciendo, después de un poco, llegó a su verdadero tamaño. ¡Y qué tamaño! No lo pudé medir, pero desde que fue creciendo menos y menos me cabía en mi boca, y más me tardaba en lamerlo, creo yo, más de 25cm si tenía Fer, además de estar grueso y circuncidado, al verlo totalmente erecto me excité mucho.

Fer me parecía un chico inocente e inofensivo, como pensé que nunca había tenido experiencias sexuales por la forma en que él es, decidí darle este regalo de agradecimiento. Claro que no me esperaba ver un pene tan grande y tan rico. Como hacía mucho tiempo que estaba en abstinencia, me dejé llevar por la pasión y mi excitación, mi pene ya estaba que explotaba de su escondite, mientras veía esa cosota y la metía en mi boca. En un segundo, no aguante más, me quite la blusita que traía y mi brassier, dejando al descubierto mis redondos, grandes y perfectos pechos, me puse su caliente pene entre ellos y comencé hacerle una rusa, entre que lo chupaba y acariciaba. De repente, él se pusó de pie, me invitó a pararme, y quitando las cosas de la mesa, me pidió que me acostara ahí. Teniendo mis pechos desnudos, quede acostada sobre la mesa, aunque algo fría, el se abalanzó sobre mí comiéndose mis pechos, besándome el cuello, y acariciándome la espalda. Su pene frotaba con el mío, y con tanto movimiento quedo libre, dejando ver un pequeño bultito en mi faldita. Fer lo notó, pero siguió con más y más fuerza. Me pusó de pie, me bajó la falda y mi tanga, dejando al descubierto delante de él mi pene, cual a comparación de él, era muy pequeño. Lo comenzó a acariciar, a meter en su boca, mientras que una mano acariciaba mis pechos y la otra me tocaba mis testículos. Como era la primera vez que me hacían algo así, yo solo gemía de placer, cada vez más fuerte, aquella lengua de Fer se sentía tremendamente bien. Estaba engañada, el inocente Fer sabía muy bien como complacer a una chica como yo. Yo no podía moverme de tanto placer que sentía, era demasiado para mí. Fer cada vez fue frotándome y chupándome más y más fuerte, hasta que me hizo estallar dentro de su boca. 

-"¡Wow!" le dije yo con cara de satisfacción y sudando. "Tú si sabes lo que es placer, esta es otra gran sorpresa para mí..." le continué diciendo. "¿Pero tú no has terminado?" le pregunté consternada. 
-"No te preocupes, me encanta verte disfrutar, dos veces tú y una yo, ¿qué te parece?" me sugirió Fer mientras se limpiaba la cara y se subía los pantalones guardando su gran instrumento.
Yo casi sin poder hablar del tremendo orgasmo que tuve, solo pudé mover mi cabeza. El agarró mi ropa, y me ayudó a ponermela de nuevo.
-"Gracias, Fer, no sé que más decir" Le dije yo, pensando que este hombre iba ser un tímido y simple ratón de biblioteca, y resulto ser un experto amante, un tigre para el amor.
-"Ve al baño para que te termines de cambiar y arreglar, yo mientras recogó y limpió todo" me dijo en voz baja.

Al salir del baño, las luces estaban apagadas y Fer esperándome en la entrada, 
-"Ya son las 10pm, tenía que cerrar, ¿quieres que espere a que vengan por ti o vas a algún lado?" me preguntó con una voz encantadora y caballerosa.
-"¿Que tal si me llevas a cenar?" le sugerí yo. Caminamos un poco, y llegamos al estacionamento, para mi sopresa el tenía un carro viejo pero en buen estado, abriéndome Fer la puerta, me subí a su carro, y me fui con él.

¡Qué gran sorpresa!

Este es él último relato que publicó de mi serie. Si quieres saber más de mi me puedes buscar en FB or por email. Ya que he recibido emails de gente que quiere que le ayude a escribir sus historias, verán historias de muchas otras chicas como yo a quienes les he ayudado a escribir sus historias. Espero les guste. Besos y hasta la próxima.

No se te olvide leer mis previos relatos para que sepas más de mí...


Cary 


lunes, 24 de junio de 2013

UNA HISTORIA INTERESANTE



Los tres estaban desayunando en la cocina cuando Andrés se levantó de pronto y dijo que se iba o si no llegaba tarde. Angel y Víctor solo se despidieron y continuaron hablando tranquilamente hasta que Víctor, viendo que Andrés ya se había ido, dijo:

-Raba una pregunta ¿el cumpleaños de Andrés es en una semana verdad?

-Sí. Exactamente en una semana –respondió Angel masticando su pan con nutella

-Aun no se que regalarle –admitió Víctor preocupado.- No sé muy bien que le guste. Sé que le gusta el futbol y pensé en regalarle una camisa del Real Madrid, pero sé que tiene muchísimas así que eso no vale la pena.

-Hablemos de eso en el carro. Mira la hora Vito –dijo Angel levantándose y poniendo los trastes del desayuno en el fregador. Víctor hizo lo mismo y ambos tomaron sus bolsos y salieron de la cocina. Cuando entraron al carro, Angel prosiguió.- Yo tengo su regalo hace meses, pero está en mi cuarto. Lo que debes saber de Andrés es que no le gustan muchas cosas y eso complica mucho si se le quiere regalar algo. Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que soy la única persona que lo conoce a profundidad y por eso se más o menos que regalarle –se quedo pensativo un rato antes de hablar otra vez.- Hagamos algo: en la noche cuando llegues te muestro lo que le vas a regalar.

-Me parece bien. Lo puedo comprar mañana y lo guardo hasta el día de…

-No me estas entendiendo Vito –interrumpió Angel.- Te voy a dar lo que yo le voy a regalar para que tu se lo des.

-No Raba ¿Cómo crees? –dijo Víctor.- ¿Qué le vas a regalar entonces? No puedo aceptarlo, en serio.

-Es mejor así Vito. No te ofendas por lo que te voy a decir, pero tú jamás llegaras a conocer a Andrés completamente y puedo decir que él jamás podrá conocerte a ti tampoco.

-Bueno, eso es cierto –admitió Víctor.- Aunque vivimos en la misma casa, solo hablamos lo estrictamente necesario.

-Exacto. Si no hubiese pasado eso el día que los presente, probablemente nunca más se hubiesen visto.

-Es verdad. Ese día fue muy bueno. Pasaron cosas interesantes –y dibujo una sonrisa cómplice en su rostro.- Bueno Raba, ya llegamos. Hablamos en casa –y chocaron los puños antes que Angel saliera.- ¿A qué hora vengo por ti?

-Hoy es martes –le recordó Angel ya fuera del vehículo.

-Ah cierto. Entonces nos vemos en casa cuando yo llegue –cerró la ventana y se fue

Como en todas las materias que veía Angel, Ladilla Publica estaba dividida por unidades y en ese momento estaban en la tercera unidad (metodología de la investigación) y esta estaba dividida en dos partes: la actividad extramural y una parte teórica.

La actividad extramural estaba dividida, a su vez, en dos partes: actividad en un ambulatorio y seminario en una escuela cerca de este. Las primeras cinco semanas serian en el ambulatorio y las otras cinco harían los seminarios en la escuela a niños de diferentes grados.

En este momento se encontraban a mitad de los seminarios en la escuelita y casualmente, esta quedaba a cinco cuadras de la escuela de medicina. Estaba pensando en el tema de exposición que debía darles hoy a los niños de 6to grado (Infecciones de Transmisión Sexual o ITS), cuando se fijo en dos personas que se acercaban a él.

-Hola Angel –le saludo un chico muy alto estrechando su mano

-Hola Arturo –le respondió Angel

-Hola Angelito –saludo una muchacha regordeta y bajita dándole un beso en la mejilla. Tenía un montón de laminas enrolladas en una mano.- Aquí tengo nuestra expo –dijo alegremente

-Hola Andrea –le saludo Angel ayudándola con el montón de láminas.- Gracias de verdad por esto. Admito que no soy muy bueno dibujando

-Yo tampoco –dijo Arturo.- Angel ¿no has visto a Amanda?

-Llegue hace un par de minutos –respondió Angel sin mirarlo. La verdad, es que Arturo le gustaba mucho. Era bastante alto, tenía unos ojos azules muy intensos y su voz era muy masculina, sumamente masculina, pero atrayente. La primera vez que lo escucho, Angel tuvo una erección nada mas de imaginárselo desnudo y en su cama y la verdad Arturo tenía unos brazos musculosos. “definitivamente soy una zorra sin remedio” –pensó Angel

-Ahí viene –dijo Andrea señalando a una joven delgada que se bajaba de un autobús. Cuando los miro a los tres se dirigió a ellos y los saludo a todos con besos en las mejillas.

-Hay muchachos de verdad disculpen. El tráfico es horrible y me quede media hora metida en un embotellamiento muy feo.

-No te preocupes –le dijo Angel.- Yo mismo que vengo en carro particular, llegue hace unos cinco minutos. La verdad el tráfico en esta ciudad es horrible. Bueno, ya que estamos aquí, deberíamos irnos ¿no? La profesora debe estar esperando.

Y los cuatro empezaron a caminar hacia la escuela que quedaba no muy lejos de ahí. En el camino repasaban en voz alta todo lo que tenían que explicar. Su exposición se basaba en cómo prevenir infecciones sexuales, explicando cada una de las enfermedades y su método de contagio. Llegaron al colegio y se encontraron a otro grupo que estaba encargado del ambulatorio, pero como todos eran compañeros desconocidos, solo intercambiaron saludos. La profesora salió de la escuela y los miro con reproche antes de mandarlos a cada uno a sus respectivas funciones.

Cuando Angel estuvo en el ambulatorio se divirtió mucho ayudando a los médicos de los departamentos a suministrar tratamientos a los pacientes. Su día favorito fue cuando le toco la planta de pediatría y ayudo a suministrar vacunas a toda clase de bebes, desde recién nacidos hasta niños de tres años. La doctora que estaba ahí se reía con él cuando imitaba la voz de un bebe al momento de suministrar vacunas, para calmarlos y si el niño lloraba, Angel lo cargaba con mucho cuidado y lo ponía en su pecho hasta que se calmara. Le gusto tanto, que a la semana siguiente convenció a su profesora de dejarlo de nuevo ahí.

Angel tenía una debilidad por los niños. Le gustaba muchos ver en ellos esa mirada de inocencia y dulzura de la que carecían los adultos y escuchar esa vocecita balbuceando palabras que nadie entendía era suficiente para calmar su mal humor. Cuando veía a un niño, siempre recordaba a su hermanito y sonreía tontamente durante un buen rato.

Recordaba todo esto, mientras le exponía a un montón de pre-adolescentes como deberían cuidar sus vidas, y sabia que ninguno de ellos les haría el menor caso. Diariamente, veía en las noticias a niñas de trece, catorce y quince años, embarazadas por no cuidarse, además también veía a jóvenes que se dedicaban a la mala vida y terminaban muertos antes de llegar a los veinte años.

Cuando termino todo, y luego de despedirse de sus compañeros, Ángel tomo un taxi para ir a su casa. Cuando llego, llamo a una amiga muy especial.

-Hola Denise, amor, ¿Cómo estás? –saludo cuando le respondieron del otro lado.

-Hola Angelito –le respondió una voz sumamente femenina,- hace tiempo que no se de ti.

-Eso es porque he estado muy ocupado amor. Pero hoy necesitare de tu ayuda. ¿Crees que puedas estar en mi casa a eso de las tres de la tarde?

-Por supuesto Angelito –respondió la voz.- Hoy no tengo ningún cliente así que puedo ir. ¿Qué vas a querer para hoy?

-El paquete completo. Estoy muy tenso y necesitare que te enfoques en relajarme. Te espero a las tres. Adiós amor –y colgó.- ¡Tía! –grito muy duro

-¿Qué pasa? –le respondieron desde la cocina.- ¡Estoy viendo mi novela Angel! Ven aquí y dime qué quieres –Angel se dirigió allá y la encontró comiendo sentada en la mesa y viendo una de esas novelas mexicanas que tanto le gustaba.

-¿Y mi almuerzo? Me muero de hambre –pregunto. Su tía se limito a señalar a la nevera

-El envase azul cuadrado. Ese que tiene una tapa. Apúrate y ven a comer conmigo. ¿Por qué llegaste tan tarde?

-Me tomo más tiempo terminar con las exposiciones de hoy –explicó Angel metiendo su almuerzo en el microondas.- Es increíble lo bruto que pueden ser algunos estudiantes. ¡Teníamos que repetirle las cosas dos o tres veces! ¿Qué coño aprenden en los colegios?

-En mis tiempos la gente si aprendía de verdad –comentó su tía sin dejar de mirar su novela.- No como ahora que ninguno aprende nada, ni siquiera a respetar a los adultos. Hace unos días, cuando estaba de compras, vi como un niño de no más de diez años le gritaba a su mama y le decía unas groserías que ni siquiera sabían que existían

-Bueno, eso ya es… -se interrumpió por el ruido del microondas y saco su comida-… ya es culpa de los padres tía. No estoy de acuerdo con el maltrato infantil, pero si pienso que de vez en cuando es bueno darles un par de nalgadas –se sentó al lado de su tía y empezó a comer

-Exacto. Es bueno darles unos buenos escarmientos para que aprendan –concedió su tía. Angel solo se encogió de hombros, pues tenía la boca llena y no podía hablar. –Tal vez por eso mis hijos son de esa manera. Todos unos irresponsables –susurro negando con la cabeza

-Eso no es culpa suya tía –la animó Angel- usted los crió lo mejor que pudo, si ellos son así, no es su culpa. –terminó de comer y llevó al fregador su plato para lavarlo e irse a tomar un baño

-¿No estarás pensando en bañarte verdad? –le preguntó su tía sin dejar de mirar su novela. Angel solo hizo una mueca muy discreta. Era increíble como esta mujer le conocía alguna de sus mañas.

-“Gracias abuelita por informarle de todas mi mañas” –pensó para sus adentros Angel.

-Es un baño rápido –dijo Angel en voz baja.- Después dormiré un par de horitas. ¿Podría hacerme unos brownies antes de irse? –Su tía asintió distraídamente- Ah… tía, Denise viene como a las tres, si por casualidad estoy dormido cuando llegue, despiérteme –y se fue de la cocina

Entró a su cuarto, puso su bolso en el escritorio, se sentó en la cama y empezó a desnudarse. Doblo toda su ropa usada y la puso en el cesto de ropa sucia para que su tía la lavara el viernes, luego, se paseo desnudo por su cuarto y se fue al baño. La ducha fue rápida y reparadora. Se acostó en su cama aun mojado y se entregó al sueño que siempre le venía a esa hora.

Sintió que alguien lo zarandeaba delicadamente unos segundos después de acostarse. Su tía lo despertaba llamando en voz muy alta.

-Despierta coño –lo llamaba su tía.- Aun no aprendes ¿verdad? ¿Cuántas veces te he dicho que no debes dormir con la toalla puesta después de bañarte? Un días de estos te enfermaras Angel –lo regañó.- Ya me lo decía mi hermana “Angel tienes mañas raras y nunca he podido corregirlo”

-Dormir con la tolla puesta no es… -se dio cuenta de algo: ¡estaba desnudo! La toalla se movió y el estaba estirado con las piernas abiertas y desarropado en su cama ¡y su tía lo veía completamente desnudo! A tiendas busco la toalla pero se dio cuenta que su tía la tomo y la puso en la percha de la puerta del baño. Se puso rojo de la vergüenza.

-No me digas que te da pena mostrarme tu piripicho Angel –comentó su tía divertida buscándole un short en el armario. Angel se sentó en la cama y se tapo con las manos.

-Sabe que siempre he sido muy pudoroso –respondió aun rojo de la vergüenza. Su tía le trajo el short y él se lo puso rápido.

-Al menos no lo tenias parado –dijo su tía riendo.- Eso si sería muy incomodo –y empezó a reírse bastante fuerte

-¡Tía! –Exclamó Angel aun mas rojo.- ¡No diga eso vale! ¡Me da vergüenza!

-Es muy normal que a los hombres se les alborote el piripicho mientras duermen Angel –dijo su tía muy divertida.- Además, que no te de pena. Según recuerdo, hace unos años cuando te dio la peritonitis yo fui una de las encargadas de bañarte en la clínica ¿recuerdas?

-Eso fue por pura necesidad tía –respondió Angel en voz baja más incomodo aun.

-No sé porque te da pena –dijo su tía riendo.- Cuando tenias dos años, recuerdo bien un día cuando estabas corriendo por la casa de tu mama y no querías que te cambiaran el pañal. Ernestina y yo no podíamos parar de reírnos –su tía metía el dedo en la llaga.- Aunque debo admitir que creció bastante desde aquel día eh –y siguió riendo. Angel la veía con mala cara

-¿Ya llego Denise? –preguntó Angel cortante mientras su tía aun se  reía con ganas

-Sí. Llego hace una hora, pero me dijo que primero acomodaría su equipo en el baño grande y cuando termino, le invite a una taza de café y le dije que si podía hacerme un masaje de hombros. Fue delicioso, me siento muy relajada. Ah, y le dije que te lo cobrara a ti, que no te importaría.

-Abusiva –le dijo Angel. Pero no era un reproche, se lo dijo en un tono de complicidad.- ¿Me hizo los brownies como le pedí?

-Sí, hace como diez minutos que están listos. Aun deben estar tibios, me voy a llevar dos ¿no te molesta verdad? –Angel negó con la cabeza.-Recuerda esperar a que estén bien fríos para meterlos en la nevera. Yo ya me voy. Nos vemos mañana sobrino. Dios te bendiga –y salió del cuarto. Angel la siguió.

-¿Alguno de los muchachos llegó ya? –preguntó Angel mientras llegaban a las escaleras

-No. Víctor llamó para preguntar si habías llegado y cuando le dije que estabas dormido me pidió que te dijera que llegaba tarde porque salía con Mercedes hoy a comer por ahí y Andrés debería estar llegando dentro de una media hora más o menos.

-¿Víctor me dejo un mensaje y a usted se le olvido decirme? –le reprochó Angel mientras bajaban las escaleras

-Estaba muy ocupada burlándome de ti –su tía se encogió de nombres.- Además, lo anoté en la nevera para que lo vieras luego –le sonó su celular.- Ya Vicente esta fuera esperándome. Chao sobrino –y salió de la cocina rumbo a la sala. –Hasta luego Denise, linda. A ver cuando vienes de nuevo para que me des ese rico masaje de nuevo –escuchó Angel que decía.

-Un placer señora Margarita

Dos segundos después una joven entraba a la cocina. Alta, esbelta, rubia, con un cuerpo de quinceañera y unas lindas tetas de tamaño medio, Denise era el deseo de muchos hombres, pero la realidad de pocos. Cuando llegó a donde estaba Angel, le dio un beso en la boca que este respondió con total entrega. Sus labios sabían a fresa.

-¿Fresas? Que rico –dijo Angel separándose un segundo y besándola de nuevo. Era un beso lleno de pasión y solo se lo daba a Denise, por ser una chica muy especial y sumamente cariñosa con él.

-Ay Angelito… eres tan lindo y tierno como todo homosexual debe ser, pero al mismo tiempo eres tan masculino que una no puede resistirse a ti –le dijo Denise con su vocecita femenina cuando se separaron acariciándole la cara

-Y tu eres tan… encantadora Denise -le respondió Angel tomándola de las manos.- Tal vez deberíamos ir arriba para que me vuelvas loco con esos masajes que das tan ricos –y la jaló para salir de la cocina e ir al baño grande.

Subieron las escaleras rápidamente y caminaron por el pasillo aun más rápido.

Cuando llegaron, Angel se fijo que estaba la camilla plegable donde Denise daba masajes a domicilio. En una mesita, también plegable, estaban todos los aceites que Denise usaba para dar un masaje más placentero. Tenia de todo, desde olorosas fragancias hasta cremas para reafirmar la piel. A Angel le encantaba un gel que olía a fresas que era un excelente lubricante para cuando Denise le hacia un masaje en su ano.

Angel se quito el short, se acostó boca abajo y espero a que Denise empezara. Ella siempre colocaba música relajante para poner un ambiente más erótico.

Empezó acariciando toda la espalda de Angel con su mano hasta llegar al inicio de sus nalgas, para después subir y llegar de nuevo a su cuello en donde vio algunos pequeños nudos. Angel solo dio un quejido.

-Veo que alguien necesita una dulce caricia en esta zona –le dijo Denis al oído. Angel sentía sus tetas en su espalda, parecían dos suaves balones.

-Es por eso que llame a mi masajista preferida. Para que me de dulces caricias en algunas zonas –respondió Angel.

Por toda respuesta, Denise le aplicó una generosa cantidad de ese gel sabor a fresas en la espalda y dio suaves movimientos en la zona de los nudos hasta que sintió como se relajaban los músculos. Angel solo sentía placer y más placer. Después de unos diez minutos, Denise movió sus manos por toda la espalda aplicando más gel y acariciándolo hasta el inicio de sus nalgas y de regreso a su cuello. Luego de un rato, decidió ir por su brazo derecho que era el que tenía más cerca hasta llegar a la palma de su mano, en donde se entretuvo un buen rato hasta que se fue al otro brazo.

Angel sentía como si su cuerpo flotara y solo estaba empezando. Definitivamente, esta chica era experta en su trabajo.

Paso a su brazo izquierdo en donde repitió la operación hasta llegar a su mano, después se dirigió a su pie izquierdo y empezó a masajear la planta del pie y los dedos tocando puntos de placer para que Angel gimiera. Siempre le gustaba hacerles eso a sus clientes especiales.

-Uf… que rico todo eso oh, mierda… -gemía Angel

-Disfrútalo cariño

-Me estas provocando y después te va a tocar calmar lo que tengo entre las piernas –la amenazó Angel. La chica solo una risotada

Siguió masajeando los pies de Angel antes de empezar con sus piernas y los muslos hasta llegar, de nuevo a sus nalgas. Ahí, busco más gel y se lo aplico en las nalgas para empezar a masajearlas y separarlas para ver su ano rosado y meter un dedo lleno de gel hasta el fondo. Angel sintió un escalofrió por todo el cuerpo cuando la chica toco su próstata.

Metía y sacaba el dedo lentamente mientras sentía como este era apretado por Angel, luego de un rato metió dos dedos y empezó a girarlos y separarlos dentro cuando los metía todo. Mientras, con la otra mano acariciaba la planta de sus pies para darle más placer. Angel solo cerraba los ojos por el placer que estaba sintiendo.

Duro unos minutos así hasta que Angel movió su mano izquierda para meterla en el mono que llevaba Denise y encontrarse con una verga de 18 cm y 5 cm de grosor en total erección.

-Parece ser que yo no soy el único que está caliente aquí ¿eh? -comentó Angel haciéndole un suave paja.- Desnúdate amor, anda.

La chica le saco los dedos y empezó a desnudarse. Su piel era blanca, lisa y muy suave. Sus tetas eran de buen tamaño sin exagerar y su cintura podía ser la envidia de cualquier jovencita en la calle. Pero a Angel solo le interesaba lo que aun tenia a agarrado con su mano y no soltaba por nada del mundo. Una verga blanca como su dueña y muy gruesa.

Angel se colocó boca arriba y dejo ver su erección para que Denise empezara a trabajarle todo el frente de su cuerpo.

Denise empezó con su cuello, luego con su pecho, uno por uno, con ese gel que tanto lo gustaba a Angel, mientras este le hacia una suave paja. Ambos estaban bastante excitados. Cuando Denise llegó a su verga, empezó una paja para después metérsela en la boca hasta el fondo. Angel separó un poco sus piernas y Denise entendió el mensaje: le metió dos dedos hasta el fondo mientras le propinaba una honda mamada. Angel la soltó y empezó a gemir con fuerza moviendo su pelvis de arriba abajo para metérsela en la boca y al mismo tiempo sentir los dedos entrar y salir de su culo.

-Cariño… siéntate por favor –pidió Angel con esa voz dulce y excitada que tanto le gustaba a muchos. Sintió un olor particular y ya conocido y su rostro dibujo una sonrisa cómplice.

Denise se sacó la verga de la boca y le sacó los dedos del culo para sentarse en él. Se montó en la camilla y coloco sus piernas a los costados de Angel, puso su culo a la altura de su verga y se clavo lentamente gasta el fondo. Cuando la tenía toda dentro, dio un suspiro de gozo y empezó a subir y bajar lentamente con los ojos cerrados.

-¿Se divierten? –preguntó Andrés en voz alta desde la puerta. Denise del susto cayó pesadamente y se clavó toda la verga de Angel. Angel solo soltó una carcajada, la tomó por las caderas para que no se levantara y miró hacia la puerta

-No tienes idea de cuánto –le respondió Angel. Denise se puso roja de la vergüenza.

-¿Desde cuándo estas ahí? –pregunto muy asustada y sorprendida

-Está ahí desde que te dije que te sentaras cariño –respondió Angel.- Puede que haya tenido los ojos cerrados, pero su olor es sutil y muy conocido por mí –añadió con una sonrisa cómplice.- Calma Denise, ¡él no te hará daño mujer! Además, no entiendo cómo es que no lo viste. Es increíble lo ciegas que se ponen las personas cuando el placer los embriaga

-Venia a bañarme pero veo que este sitio está ocupado, me voy a tu baño -respondió Andrés entrando al baño tranquilamente y tomando su jabón y shampoo de una repisa.

-A mi no me molesta que te bañes aquí. Sería muy divertido tenerte de espectador mientras ella me da por el culo –bromeó Angel.

-Estoy cansado y solo quiero cenar y jugar en línea un rato –respondió Andrés mirándole las tetas a Denise.-Cuando este aburrido, lo veo en video. ¿Puedo? –pregunto Andrés a Denise señalando sus tetas, pero antes de que ella le respondiera, acaricio una suavemente e hizo una mueca de satisfacción.- Normalmente me gustan un poco más pequeñas, como las de las japonesas –dijo pensativo,- pero estas no están tan mal. Yo diría que son del estilo de Víctor –Denise solo estaba un poco asustada por todo eso. Ella en el pasado había hecho tríos, pero el amigo de Angel la ponía muy nerviosa. La miraba con malicia y eso no le gustaba. Al fin la soltó y comentó:- bueno me voy, continúen ustedes con esto. Me doy un baño y ceno, me muero de hambre –y salió del baño.

-¡No te comas todos mis brownies Andrés! –Le gritó Angel antes de que cerrara la puerta.- Cariño, ¿en donde estábamos? Ah sí en esto -y empezó a mover su pelvis de arriba abajo

-Te dejaré los suficientes como para que no te molestes –respondió Andrés

-Angel… ay… oh… con calma… mira que tú tienes algo muy grueso –se quejaba Denise en cada embestida

-Bájate, te toca darme lo que me gusta –dijo Angel alzándola con facilidad y sacándole toda su verga. Se puso boca debajo de nuevo y le hizo una seña a Denise para que se acostara sobre él. Angel sentía sus tetas en su espalda mientras ella lo penetraba lentamente.- Vamos mujer, más duro –la reprendió Angel poniendo su culo en pompa para clavarse él mismo los 18 cm de Denise.

Ambos dieron un chillido y se quedaron juntos un rato hasta que Denise empezó a embestir a Angel con todas sus fuerzas. Para Angel era delicioso sentir el cuerpo de Denise sobre el suyo propio, entrelazaron sus manos y sus pies estaban uno sobre el otro mientras Denise, que ya se recuperaba del susto, embestía hasta el fondo y con todas sus fuerzas.

-¿Sabes que te digo? Para ser una linda mujercita, tienes la fuerza de un gran hombretón querida –le dijo Angel

-Tú me pones así de caliente amor –le dijo Denise en su oreja.- Tienes un culo muy apretado y calentito.

-Y este momento es todo tuyo. Disfrútalo querida, quiero que me hagas acabar, tu sabes cómo –le dijo Angel en tono lascivo

-Como quieras lindo –respondió Denise y empezó hacer movimientos circulares cada vez que se lo metía todo

Duro unos diez minutos hasta que ninguno de los dos pudo aguantar más y ambos se corrieron Angel en la camilla y Denise en su culo clavándolo a fondo. Se quedaron unos minutos respirando agitadamente hasta que Angel hablo.

-¿Te apetece un baño? Estoy muy sudado y tu también. Bañémonos juntitos como muchas otras veces. Pero solo a bañarnos, no seas tan pervertida –bromeó Angel y ambos se levantaron y fueron a la ducha.

El baño fue rápido. Ambos tenían cosas que hacer y no podían distraerse de nuevo. Luego de bañarse, Angel se puso su short y Denise se vistió, recogió sus cosas salieron al pasillo. Entraron en el cuarto de Angel para que este buscara el dinero de Denise. Una vez que la pago la chica se fue dándole un beso en la boca de nuevo y Angel la acompaño a la puerta para que buscara un taxi. Después que se montó en uno Angel cerró y se fue a la cocina. Encontró a Andrés comiendo y se sentó a su lado.

-¿Te divertiste? –pregunto Andrés

-Mucho. Esa chica es una preciosidad, de verdad –respondió Angel tomando un brownie.

-Me cae bien, aunque es un poco asustadiza –comentó Andrés divertido

-No es ella. Eres tú. Esa mirada inexpresiva y fría que siempre cargas, junto con esa sonrisa maligna, asusta a muchos. Estoy seguro que hasta Alejandro te teme.

-No me interesa lo mas mínimo lo que el llorón piense. Por mi se puede ir a la mierda

-Oye, mira que él será mi novio. Debes respetarlo –le reprochó Angel. Un segundo después ambos estallaban en carcajadas por ese último comentario. Cuando se calmó, Andrés, pregunto:

-¿Para cuándo será eso?

-Pronto Andrés, muy pronto. Pero por ahora me voy a dormir

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Javier escucho a lo lejos como se abría la puerta y miro aliviado y horrorizado a partes iguales como entraba el encapuchado y bajaba las escaleras electrificadas que una vez lo lastimaron tanto. Sentía que había pasado mucho tiempo desde eso y cada vez se deprimía más. Diariamente perdía la esperanza de que lo encontraran.

-¿Decepcionado porque soy yo Javier? –se burló el encapuchado al ver su expresión

-Por… fa… vor… saca… me esssto ya –rogó Javier y vio para su alivio como el encapuchado apagaba el vibrador y se lo sacaba

-Cuando uno pide un favor y se lo hacen la respuesta es “gracias” –le dijo en encapuchado metiendo el vibrador bajo una llave de agua para lavarlo y luego ponerlo en el armario.- Veo que la zorra de tu mama no te enseño modales. Que desgracia.

-No te metas con mi mama –gruñó Javier

-“No te metas con mi mama” –se burló el encapuchado con voz infantil.- Creo que ya va siendo hora de que me deshaga de ti. Hace tiempo me aburriste Javier. Pero es mejor hacerlo en un par de días, hasta que pueda traer a tu reemplazo aquí – se acercó a él y lo desato de la hamaca, lo tomó de las manos y le puso unas esposas. Luego lo llevo a una silla que tenía un dildo más grande y grueso que el que tenia puesto y Javier entendió.

-¡NO! ¡POR FAVOR NO MÁS! ¡BASTA DE ESO! –empezó a moverse con fuerza tratando de escapar

-Cállate –grito el encapuchado dándole un golpe en el estomago y dejándolo sin aire por unos momentos. Aprovecho para sentarlo de golpe en ese dildo y esposarle los pies y las manos a la silla.- Esta vez tu vas a tragar leche de hombre -Javier solo se agitaba con fuerza para escapar pero le era imposible. El encapuchado se bajo la cremallera de su pantalón y le acerco la verga a la boca de Javier metiéndosela de golpe aprovechando que este dio un grito de dolor- Cuidado y la muerdes o te juro que te saco los dientes uno a uno sin la menor de las contemplaciones Javier.

Javier solo se agitaba con más fuerza. Sufría un poco con ese dildo en lo profundo de su culo. Trataba de levantar su pelvis, pero la mano en su pecho y las esposas no lo dejaban. El encapuchado le metía la verga hasta el fondo y eso le daba arcadas. Casi no podía respirar.

Pasaron unos treinta minutos de sufrimiento para Javier hasta que el encapuchado dio muestras de que estaba a punto de acabar y lo hizo en el fondo de su garganta para que no le diera tiempo de escupir nada. Se la metió por última vez hasta el fondo y la dejo ahí hasta que se puso flácida de nuevo y se la saco. Javier estaba a punto de vomitar pero el encapuchado le cerró la boca con un tapón redondeado que saco rápidamente del armario. Tenía una correa que paso por toda la cabeza de Javier y lo apretó para que no pudiera escupir la bola.

-Si te atreves a vomitar pueden pasar dos cosas: uno te tragaras tú vomito de nuevo. Dos; respiraras al mismo tiempo de vomitar y el vomito se irá a tus pulmones y te ahogaras con tu vomito y morirás. Es tu decisión así que de ti depende. –Javier lo miraba desesperado. Apago el dildo, le quito las esposas de los pies y la de las manos se las quito por un segundo para ponérselas en la espalda –así evitare que te quites el tapón de la boca antes que yo venga mañana y te lo quite. ¡Vamos coño, a la jaula!

Lo metió agachado en la jaula y la cerro. Luego se fue dejando a Javier llorando con eso metido en la boca. Le lastimaba la mandíbula pero no podía ni escupirlo y quitárselo. Debía esperar a que ese loco llegara y aun estaba preocupado por lo que le dijo “pronto me desharé de ti”, esas palabras resonaban en su mente a cada segundo.

Hasta aquí este capítulo. Como siempre les agradezco profundamente que lean la historia. De nuevo, los invito a comentar y a dar su opinión. Saludos a todos.

Disculpen la demora, de verdad estas ultimas semanas han sido agotadoras y absorventes.

Un saludo

 Adriangel22