domingo, 5 de agosto de 2012

EN EL TALLER

Juan Carlos

Por aquellas épocas eran frecuentes mis paseos por el taller, y en uno de ellos conocí a Juan Carlos, él era de esos niños afeminados y pasivos que no pueden negar su definición sexual, alto, moreno y no muy guapo, pero tampoco era feo.

Probablemente por su sensibilidad o por su calma para platicarme nos fuimos haciendo muy amigos. Salíamos juntos a tomar un café, me preguntaba sobre sus ligues y yo le hablaba de mi novio de esos entonces. El realizaba su tesis para titularse como abogado, por lo que tenerlo como amigo era una gran ventaja para mis estudios porque me ayudaba con algunas dudas y me dejaba leer sus apuntes.

La verdad es que me gustaba un poco y su compañía me infundía cierto sentimiento lujurioso que no podía entender: El era homosexual, pero no por eso tenían que gustarle las chicas transexuales. ¡A el le gustaban los hombres y punto!.

En una ocasión su computadora se descompuso un jueves y me pidió la mía prestada, para terminar su tesis mientras le arreglaban la suya. Sería cosa rápida, de dos o tres días como máximo y se nos hizo fácil que se llevara una copia de la llave de mi departamento para que entrara a usar la PC y pudiera entrar o salir si necesitaba algo.

El primer día era viernes e hizo unas pechugas rellenas para cenar, así que cuando mi novio y yo llegamos, comimos y lo llevamos a su casa para después dirigirnos al prestigioso bar “El Histeria“. Como siempre, me la pasé muy bien con mi pareja, bailamos y salimos algo tomados de ahí rumbo a mi hogar, donde dimos rienda suelta a nuestro amor, como toda pareja común y corriente.

Al otro día nos levantamos tarde y me puse lo primero que me encontré (una playera y un pants viejo) y salimos a desayunar lo que en México llamamos “pancita“, que es un guiso hecho con la panza de la res y que se estila para los días de cruda –aunque no se por que-. De regreso mi novio me dijo que le hubiera gustado quedarse pero que tenía que ir al trabajo para recoger unos papeles y luego los tenía que llevar a Toluca para que se los firmara un cliente.

Me enojé porque el me había prometido que pasaríamos el fin de semana juntos, pero luego de una discusión en su auto parado en la puerta de mi edificio me bajé y le azoté la puerta para luego echarme a correr escaleras arriba.

Serían como las dos de la tarde y me sentía muy triste porque había cancelado todos mis eventos y ahora no tenía a donde ir (en realidad si tenía, pero supongo que estaba emberrinchada). Prendí un cigarro y estuve cambiando la televisión hasta que me quedé dormida en el sillón… estaba cansada, anoche la había pasado bien, pero había dormido poco.

No me di cuenta del tiempo y fui despertando poco a poco con el ruido de la televisión. Miré el reloj de pared y eran las siete de la tarde; pensé que Juan Carlos ya no iba a venir y pensé en darme un baño, así que me quité la playera, aventé los tenis y fui a mi recámara por una toalla.

En mi recámara, la cama se encontraba junto en la pared y enfrente el clóset, así podía ir sacando mi ropa y probándomela sin moverme mucho quedando frente al espejo del tocador.

Cuando entré a mi habitación encontré un cuadro hermoso: Juan Carlos estaba acostado en mi cama, de espaldas a mí y frente al clóset. Había llegado sin que yo me diera cuenta y aspiraba un tanga que solo uso cuando tengo acción con mi pareja y que está cubierto de lentejuelas. Anoche las había usado debajo de mi pantalón vaquero y mi novio me las había quitado con los dientes mientras yo acariciaba su cabello negro y el pellizcaba ligeramente mis pezones.

Me quedé asombrada e inmóvil, recargada en la puerta mirando como se masturbaba oliendo mi ropa. Lo estaba disfrutando porque se incrementó su ritmo y no abría los ojos… Lo peor es que ese cuadro actuó inmediatamente en mí y sentí como mi cuerpo se inundaba de lujuria; era como si me mareara y solo tuviera ojos para una sola cosa: su mano moviéndose de arriba abajo.

-Ejem… Buenas tardes Carlitos – Le dije mientras me sentaba en la orilla de la cama y el se desperezaba abruptamente, cohibido y turbado. Se cubrió su parte con una almohada que al vuelo tomó mientras se enderezaba.

-Hola, estaba…. estaba… Oye discúlpame…

-No te preocupes Carlos, tranquilo – le dije mientras me acercaba un poco a él sobre la cama y tomaba su mano y lo retenía para que no se levantara. –A mi también me gustan los olores de ciertas personas. –Le guiñé el ojo.

-No lo tomes a mal, Nidia, solo fue curiosidad… no se por que lo hice.

-¿Qué te estabas imaginando Carlos?, tenías los ojos cerrados

-Nada, solo es que… bueno, no se.

-Mira Carlos -le dije muy seria- ese tanga está usado, anoche me lo puse y no me lo quité hasta que llegué en la noche con Ricardo… A él le gusta mucho esta prenda y suelo utilizarla cuando tenemos algo –Noté un poco de sudor en su frente y decidí dar un paso más- El problema aquí, las cosas no pueden quedarse así. ¿Qué harías tú si fueras mi novio y otro tipo estuviera haciendo lo que tu?…

-De verdad discúlpame Nidia… -Se levantó y se subió los pantalones caminando a la puerta pero me interpuse. Estábamos muy juntos, casi pegados. Yo le tapaba el paso y se notaba su desesperación por salir corriendo de aquel lugar.

-Mira, a mi novio no le va a gustar nada que hallas usado su prenda favorita para… eso… pero… puedes reponer tu falta y nadie se enteraría – Le dije mientras me acercaba más a él provocando que retrocediera una vez mas hacia mi lecho.

-Lo que sea Nidia, de verdad me a pena mucho esto, yo no se que me pasó.

-Mmm ¿qué será bueno? –juguetee mirándolo picara. – ¡ya sé¡, ahora verás como se le paga a una chava exhibicionista.

Mientras el alcanzaba la cámara, di la vuelta y apagué la luz principal y encendí una lámpara.

-¡dispara! –le dije mientras me subía a la cama y comenzaba a moverme sugestivamente. Él se quedó como petrificado sin mover un solo cabello.

Después de unos momentos supongo que se habituó a la situación y comenzó a tomar fotografías, después miré en la memoria que las primeras eran malísimas.

Encendió la radio y el house me encendió; a él lo liberó un poco de la vergüenza que lo hice pasar y la sesión fotográfica fue mejorando, las fotos ya estaban centradas, el buscaba mejores posiciones y hacía acercamientos. Me quité los tines y después el pants. La cámara se regodeaba con mis pechos y mis nalgas recorriendo centímetro a centímetro mi piel.

A cada flashazo me sentía mas mujer y el ambiente se relajaba más y parecíamos una vez más los amigos de siempre. Como si nada hubiera pasado y estuviéramos haciendo una más de las travesuras del diario.

-¿Así que te gusta oler la ropa de todo el mundo? –Le dije cuando percibí una sonrisa en su rostro.

-No se, pero ayer el tanga te asomaba por la cadera y se me ocurrió, jamás pensé que me excitaría… y como estabas dormida… Así quédate, no te muevas.

-¿Te gusto?

-Buena pregunta…

-Dime ¿si o no?

-Si supiera que es lo que me pasó te lo diría.

-¿Has estado con chavas como yo?

-No.

-Y entonces como sabes que no te gusto?

-No lo sé.

-¿Y quieres saber?

Por unos momentos solo se oían los clic de la cámara; yo seguía mis movimientos sinuosos para que él tomara recuerdos digitales y de repente me detuve, lo miré a los ojos y nos besamos. Era un beso de esos en los que sientes que te van a succionar el alma y en los que quieres fundirte con quien te besa.

Su erección había disminuido con la vergüenza pero supongo que con la sesión de fotos se fue componiendo porque sentía un pene duro cuando tomó mi cintura y me apretó a su cuerpo;

Ahora estaba segura de que le atraía y no iba a perder la oportunidad de sentir a ese chico que si bien no era un adonis, tampoco estaba como para desperdiciarlo…

Nos fuimos recostando sobre las almohadas en que apenas había puesto su cabeza mi novio hacía un rato y le fui bajando su pantalón hasta medio muslo. Hice a un lado su trusa y encontré un pene moreno y duro, muy duro.

Me fui subiendo sobre él para acomodarme en un sesenta y nueve. Su pene sabía a semen y estoy segura de que ya llevaba rato jalándosela cuando lo encontré porque olía mucho a ese no se que huelen los penes. No era un miembro descomunal, pero tampoco era ni feo ni muy pequeño. A mi me parecía suficiente.

Recorrí cada centímetro de su virilidad con mi lengua antes de decidir succionarlo. Acaricié sus calientes testículos una y otra vez hasta que me los aprendí de memoria y saboree sus juguitos hasta que, harta de tanto placer me lo metí de un solo empujón a la boca… Me atraganté pero seguí adelante, era un manjar que iba a aprovechar al máximo.

Sentí una oleada de lujuria cuando acomodó mi sexo frente a su cara e hizo a un lado mi bóxer rosa. Comenzó a lengüetear y a jugar con mi pene mientras sobaba mi culito con un dedo que posteriormente fue introduciendo lubricado con saliva.

Se metió mi pene a su boca y succionaba casi con la misma intensidad que yo, solo que a él le costaba trabajo lograr mi erección y yo tenía problemas atragantándome con la de él. ¡Que maravilloso lengüeteo sobre mis partes íntimas!.

Después de un rato, hasta el placer más grande necesita un cambio y me incorporé y saqué un tubo de lubricante de mi cajonera, se lo puse en la mano y besé su pecho, sus pezones… sentí sus vellos contra mis pequeños senos y después besé su cuello con lascivia.

Se levantó y con soltura me puso en cuatro acomodándose detrás de mí y paseó su verga sobre mis nalgas, rodeó mi ano y acarició con la otra mano mi espalda, mis caderas, mis nalgas e introdujo un poco de lubricante con su dedo índice en mi agujerito.

-Házmelo papi, no me hagas sufrir mas.

Sentí que me iba al cielo cuando puso la puntita en la entrada, me tomó de las caderas y empujó despacio; deteniéndose a cada momento para permitirme acostumbrarme y tomar aire, sin embargo no me dolió y no tardó en tenerme completamente ensartada y gimiendo como posesa a cada empujón.

Por el espejo del tocador podía ver sus nalgas apretadas, su espalda arqueada y mis pechos colgando. Todo se movía armoniosamente mientras me cabalgaba. Hasta la música de la radio se ponía a tono con Budda bar de fondo. Mis ojos se llenaban de lágrimas y en mis nalgas sentía como me goteaba su sudor mezclándose con el mío.

-Que rico culito tienes Bere

-¿aja?, mmm, sigue, no pares; ¡cójeme!

Me separó de él y se acostó de manera que me senté sobre él y me deje caer sobre su palo que entró como un pistón llenando todo mi hueco y provocándome un poco de dolor en el fondo. Pero no por eso me detuve, estaba poseída por los demonios de la lujuria y a cada sentón mi escuálido pene soltaba una especie de agüita que no se si llamar preseminal pues era muy delgada y carecía de olor.

Con una mano me sobaba un pecho y pellizcaba un pezón y con la otra me masturbaba; estaba yo a su merced, y yo, sumisa como siempre me dejaba hacer, si me la hubiera sacado en ese momento, habría suplicado que la metiera de nuevo y que no dejara de hacerlo nunca más. Quería tener a ese hombre en mi cama todos los días para sentir sus frenéticos movimientos circulares.

Con agilidad me tiró a la cama y levantó mis piernas sobre sus hombros para penetrarme… Esa posición me gusta por que puedo ver la cara de mi compañero y siento el peso completo de él sobre mi cuerpo, como que me aprieta el estómago y me corta la respiración; eso me ayuda sentir más y mejor.

-Me estas matando Carlos, damelo todo… mmm.

-Ya viene, ya mero viene.

El mete y saca era brutal, yo no podía parar de gritarle lo rico que sentía y el no daba tregua, ente más le decía, mas sabroso lo movía. ¡era un semental!.

Me cogió un ratito más, pero aún el mejor semental debe terminar, y el sacó su pene dirigiéndolo a mi vientre para llenarlo de espumoso y oloroso semen… Chorreó también mi sexo y con esa humedad me masturbó poniéndome en cuatro mientras mordía bruscamente mis nalgas y metía su dedo en mi culo haciéndome vecina de San Pedro.

Yo movía mis caderas sintiéndome la más puta del mundo, apenas anoche había compartido ese lecho con mi novio y ahora estaba aquí con otro revolcándome.

-¿Crees que soy muy puta por tener novio y coger contigo?.-Le pregunté.

-¿te gusta putear?

-Si, me encanta. Mmm. Así, ya mero… ¡uff!

-Muévelo putita, así, no dejas de ser una ramera…

-Ay papito, me matas!

Terminé con un orgasmo de lo más intenso que he vivido y todavía con su dedo dentro de mí y moviendo mis caderas por la inercia.

Nos acurrucamos en la cama y prendió un cigarro que compartimos. Nos olvidamos de la tesis y dormimos un rato abrazados, con los cuerpos sudorosos y calientes todavía. No necesitábamos sabanas ni cobijas, nos teníamos el uno al otro… Por ahora.

Como a las diez sonó el teléfono y despertamos sobresaltados. Cogí el teléfono y miré el identificador; era mi novio.

-Bueno –Busqué una sabana, hacía frío.

-Hola mi vida, ¿cómo estás?

-Bien amor, aquí descansando, ¿Y tu? –contesté mientras con la mano libre tomaba la verga de Carlos y la sobaba.

-También, tuve mucho que hacer, ¿ya se te pasó el coraje? –Y dale, a recordármelo, pero ahora no me podía hacer enojar.

-Si vida, fue lo mejor, estuve haciendo muchas cosas…

-Bueno, solo quería decirte buenas noches, mañana paso por ti temprano, ¿está bien?.

-Mmm, no, mejor te veo en la tarde. Voy a desvelarme por que todavía tengo mucho que hacer; mañana te cuento con detalle ¿si?.

-Perfecto, te quiero mucho Berenice, y perdóname, pero tenía trabajo… tu sabes.

-No te preocupes, yo también te amo, pero mañana me invitas a comer.

-Si cariño, a donde quieras. Hasta mañana.

-Hasta mañana bebé.

Colgué el teléfono, me tapé con la sábana y fui bajando mi cuerpo hasta llegar otra vez al sexo de mi amante; al fin y al cabo, mañana era domingo y hoy podía desvelarme.

Nidia B. García
garcia.rojas@nidiaberenice.com

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