domingo, 2 de junio de 2013

Cambios afortunados (2a parte)


Cambios afortunados (2a parte)




Samantha y yo, seguimos viéndonos, a veces en su casa y otras en la mía, mi amistad con Karina, Belinda y Amalia iba también muy bien, no pasaba un día en la semana que no nos reuniéramos por las tardes en casa de alguna para tomar café y charlar. Fue cuando después de ir a casa de Amalia que me tocaba a mí ser la anfitriona, pero les pedí que hiciéramos la reunión en día sábado con el pretexto de tener algo de trabajo pendiente de la oficina.

El sábado me levanté muy temprano, arreglé la casa, me puse ropa cómoda (de niño) para salir a la calle, pasé por algunas tiendas y me compré un juego de pendientes y gargantilla de fantasía, con un detalles de piedritas color ámbar, un vestido color mostaza por arriba de la rodilla con escote discreto en V sin mangas y un bolso color chocolate con detalles en color crema, me apresuré lo más que pude pero aún así llegué después de medio día al apartamento. Apenas llegué comencé a arreglarme, combiné el atuendo con unas sandalias de tacón de 15 cms. y plataforma de 4 cms. tipo botita con aros dorados al frente, pero no pude ponerme los pendientes ya que aún no me había perforado las orejas y los pendientes eran de ganchito, así que opté por unos aros que entraban a presión en color café, por último culminé con una peluca castaña oscura lacia de largo por encima a los hombros. Tuve tiempo de comer algo de fruta antes de que llegaran mis amigas, tocaron a la puerta y les abrí con toda naturalidad, el resultado para mi fortuna fue el mismo que con Samantha, me llenaron de elogios y alguna hasta sugirió que debería presentarme a trabajar así, yo lo tomé a broma y seguimos charlando, pero Belinda insistía con lo del trabajo, Amalia se unió a Beli y mientras Karina, observaba divertida, de pronto ella dirigió su atención hacia el estuche que había dejado en la mesa del comedor, se levantó y fue por él, lo abrió e interrumpió las risas de mis amigas.

-miren lo que algún galán le regaló a nuestra amiga-

-uuuuuuy- dijeron Beli y Amalia

-es de fantasía y yo lo compré-

Karina inmediatamente me interrogó -¿porqué no te lo pones?-

-es que no me fijé que los pendientes tienen ganchitos, no los puedo usar-

-eso no es problema, si quieres yo te hago los hoyitos-

-¡ay sí! Hace mucho que debiste hacértelos- dijo Amalia

-no sé, ¿creen que haya problemas en el trabajo?-

-para nada amiga, yo creo que simplemente despejarías algunas dudas jajaja- me respondió Karina

No sé que me pasó, tal vez el mirar los hermosos pendientes e imaginarme que ahora ya no tendría que contenerme para comprarme los pendientes que quisiera, ni pasar horas recorriendo tiendas buscando pendientes con broches. Solamente esa idea retumbó en mi cabeza.

-ok, está bien, tienen razón, Kari hazme los hoyitos en las orejas-

Inmediatamente, Karina fue a la cocina por unos hielos, me pidieron alcohol, algodones  y una aguja lo más gruesa posible, como toda mujer precavida, tenía un pequeño costurero con varias agujas, además tenerlo en casa se me hacía algo muy femenino, así que escogieron una aguja un tanto gruesa y larga. Karina y Belinda sostuvieron el hielo contra cada lóbulo de mis orejas, Amalia limpió la aguja con alcohol y un algodón, después cambió de lugar con Karina, después quitó el hielo de mi oreja y mientras me frotó con el algodón me preguntó si lo sentía, le dije que sí, entonces dejaron el hielo por unos minutos más,  entonces Karina me volvió a preguntar si sentía algo, cuando le dije que no, solamente percibí un poco de presión, luego volvió frotar el alcohol por unos segundos y me colocó el pendiente, luego repitió la operación con mi otra oreja, dio una última pasada con el algodón empapado en alcohol en cada oreja y después me llevó al baño, tapándome los ojos, Beli y Amalia nos seguían, Karina me puso frente l espejo y me descubrió los ojos, pude ver mi imagen luciendo esos hermosos aretes, una lágrima corrió por mi rostro y la abracé muy fuerte, le di las gracias y ella me dijo que no debería quitármelos al menos en una semana para que no se cerrara el canal.

-Karina, pero no puedo ir al trabajo usando estos pendientes-

-lo sé amiga, pero no hay otra forma, si no se cerraran los canales y tendríamos que volver a hacerlo y legará un momento que ya no podré perforarte la orejas- mintió, o al menos eso creo ahora.

-pero tranquila, ya se nos ocurrirá algo, es más creo que si te ponemos algo de hilo transparente nadie lo notaría-

-no, creo que mejor si me reporto enferma, no tengo una sola falta, además tengo diseños adelantados para semanas enteras-

-pues creo que con cinco días que no te los quites y luego si los usas por las tardes no se cerrarán-

-muy bien, pero voy a necesitar de su ayuda, para que mencionen a todos que me han visto enferma-

Amalia entonces ofreció conseguir una receta médica con un amigo suyo, ella misma la llevaría al trabajo, todas asintieron y acordamos que llegaría a trabajar el día viernes. Pero entonces algo más pasó, Amalia me dijo que si quería podría llevarme con el doctor, para que me recetara unas hormonas y luego sonrió maliciosamente, yo riendo nerviosa le dije que sí, pero aunque lo tomé a broma, Belinda sugirió que saliéramos a celebrar por los cambios y riesgos que estaba por asumir, yo me negué, pero era demasiada su insistencia, la imagen en el espejo me daba vueltas en la cabeza, les dije que antes tenía que hacer una llamada, ellas me miraron extrañadas y les aclaré que de ello dependería si salía o no, aunque no lo entendieron lo aceptaron, fui por mi móvil y les pedí que me dejaran sola un momento, entonces con el corazón dándome tumbos, marqué, apenas luego del segundo tono Samantha contestó:

-hola Alexia, ¿cómo estás?-

Yo solamente le dije –estoy lista-

-voy para allá amiga, no te muevas-

Colgó y yo salí al pasillo a ver a mis amigas.

-ustedes ganan, pero vamos a esperar a otra amiga-

-¿a quién? ¿a Samantha? ¿Tu amiga de la que tanto nos hablas?-

-sí, le prometí que cuando estuviera lista ella me acompañaría, es muy agradable les va a caer muy bien-

-pues yo creo que si ella sola logró lo que nosotras 3 no, debes quererla mucho-

-sí, pero bueno, pensé que si podía acompañarnos sería una señal para poder salir, no crean que ustedes no tuvieron nada que ver-

Me fui a cambiar, como ya estaba oscureciendo me puse una blusa de cuello alto, jeans y botas altas a la rodilla, cambié un poco mi maquillaje para hacerlo un poco más oscuro y casi cuando estaba terminando Samantha llamó a la puerta, salí a abrirle y luego de un breve abrazo la invité a pasar y le presenté a mis demás amigas, pronto todas estuvimos en la misma sintonía, iríamos a un café un poco escondido con poca gente que conocía Samantha, logró convencernos bajo la promesa del mejor pastel de queso con zarzamoras de nuestra vida.

Fuimos en el auto de Samantha, tardamos poco más de una hora en llegar que a mí se me hizo un segundo, yo como tenía miedo de cometer un error o que mi voz perdiera su tono por los nervios, les pedí que alguna ordenara por mí, jijiji, un capuchino con canela y una rebanada de pastel, Belinda me dijo que ella pediría por mí, mientras me trataba de tranquilizar con unos cuantos halagos, llegamos al café, descendimos del auto y caminé algo nerviosa tomada del brazo de Belinda, cuando entramos en el saloncito que conformaba el café, que se encontraba decorado al estilo rústico, solamente había dos mesas ocupadas, en una estaba una pareja de adolescentes y en otra una tercia de chicas que charlaban muy animadas.

Nos sentamos a la mesa mientras yo aún moría de nervios, cuando el mesero Beli cumplió con su promesa, ella fue quien ordenó por mí, justo lo que había acordado con ella, en fin luego de que llevaron lo que pedimos obviamente cinco rebanadas de pastel el primer bocado me llevó a un mundo maravilloso, de verdad era el mejor pastel de zarzamoras que había probado, quise devorarlo casi al instante, pero entonces la idea de las calorías, las horas que tendría que caminar para quemar ese pastel me hizo comerlo más lentamente, disfrutando cada cucharada, mientras estaba sumergida en mis pensamientos Samantha río algo más fuerte de lo normal.

-estamos de acuerdo todas jajajaja-

-¿eh? Perdón no te escuché-

-ay amiga, mírate, estás sentada y te contienes para devorar ese delicioso pastel, ¿es el mejor que has probado no?-

-la verdad que sí, lo más sabroso que he probado en mucho tiempo-

-¿después de Javier no?- culminó Samantha mientras yo me sonrojaba.

-¿no les contó?-

-¿de Javier? Claro, es algo como oficial para ser amiga de Alexia-

Con ese último comentario todas reímos al unísono, siguieron charlando de varias cosas, algunos chismes de celebridades, romances del pasado, moda y algunas anécdotas algo picantes, con breves intervenciones mías al principio, hasta que empecé a participar activamente en la conversación. Sin darme cuenta, como lo más natural del mundo pedí al mesero un capuchino igual, me quedé pasmada, mis amigas lo notaron.

-¿se dieron cuenta?-

-¿de qué de repente te quedaste callada? Sí, lo notamos-

-no, acabo de pedir otro capuchino, creo que ya no hay miedo-

-salir era lo único que te faltaba amiga-

Nuevamente las risitas no se hicieron esperar, pero en ese momento me di cuenta que no solamente era mi primer salida como mujer con amigas, era un momento de pruebas. Karina se levantó de la mesa y me preguntó si la acompañaba al baño, yo acepté gustosa, por eso del cliché de que las mujeres nunca vamos al baño solas y que es cierto.

Por supuesto entramos al baño de nenas, Kari ocupó un lugar mientras yo aproveché para retocarme los labios, peinar un poco mi peluca y ponerme un poco de perfume, cuando Kari salió me descubrió precisamente aplicando los últimos rocíos de perfume.

No me dijo nada, solamente se acomodó un poco el cabello y regresamos a la mesa. Seguimos charlando hasta que Samantha sugirió ir a otro lugar, casi nada, un Chip n Dale, la idea me ilusionó, compartimos la cuenta y fuimos en su auto, yo más confiada ahora hasta cantaba algunas canciones en el camino.

Llegamos a un lugar en el centro de la ciudad, un sujeto alto y muy musculoso custodiaba la entrada, nos dejó pasar sin problemas, la verdad es que a comparación del café, el lugar parecía un campo de futbol. Cuando entramos un chico moreno, súper marcado y de rasgos duros bailaba con una minúscula tanga roja, sus músculos bronceados, su abdomen perfecto y su tremendo bulto me hicieron imaginar mil posibilidades.

Nos sentaron en una mesa cerca de la pista, desde allí veía asombrada esos perfectos especímenes masculinos, al punto que cuando pude darme cuenta yo también gritaba y emocionaba igual que mis amigas, chico tras chico que pasaba me ponía a mil, mientras las piñas coladas volaban de nuestra mesa.

Ya era de madrugada cuando salimos, en el camino un poco aturdidas por lo que bebimos regresamos a mi apartamento, en el trayecto Amalia dijo:

-vaya que hoy te liberaste Alexia-

-si hubiera sabido antes de todo lo que me estaba perdiendo-

-pero dime ¿qué te gustó más?- preguntó Samantha

-mmmm, yo creo que el pastel jajaja-

Todas rieron conmigo, más cuando agregué –el delicioso pastel que el bombero llevaba entre las piernas-

Mis amigas me dejaron en casa y se fueron, pero pese a todo lo que viví aquella noche, algo me retumbaba en mi cabeza… lo que me dijo Amalia de ir con el médico a un tratamiento hormonal.

Al otro día me levanté un poco tarde, estaba algo ronca por el humo de los cigarrillos y las piñas coladas heladas que estuvimos bebiendo, así que aproveché para llamar a mi jefe y decirle que me sentía algo mal, que quizás no me presentaría a trabajar por unos días, luego llamé inmediatamente a Amalia, para acordar la receta de su amigo el médico, así que me dijo que deberíamos ir a verlo, que ella lo contactaría y me avisaría a que hora nos podría recibir. No pasaron ni 30 minutos cuando me devolvió la llamada, solamente me dijo –arréglate en una media hora estamos allá- yo solamente me quedé sorprendida, volví a marcarle y me aclaró, iban a ver a Alexia no a Martín.

Comencé a arreglarme creo que con más conciencia que antes, por alguna razón quería lucir mucho más femenina para el amigo de Amalia, así que opté por un vestido de gasa pegado al cuerpo, sin mangas al borde del cuello, ka verdad muy corto, con una peluca rubia, me puse la gargantilla ya que no me había quitado los pendientes, luego me maquillé en tonos rosados y pinté mis uñas también de rosa, luego culminé con el perfume y unas hermosas zapatillas con tacón de 15 cms y plataforma de 4 cms, en color fiusha con un delicado moño al frente.

Me senté en la sala a esperarlos, pocos minutos después Amalia estaba llamando a la puerta, Joaquín era el nombre de su amigo médico, era joven, tendría a lo mucho 30 años, inmediatamente que entró me saludó muy cortésmente, los invité a pasar a la sala, nos sentamos a charlar un poco sobre trivialidades, hasta que él me entregó la receta y me preguntó.

-tengo entendido que querías hablar de algo más conmigo-

-sí, la verdad es que me gustaría comenzar un tratamiento de reemplazo hormonal-

-¿cómo? ¿es para ti?-

Amalia dejó escapar una sonora carcajada.

-te lo dije Joaquín, no lo ibas a creer-

-la verdad yo pensé que Martín era tu hermano o algo así-

-pues no, el tratamiento es para mí-

-mmrrr- carraspeo un poco Joaquín –ok, pero bueno, como médico no puedo darte el tratamiento que esperas así de fácil, se requieren ciertas reglas, en primer lugar necesito que acudas a terapia psicológica, así veremos si es lo más viable, además bueno, yo te enviaría con un endocrinólogo para que llevaras a cabo tu tratamiento-

-sí, estoy consciente de todo eso, ¿podrías recomendarme con alguna psicóloga? preferiría que fuera una mujer, tú sabes, a los hombres a veces les gana al machismo-

-no te preocupes, creo que puedo enviarte con alguien de confianza-

Me dejó su número telefónico y luego de unas cuantas tazas de café más, Joaquín se retiró, Amalia se quedó un poco de tiempo más.

-oye ¿no crees que exageraste un poco con el atuendo amiga?-

-creo que sí, pero no sé, de alguna manera me interesaba mucho que Joaquín me viera súper guapa y femenina, era como si buscara su aprobación-

-pues sí, creo que te comprendo, aunque algo es seguro, me tendrás que prestar esos zapatos alguna vez jajajaja-

-claro amiga, cuando quieras-

-por cierto, le pregunté antes a Joaquín del tratamiento, riesgos y demás-

-¿y qué te dijo?-

-que había algo que podías tomar, que los efectos serían más psicológicos que físicos y que te ayudarían mucho-

-dime ¿qué medicamento es?-

-tranquila, cómo Karina hizo algo por ti, yo también quise cooperar a mi modo-

De su bolso sacó una caja, estaba envuelta para regalo, al abrirla encontré un par de cajas de pastillas anticonceptivas Microgynon, le agradecí con un abrazo.

-debes tomar solamente dos al día, no tendrás problemas de ningún tipo con tu hígado o tu salud-

-gracias amiga, eres la mejor-

-no me agradezcas amiga, hay algo que quiero pedirte a cambio-

-Amalia ¿de qué hablas?-

-tranquila, no habrá nada entre tu y yo, pero me gustaría hacer algo, algo que no puedo hacer por tabúes sociales-

-Amiga, es que a mí me gustan los hombres nada más y-

-no tonta, ya te explicaré luego ¿si?, te lo explicaré con tiempo cuando estés recuperada de tu enfermedad y puedas salir a la calle jajajaja-

-está bien amiga, luego me lo explicarás-

Después de esto se fue, mientras que yo no tenía idea alguna de lo que quería.

La semana pasó normal, con algunas visitas de mis amigas y sin quitarme los pendientes claro, para mejorar todo y como de verdad no tenía pendientes en el trabajo, por el contrario había adelantado semanas enteras, así que en el trabajo me dieron la semana completa.

Cuando pasó la semana los orificios en mis orejas ya estaban bien, de cualquier forma por las tardes siempre usaba pendientes y lo mejor de todo es que ahora eran de cualquier tipo, aunque Joaquín seguí sin darme respuesta de lo de la psicóloga.

Para el siguiente lunes todo iba normal, aunque yo sentía que sí, nadie parecía notar que me había perforado las orejas, de cualquier forma agradecí a mi jefe los días de descanso.

Amalia se acercó a mí casi a la salida, espero a que las demás se fueran y ofreció acompañarme a casa.

-hoy deberíamos comer juntas, para charlar de lo que te quiero pedir-

-está bien amiga, pero espero que no sea algo muy loco-

-no, solamente será por un fin de semana-

-me asustas-

-no, vámonos y te explico-

Subimos al coche y ella comenzó a contarme de su infancia y adolescencia, pero me explicó que tenía un hermano menor, 4 años más chico, pero pese a su corta edad era algo agresivo, tanto que un día cuando ella tenía 12 y él 8, por un disgusto acerca de un programa de televisión él le lanzó un adorno que casi le da en la cara, así que su mamá en castigo, le dijo que a Amalia que lo vistiera con uno de sus viejos vestidos y que él tenía que comportarse durante una semana como niña para que aprendiera a ser más considerado con las mujeres. El castigo dio resultado, pues después solamente bastaba con recordarle aquella semana para que moderara sus acciones.

-así que ahora tengo la idea de hacerlo con un chico, pero tú sabes, nadie acepta-

-quieres que me convierta en tu muñeca ¿verdad?-

-sí, mira, lo único que tendrás que hacer es ir de hombre, acompañarme, decir que eres mi hermano mayor y dejarte llevar-

-mmmm acepto pero si soy tu hermano menor-

-está bien, pero bueno debo decirte que algunas cosas resultaran un poco difíciles y tendrás que vencer varios miedos-

-pero tú me acompañaras en todo momento-

-sí, eso tenlo por seguro-

Ella me contó a detalle lo que quería hacer y aunque había cosas que me aterraban, no dejaba de pensar en lo excitante que resultaba su plan, en cómo me obligaría a vencer muchos de mis temores. Habíamos señalado el día sábado para cumplir su plan.

Muy temprano pasó por mí, entró en mi departamento y me pidió que me pusiera un conjunto sport de ella, se veía algo viejo y me quedaba un poco grande, era de color azul cielo con un par de franjitas blancas a los lados.

-anda ponte esto para que nos vayamos-

-pero Amalia, me dijiste que querías que fuera de chico-

-sí, pero bueno, solamente déjate la ropa interior-

-pero Amalia…-

-anda, por favor, se nos hace tarde-

Finalmente accedí, subimos a su coche y emprendimos el viaje a una plaza comercial al otro lado de la ciudad. Apenas llegamos Amalia me condujo a una tienda de lencería, iban abriendo, fuimos las primeras clientas del día.

Amalia saludó a una de las empleadas y dijo

-tengo un problema, hoy descubrí a mi hermano usando mi ropa vieja, míralo, me ha confesado su deseo de ser mujer y quiero ayudarla, comenzando por su apariencia, pero cómo tú sabes, para sentirse linda se debe comenzar desde adentro-

Vi cómo dejó un billete envuelto en su mano, a lo que la empleada inmediatamente sonrió y asintió con la cabeza.

-tranquila hermanita, aquí nos van a ayudar-

Yo solamente reí con algo de nerviosismo.

-¿cómo que le gustaría?- me preguntó la empleada, pero Amalia intervino inmediatamente.

-creo que comenzaremos por unos conjuntos en rosa, con encaje, creo que una copa b estarían bien-

La empleada me miró y como un rayo recorrió la tienda llevando varios coordinados de bra y panty todos en rosa y con encajes. Amalia escogió 3, luego en negro, después en lila y al final yo ya en mi papel escogí uno verde ante la mirada morbosa de la empleada.

-bueno hermanita, yo creo que debes comenzar con éste- me entregó uno coordinado rosa con blanco muy delicado con encajes en los bordes y de copa armada. Luego le preguntó a la empleada donde me podría cambiar, así que me llevó a la parte trasera de la tienda donde por orden de Amalia, mis boxers de chico terminaron en la basura, lo cual no me molestó en lo absoluto. Después de que salí, con Amelia, me tomó del brazo y me encaminó a otra tienda.

Luego me llevó a otra tienda, era de ropa casual, ella entró primero y repitió la misma historia, además de dar un billete a la empleada, inmediatamente me pasaron mucha ropa y comencé a probármela, con la primer prenda, Amalia me entregó un par de medias rellenas de semillas de arroz.

-¿y esto para qué?-

-para simular los senos tonta-

-ay, me hubieras dicho y hubiera traído los explantes que tengo en casa-

-me olvidé de decírtelo-

-sí, pero… está bien, dámelas- me las metí en el sostén y aunque no armaban también como los explantes que tenía en casa lograban un aspecto satisfactorio.

Nuevamente ante la mirada morbosa de la dependienta, me probaba las prendas mientras Amalia alardeaba de lo afeminado que era su hermanito, de cómo me había descubierto y sobre todo de cómo le supliqué me ayudara a ser mujer, pero lejos de causarme cualquier molestia me comenzaba a divertir de lo lindo, solamente la interrumpía para exagerar su historia preguntándole si me veía gorda con alguna prenda o si me quedaba bien.

Al final salí con tres bolsas llenas hasta el tope, unos jeans entubados y una blusa rosa con dibujos tipo tribales en color blanco con brillantinas rosadas, luego me llevó a una zapatería, donde se repitió la historia y terminé con tres pares de zapatos nuevos y de la que salí llevando unas hermosas sandalias rosadas de tacón de 9 cms, junto con un bolso a juego, por último me llevó a una estética donde me maquillaron y amablemente consiguieron una hermosa peluca castaña, ondulada por debajo de los hombros que también peinaron de una manera muy femenina.

Un pequeño sequito de morbosos mirones ya nos seguía, podía casi escuchar como murmuraban, nos detuvimos en el área de comida a tomar un refrigerio, mientras yo juraba que podía escuchar los comentarios de la gente que nos había seguido desde la tienda de ropa. Amalia me dijo que estaba contenta con lo que había hecho, que era hora de irnos, de camino a la salida en un aparador vi un hermoso traje sastre en color beige, con falda por encima de la rodilla, no me resistí y le pedí que me prestara dinero para comprarlo, así que hicimos una última parada. Me probé el traje que me quedaba hecho un sueño, nos dirigimos a la caja para pagarlo pero la cajera me dijo que ya estaba pagado, entonces señaló a un hombre un tanto maduro, cómo de 50 años, me sonrió cortésmente y se presentó.

-buenas tardes, espero que no se ofenda, me llamó Carlos, es un placer-

Amalia iba a presentarme cuando le interrumpí.

-Brenda, me llamo Brenda, mucho gusto-

Amalia me miró algo sorprendida, pero comprendió inmediatamente lo que pasaba.

-si me lo permiten me gustaría invitarles una copa-

-aceptamos- dije al instante

-muy bien, poseo un apartamento algo cómodo a unas calles de aquí-

-me parece perfecto, lo seguiremos en nuestro auto-

Él nos acompañó al coche y quedamos de vernos en la salida sobre la calle mientras él iba por su automóvil, ya en el auto me preguntó Amalia que pasaba.

-¿Brenda?-

-sí, jijijiji, creo que es el nombre ideal para tu hermanito menor-

-vaya, sigues en tu papel hermanita-

-la verdad lo disfruté mucho-

-pude darme cuenta, oye y respecto a la ropa-

-no te preocupes, te la pagaré- le interrumpí

-no, es un regalo no tienes idea de cuanto disfruté todo esto, hacía mucho que quería hacerlo-

-ay amiga er… digo, hermanita, ya que insistes-

-bueno y ahora que vamos a hacer con ese señor ¿lo vamos a esperar?-

-es guapo ¿no crees?-

-sí pero algo mayor, no puedo creerlo, estás pensando de verdad en ir con él-

-sí, me di cuenta de que nos venía siguiendo desde la primer tienda, además fue muy amable al pagar por el traje-

-pudo haberlo hecho antes jajajaja-

-jajaja, tienes razón-

-de cualquier forma ¿no crees que sea riesgoso?-

-no, pero por si acaso vamos a llamar a las demás para decirles donde estamos y hay que asegurarnos que nuestro anfitrión lo sepa-

Un ligero claxonazo nos sacó de la charla, era un auto lujoso, de color negro, Carlos nos indicó seguirlo.

Nos condujo por unas pocas calles efectivamente, llegamos a una zona exclusiva de la ciudad, estacionamos los automóviles en el sótano de un edificio bastante lujoso, Carlos se apresuró a abrir la puerta, yo mientras ya tenía lista una bolsa con algo de la ropa nueva. Bajé del auto y Amalia hizo lo propio mientras por el celular señalaba a nuestras amigas en donde estábamos, noté que Carlos no le dio ningún tipo de importancia.

Esperamos a Amalia, nos dirigimos al ascensor, en donde Carlos sacó una llave que accionó el elevador, me di cuenta de que nos dirigíamos al Pen House. Al llegar quedamos anonadadas con el lujo del lugar, le pedí que me señalara un lugar donde poder cambiarnos y ponernos algo más adecuado, Amalia me miró algo sorprendida, entonces Carlos nos llevó a una de las habitaciones, era enorme, una cabecera de madera oscura sobresalía en la habitación que tenía una cama king size, la decoración tenía un toque selvático pero de muy buen gusto. Rápidamente le señalé a Amalia una falda negra y una blusa blanca, ya que llevaba unos zapatos negros en punta de tacón medio, yo mientras me puse una blusa roja de manga tres cuartos y una falda blanca, junto con unas sandalias zapatillas nude con tacón de aguja de 12 cms con una cintilla al tobillo y plataforma ligera. Nos retocamos un poco el maquillaje y fuimos a la sala, donde nos esperaba nuestro anfitrión que se había puesto una bata de descanso roja con negro. Nos ofreció algo de beber, una copa de vino blanco para nosotras y el tomó un whisky en las rocas.

-quiero aclararles que las vi desde que estaban en aquella tienda de lencería, yo soy dueño de la joyería de enfrente, así que no pude evitar ver pues, que había un chico usando un ropa de mujer comprando sostenes y braguitas-

-sí, mi hermana me está ayudando, es que me descubrió usando su ropa vieja y tuve que decirle la verdad, quiero ser mujer-

-algo así imaginé- dijo con sonrisa maliciosa Carlos y prosiguió –por eso supe que tenía que conocerlas, siempre quise tener un chico cómo tú para convertirlo en una hermosa mujercita-

Yo con mucha coquetería me senté a su lado y le pregunté si era en realidad lo que deseaba, noté que comenzaba a despertarse algo por debajo de su pantalón, él afirmó con la cabeza y yo me acerqué para que me besara. Él comprendió inmediatamente y su lengua se abrió paso entre mis labios, acariciando mi lengua, mientras sus manos férreas me tomaban por la cintura, Amalia observaba divertida y sorprendida, pero su cara se transformó cuando le dije a Carlos.

-nada más que hay una condición papito, si quieres hacerme una mujercita de verdad, tendrá que ser frente a mi hermana, para que ella vea que de verdad aproveché su ayuda-

Carlos asintió con la cabeza y la expresión de estupefacción de Amalia se tornó en perversión total  al ver como Carlos me tomaba por los glúteos y me besaba frenético, besaba mi cuello, mis labios, mordisqueaba suavemente mis orejas y yo empezaba a gemir, hábilmente sacó el relleno de mi sostén y mientras con una mano acariciaba mi sexo, con la otra daba pesquillitos suaves y lujuriosos en mis pezones, mis manos se aferraban a su cuello intentando acercarlo más a mí, mientras buscaba que sus pene rozara mis glúteos por encima de la ropa, comenzó a desabrocharme la falda mientras yo me sacaba la blusa, en un instante solamente tenía puesta el coordinado rosa y las zapatillas, le quité la bata y sentí su pecho velludo contra mi piel, cómo pude le quité el cinturón y él sin dejar de retorcer mi pezoncito izquierdo se bajó los pantalones, yo seguí con lo demás, él me bajó uno de los tirantes del sostén, mientras besaba mi hombro y con una mano tocaba mi sexo con la otra empezaba a masajear mis nalguitas, gemía como una loca y yo misma empecé a bajar mi panty, él lo notó y me besó apasionadamente mientras terminaba de despojarme de mi panty, mi colita estaba empezando a hervir de deseo. Luego me levantó tomándome por los muslos y me recostó en la alfombra, mientras yo le suplicaba entre gemidos –hazme mujer, hazme mujer- él respiraba agitadamente y apenas alcanzó a contenerse para sacar un condón, el cual le arrebaté y abrí mientras me lo colocaba en la boca, él reaccionó inmediatamente poniendo su pene a mi alcance, le puse el condón con maestría y comencé a mamar, el sabor a vainilla del preservativo y el aroma a latex me ponían loca, era una combinación maravillosa, él me preguntaba si me gustaba y yo le decía que sí intensificando las chupadas, durante varios minutos estuvimos así, Carlos bufaba y pese al delicioso trozo de carne en mi boca se escuchaban los gemidos que daba, hasta que Carlos la sacó de mi boca y me recostó nuevamente en la alfombra, yo abrí mi


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