miércoles, 5 de marzo de 2014

CAÑOS DE MEKA

Hola a tod@s!!! Quiero presentarme ante todo: soy Silvia, chica travesti de closet, aficionada desde siempre a la ropa femenina y a tomar un rol de mujer en mis relaciones íntimas aunque, claro está, esto lo hago en la intimidad, cuando estoy sola. Soy del Sur de España, de una localidad costera y tengo 39 años. Soy casada, aunque plenamente bisexual, alta, casi 1’80, ojos azules y castaña natural, con un cuerpo que, aunque no sea de gimnasio, no está nada mal, y sobre todo cuando me transformo en una zorrita complaciente, sobre todo cuando me pongo mi peluca rubia. Ya digo que siempre me ha gustado la ropa de mujer, la lencería, vestidos provocativos y sexis que tengo que guardar en un lugar secreto junto con mis pelucas, maquillajes, etc., para que no los encuentre nadie y descubra mi “secreto” íntimo y mis gustos. Más de una vez he tenido que guardar mis cositas en el maletero de mi coche, sobre todo cuando ha habido zafarrancho de limpieza o pintura en casa… Lo que le he contado a Tanya ocurrió hará aproximadamente 5 ó 6 años, una tarde de verano en que me encontraba sola en casa debido a un viaje que había tenido que hacer mi mujer por motivos de trabajo. Iba a estar fuera dos semanas, casi 3, así que podía subir mi caja de los secretos a casa, y no era raro el momento en que estaba en casa vestida de mujer, maquillada, etc., aunque esa tarde había vuelto de la playa y estaba en el sofá viendo la tele y curioseando por internet. Sentí de repente el deseo de entrar a un canal multichat, al grupo de travestis, más que nada para echar un rato de charla y conocer gente interesante o chicas con mis mismos gustos. He de decir que estoy totalmente depilada, sólo un poco de pelito justo encima de mi sexo para simular un pubis femenino, y allí estaba yo, tirada en el sofá desnuda después de haberme dado una ducha para quitarme la sal y darme una crema suavizante por todo mi cuerpo. Empecé a charlar con gente, sintiendo como poco a poco empezaba a sentirme excitada, cuando un anuncio me llamó la atención. Era de una chica de una localidad costera cercana a la mía, así que le mandé un mensaje privado esperando su respuesta, cosa que hizo al poco rato e iniciamos la conversación, diciéndome ella que se llamaba Andrea, que era alemana, y que compartía mis gustos y aficiones. Al cabo de casi una hora de estar charlando surgió el comentario de la posibilidad de tener un encuentro, cosa a la que no se negó, citándome en su casa, así que repasé mi depilado, metí en un bolso de viaje un conjunto negro de tanga, sujetador, liguero y medias (todo negro), junto con mi neceser de maquillaje, mi peluca rubia, un vestido negro con falda a media pierna y unos zapatos de tacón que estilizaban mis piernas y realzaban mi culito, haciéndolo más redondito y respingón. Ya con todo preparado cogí mi coche y me dirigí hacia el lugar de la cita, llegando una media hora después, aunque me costó encontrar su casa ya que se encontraba en una urbanización un poco apartada y liosa. Cuando llegó a su casa me estaba esperando en la puerta, reconociéndola inmediatamente, y lo que vi (aunque las dos vestidas como chicos) me gustó. Era un poco más alta que yo, con un cuerpo bastante estilizado, rubia natural con el pelo un poco largo que me imaginé bien cepillado, y unos ojos azules que me hipnotizaron al instante. Pude ver una piscina en uno de los lados del jardín, llegando hasta mi nariz un agradable aroma a comida, explicándome ella que había pensado que podíamos cenar juntas esa noche y que había preparado un poco de barbacoa. Acepté inmediatamente, más que nada porque después de todo el día en la playa tenía un poco de hambre. Le pregunté que dónde podía dejar mis cosas y me llevó hasta un dormitorio para que soltase el bolso que todavía seguía colgado de mi brazo. En ese momento fue cuando me llevé la primera sorpresa de la tarde, ya que ella me dijo que hacía muy buena noche, con una agradable temperatura, y que si me parecía podíamos cenar las dos en bikini. Aunque la idea me gustó le dije que no llevaba bikini, diciéndome ella que no me preocupase, que ella tenía varios y que podía escoger el que quisiera. El chalet tenía unos altos setos que impedían que nadie nos viese, así que acepté. Abrió un cajón y sacó varios, decidiéndome por uno rojo de tanga y su pareo compañero y unos zapatos de tacón rojos también que vi y que le pedí prestados. Me maquillé, me puse mi peluca, unos pendientes y un collar y unas pulseras. Me iré al espejo antes de salir y, satisfecha del resultado, me dirigí al jardín. He de decir que ella se había estado cambiando en otro cuarto, y que cuando la vi al salir sentí un terrible deseo por ella. Se había puesto un bikini amarillo que resaltaba en su piel morena, se había cepillado el pelo como yo me había imaginado y se había maquillado. El resultado es que estaba guapísima. Me recibió con un beso en la mejilla, respondiéndole yo de la misma manera, mientras su mano me tendía un mojito que, la verdad, estaba delicioso. Me dijo que su secreto era que tenía un par de limoneros en el jardín así como plantas de yerbabuena, por lo que el resultado, aparte de riquísimo, era totalmente natural. Podría extenderme contando cómo fue la cena, cosa que os resultaría tediosa, así que sólo os diré que estuvo deliciosa, mientras los mojitos seguían cayendo. Ya habíamos cogido confianza y nos sentíamos bien una con la otra. Durante la cena empezamos a acariciarnos y a darnos besitos de vez en cuando. Podía sentir como su mano recorría mi culito casi desnudo, contacto que me encantaba y me erizaba la piel. Sin decir palabra me quité mi pareo, los zapatos, y me dirigí a la piscina para darme un baño, haciéndole un gesto para que me acompañase. Allí dentro del agua comentábamos la buena noche que hacía, hasta que en un momento dado estábamos muy cerca. Nos miramos a los ojos y sentí deseos de besarla. Acerqué mis labios a los suyos y nos besamos juntando nuestras lenguas mientras nuestras manos no se estaban quietas y recorrían nuestros cuerpos. Estábamos realmente excitadas, podíamos sentirlo, y en un momento dado ella me hizo parar. Se acercó al borde de la piscina y de un ágil salto se sentó en él. El agua me llegaba por debajo del pecho, así que no tuve problema para entender la invitación que me estaba haciendo. Me acerqué a ella y empecé a acariciar sus piernas, besándolas, echando ella de vez en cuando el cuerpo hacia delante para volver a besarnos. Mi mano recorría su entrepierna, el suave tacto de la licra de su braguita, pudiendo notar como su polla ya empezaba a ponerse dura. Aparté la tela un poco y empecé a darle besitos, a lamerla, recorría con mi lengua sus huevos y me los metía en la boca mientras la masturbaba suavemente, hasta que no pude aguantarme y me la metí en la boca para chupársela, sintiendo en la nuca sus manos guiándome, mientras la miraba a los ojos con mi boca llena de su pene. Me la sacaba de la boca de vez en cuando para restregarla por mi cara, para lamerla, y me la volvía a meter en la boca, hasta que me anunció que se iba a correr, así que aceleré el ritmo de mi boca hasta que sentí los chorros de su leche en mi garganta, no dejando que se desperdiciase ni una gota. Volvimos a besarnos, notando el sabor de su semen. Estuvimos allí tumbadas en la hierba besándonos y acariciándonos, hasta que decidimos continuar dentro de la casa. He de decir que durante todo ese rato yo no me había tocado, por lo que estaba terriblemente excitada y cachonda, deseando sentir su culito o al menos su boca haciéndome lo mismo. Dentro de la casa nos duchamos las dos juntas después de la piscina. Debajo del chorro de agua nos enjabonábamos una a otra sin dejar de besarnos, hasta que nos salimos para acicalarnos de nuevo. Volví a la habitación y me vestí con la ropa que yo llevaba. Me ajusté mi peluca, me retoqué el maquillaje y salí al salón, donde ella me esperaba. Pude notar sus ojos fijos en mi cuerpo, gustándole como lucía yo. Ella se había puesto un vestido parecido al mío pero de color azul y lencería blanca. Sin decir palabra me acerqué a ella y volví a besarla allí sentadas en su sofá. Nuestras manos seguían acariciándonos, empezando a quitarnos los vestidos con tranquilidad, besando cada parte de piel que quedaba al descubierto, quedándonos las dos sólo con nuestros conjuntos interiores. Su mano acariciaba mi polla por encima de mi tanguita y, de repente, la apartó a un lado para dejarla libre, masturbándome sin dejar de besarme, hasta que bajó su cabeza para empezar a mamármela como no lo había hecho nadie nunca. Yo no paraba de gemir del gusto que me estaba dando deseando probar su apetitoso culito y, haciéndola parar, la cogí de la mano y nos encaminamos al dormitorio. Caímos las dos en la cama, volviendo ella a chupármela, hasta que paró y poniéndose de a 4 en la cama me pidió que la follase, invitación que no rechacé. Allí expuesta empecé a lamer su ano para lubricarlo bien, metiéndole un dedo que al poco roto ya fueron 2 y hasta 3. Me sorprendió lo tragón que era su culo, ya que mis dedos entraron sin dificultad, pero la sorpresa vino cuando intenté penetrarla. No quería ser violenta, así que empujé despacio, pero me quedé alucinada cuando mi polla entró de un solo golpe dentro de ella. Empecé a moverme despacio, disfrutando del momento, hasta que empecé a acelerar, follándola deprisa mientras ella gritaba como una loca, gozando del ritmo de mi follada. Miraba la excitante imagen que me devolvía el espejo de dos rubias deliciosas, una enculando a la otra, hasta que le anuncié que me iba a correr, momento en el que ella movió más deprisa sus caderas hasta que, sin poder evitarlo, me vacié dentro de ella, quedándonos las dos tumbadas encima de la cama hasta que mi polla salió por sí sola. Nos quedamos allí tumbadas, acariciándonos y besándonos de nuevo, recuperándonos del magnífico polvo que habíamos echado, pidiéndome que no me marchase y que me quedase con ella, que al día siguiente iríamos a la playa, así que allí nos quedamos las dos dormidas… Al día siguiente me desperté sin notarla a mi lado, por lo que me levanté, me volví a duchar y me dirigí a la cocina, donde me guió el aroma a café recién hecho. Nos saludamos y nos besamos, tendiéndome una taza de café con leche que me tomé con ella mientras charlábamos. Era diferente vernos las dos como hombres, pero allí estábamos las dos desnudas, rozándonos, tocándonos nuestros miembros de tanto en tanto. Me volvió a comentar lo de ir a la playa, explicándome que era nudista, por lo que apenas necesitaríamos nada. Salimos de casa y llegamos al poco rato, tendiendo nuestras toallas y desnudándonos, dispuestas a disfrutar del día. Resumiré diciendo que allí estuvimos hasta que fue la hora de mi vuelta a casa, observándonos, bañándonos juntas y acariciándonos y besándonos de vez en cuando. La sensación de hacer aquello delante de tanta gente me hizo sentir una libertad como no la había tenido nunca. Podía verla allí desnuda, su delicioso miembro, teniendo que ponerme boca abajo para que no se notase mi erección. Veía como se tocaba disimuladamente, acariciando mi culito, hasta que me dijo que me diese crema, que me iba a quemar. Se puso encima de mí y me echó crema, extendiéndola con sus manos por mi espalda, mientras sentía su polla en el canal entre mis nalgas. Noté sus manos en mis nalgas, volviendo a echar más crema, y de repente pude notar como uno de sus dedos ya estaba dentro de mi culito. Me movía suavemente, disfrutando de la sensación y del roce de la toalla en mi polla, pero de golpe pude sentir algo mucho más duro que se apoyaba en mi ano. Era su pene y era evidente que deseaba penetrarme, así que levanté un poco mi culito y pude notar como entraba poco a poco dentro de mí. Reconozco que mi culito no estaba tan acostumbrado como el suyo y me dolió un poco cuando empezó a follarme, pero el dolor desapareció casi tan rápidamente como había llegado. Ella se movía despacio para que no se notase lo que estábamos haciendo, hasta que le anuncié que me iba a correr, haciéndolo sobre la toalla, sintiendo poco después como su polla se hinchaba en mi interior y sintiendo su leche llenar mi culito. Había disfrutado como nunca y así se lo dije, besándonos en la toalla. Poco después llegó la hora de despedirnos, volviendo a mi casa, aunque hemos vuelto a quedar muchas veces. Ya tengo un escondite para mis cositas, así que cuando me apetece cojo mi coche y voy a verla, repitiendo esas sesiones de sexo delicioso entre dos lesbianas travestis

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