miércoles, 26 de marzo de 2014

GABRIELA Y SU HISTORIA

Gabriela nació un mes de septiembre de mediados de los años setenta, donde la paz, el amor y la música eran todos uno. Pero Gabriela nació con un pequeño detalle: le dijeron que era un chico. Un hombre. Y así lo asumieron primero sus padres, y luego ella por la educación masculina que se le dio. A los cuatro años, Gabriela sabía que había algo extraño en ella. Que algo le pasaba. Pero no sabía muy bien qué. Iba muy seguido a jugar a casa de unas amigas muy cercanas, Claudia y Mafer. Jugaba más con Claudia, un par de años mayor. Y a Claudia le encantaba jugar al doctor y la enfermera…pero Gabriela siempre era “el doctor”. Hasta que un día se armó de valor y le dijo a Claudia que quería ser la enfermera. A Claudia no le gustó y todos acabó allí. Luego vendrían los años escolares, la escuela primaria. Había en su colegio –de puros hombres, para variar- un compañero de clase que le gustaba mucho. No era nada sexual, sino simplemente le agradaba mucho estar con él, aunque sí había el factor romántico. Cuando Gabriela andaba sola, se ponía el vestido de novia de su madre y soñaba que se casaba con su compañero. Era el primer amor de su vida, su primera ilusión romántica. Pero todo quedó allí. Cuando iba a cumplir los 9 años, en ese cuerpo masculino pero pequeño, delgado en verdad –hasta ciertamente menudito para un chico- un día descubrió que entre las piernas, había algo. Nunca nadie le había hablado de eso. Pero era algo incompleto. Tenía pene, sí, pero muy pequeño. Y sentía un vacío justo debajo del mismo. Su padre era médico y le preguntó que le pasaba. Le revisó, y al día siguiente estaban en la capital, en una clínica muy cara, para una operación. Tenía 9 años, un micro pene, y no tenía testículos. Se habían quedado atrofiados dentro del abdomen. El médico habló con los padres y con la misma Gabriela. Ella no entendía nada de lo que pasaba. Su padre, como tal y como médico le dijo “mira, hay cosas que son de chicos y otras de chicas en nuestro cuerpo. Tú tienes más cosas de…chica. ¿Qué quieres hacer? O arreglamos todo y serás un chico común, o…serás una chica. Depende ti. Vaya pregunta para una niña de casi 9 años. Pero Gabriela lo tenía muy claro. Era una chica, y eso sería lo que pasaría. Sin más, se lo dijo a su padre, ingresaron a la consulta con el médico nuevamente y le dijeron lo decidido. La madre de Gabriela lo tomó muy mal. Salió corriendo del consultorio, pero todo estaba hecho. Se hicieron los contactos pertinentes para reasignar el sexo real de Gabriela, además de la terapia de hormonas. Para haber pasado en los años 80’s, era algo muy adelantado. Pero Gabriela empezó a vivir como mujer a las pocas semanas. Se le sometió a la terapia de remplazo hormonal con sólo 9 años cumplidos, y en sólo 7 meses, Gabriela no parecía un niño en lo absoluto. Era una preciosa niña, que soñaba con ser modelo algún día. Pero era un sueño de esos que persigues, que haces cosas para que se vuelvan realidad, no simplemente una fantasía. Gabriela realmente era una mujer que quería ser modelo de ropa y anfitriona en algún momento de su vida. Al año siguiente, el padre de Gabriela movió contactos para que legalmente Gabriela existiera y así fuera a un colegio de niñas. Y así fue. Desde los 9 años, Gabriela acudía a un colegio de chicas, y nadie, tan sólo sus padres y familiares sabían del cambio. Y en ambas familias nadie comentaba el asunto ni por error. Gabriela había asumido su feminidad de manera total a tempranísima edad y su familia entera también. En el colegio tenía sus mejores amigas: Sandra y Raquel. Sandra era la movida, la deportista, la coqueta pero también muy indecisa. Raquel era más tranquila, más pausada, pero coqueta y femenina como nadie. Eso sí, ella era más como Gabriela. También quería ser modelo o anfitriona. Lo segundo le gustaba más porque le pagaban y con eso se podía comprar cada vez más ropa y zapatos. Sandra no, ella era la deportista del grupo. Pero entre las tres eran dinamita. Cuando salían a los centros comerciales a ver ropa (y chicos) llamaban siempre la atención. Cada una por una característica que la definía. Sandra, blanca europea, coqueta y movediza; Raquel tierna, dulce, pero muy femenina. Y Gabriela, sensual lo necesario, alegre y espontánea, y claro, coqueta y femenina como su alma le indicaba. Un buen día, Raquel y Gabriela decidieron ir a la playa. Sólo tenían 14 años cumplidos. Fueron solas a casa de Gabriela, se instalaron con lo mínimo necesario, se cambiaron, y directo a la orilla del mar. Raquel llevaba un bikini rosado con blanco, coqueto, femenino, pero ciertamente discreto. Gabriela otro bikini, pero en animal print. Ella se lo había diseñado y mandado confeccionar. Coqueta desde dentro, no podía ser de otra manera. Eran el centro de las miradas. Ambas eran muy delgadas y esbeltas, con figuras estilo modelo. Los senos eran chicos en ambas, y sin muchas curvas. Lo necesario y suficiente. La cabellera de ambas era negra y muy larga. Gabriela tenía el cabello fino pero ondeado suavemente y Raquel más ondulado. Gabriela era una chica blanca, y Raquel una chica de color canela precioso. Cada una tenía sus encantos y sabían como mantenerse, cómo arreglarse, sabían lo que comían y el deporte era básico, pero mientras Raquel hacía baile y ballet, Gabriela prefería los steps y la bicicleta. Al llegar a la orilla, extender sus toallas sobre la fina arena y colocar sus cuerpos sobre ellas, a los pocos minutos se sintieron observadas. Y en eso otra chica, ya de unos treinta y tantos años, se les acercó y les dijo que si eran modelos. Obvio, respondieron que eran anfitrionas, que así se pagaban sus cosas, pero que les encantaría ser modelos. La chica, Ingrid, se llamaba, les propuso un casting para una agencia en la capital. La oficina era en la capital, pero era de una empresa internacional. Era la oportunidad para que Gabriela en especial, cumpliese su sueño. Conversaron largo y tendido, pasaron el fin de semana las tres juntas, y al regreso a la ciudad, Gabriela habló con sus padres sobre la oportunidad. Y sobre todo su padre le apoyó en todo. La madre de Gabriela solo asintió con cosas como que se cuide de extraños y demás. A los pocos días, Gabriela, con sólo 14 años cumplidos, pasaba exitosamente su casting para ser modelo “new face” en la Ford Models. Raquel prefirió quedarse en la pequeña ciudad pero la amistad con Gabriela continuó hasta hoy. Con 1.78 metros de altura, contextura medianamente pequeña, huesos delgados, piel blanca, cabello negro largo y suavemente ondeado, ojos caramelo oscuro, esbelta como pocas, Gabriela comenzaría su vida como modelo femenina. A tan sólo 9 años ya era una mujer, y sólo 5 años después, además, cumplió su sueño de ser modelo y anfitriona y de las más cotizadas. Visitó Londres como primer trabajo, para un editorial de la revista Elle. Ahí comenzó todo. Con los años Gabriela trabajaría para Alexander McQueen, Zara, Stella Mc Cartney, Elie Saab, Carolina Herrera y otras marcas más pequeñas. A los 19 descubriría al amor de su vida. Un hombre interesante, respetuoso, gentil, amable, dulce, muy seguro de sí mismo, que la miraba y admiraba con pasión y amor. Era tan alto como Gabriela. Bueno, un poco más. Ella feliz con sus 178 centímetros de talla sin tacos, mientras que Mauro 196 centímetros. Empezaron a salir, pero Gabriela era hueso duro de roer. Luego de recién 5 meses de salidas esporádicas, Gabriela se soltó y empezó a frecuentarse más cada vez con Mauro. Empezaron el enamoramiento de manera formal, no solamente así sin saber qué eran. Mauro le dijo que la amaba y que quería que ella fuera su enamorada. Ella aceptó y pasaron 2 años de enamorados. Luego en una cena romántica, en la azotea de un hotel, a la luz de las velas y la luna, Mauro se le declaró a Gabriela. Feliz a más no poder, ella dio el sí a Mauro. Pasarían noviazgo por 8 meses más. Y Gabriela y Mauro se casaron en una idílica capilla en Milán, Italia. Ella ya tenía 24 años y Mauro igual. Mauro supo la verdad de Gabriela desde la primera salida, y la verdad es que le costaba mucho entender como una chica tan común, en su voz, cuerpo y rostro, podía haber “nacido hombre” en algún momento. Pero eso no fue impedimento de nada. A Mauro no le importaba tener hijos propios o adoptados, así que el asunto siguió su curso. Ya con 24 años ambos, se casaron en una ceremonia bastante sencilla, con cerca de 100 personas invitadas, mucha fiesta y claro, ella, preciosa con un vestido blanco clásico, de corsé strapples, muy ceñido al cuerpo, y falda amplia y cola mediana. Una linda y pequeña tiara en su cabeza y unos bellísimos aretes largos de piedras preciosas adornaban a Gabriela, regalo obvio, de su amiga de siempre, Raquel. Hoy, Gabriela y Mauro tienen 34 años, 10 de casados y 2 hijas mujeres adoptadas a las que aman con pasión. Ella sigue siendo modelo, es fotógrafa y pinta, además de dar clases de castellano e inglés a quien lo requiera. Mauro es empresario, pero sabe dirigir todo perfectamente para estar el mayor tiempo posible con su mujer y sus hijas, que son su adoración. Fin.

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