sábado, 8 de marzo de 2014

CARNAVAL

Llegaba el carnaval, Matías y yo habíamos decidido disfrazarnos en ese año. Él iba a ponerse un traje emulando a Drácula y yo todavía un tanto indeciso decidí disfrazarme de chica. Habíamos quedado con nuestros amigos aunque ellos no se atrevían a disfrazarse por lo cual íbamos a dar la nota, pero nos daba igual. Como a mí me apenaba ir a comprar ropa de chica a una tienda, Matías me dijo que como, Mirna, su hermana no estaría, podía utilizar algo de su ropa. Total para un disfraz mejor que me viera un tanto grotesca. Llego el día y fui a casa de Matías sus padres y su hermana se habían ido a esquiar como todos los fines de semana así que teníamos vía libre. Matías me dijo que fuera a la habitación de su hermana, que eligiera lo que quisiera, que no había ningún problema. Él mientras tanto se fue a cambiar. Me sentia un poco cortado y no sabía bien qué elegir, miré en su armario y vi un vestido corto plateado que me encanto, lo cogí me lo puse por delante, algo pasó por mi mente una especie de excitante escalofrió, me empalmé sólo de pensar en llevar aquello puesto. Me quité la ropa y con el slip puesto me puse el vestido. ¡Me quedaba bien!, pero ¿Qué estaba pasando?, Siempre había sido un tanto lampiño, casi no tenía vello, pero aquello superaba mi imaginación, me estaba gustando. Así que decidí hacerlo bien. Fui al baño excusándome en que me quería afeitar, allí encontré crema depilatoria y empecé a dármelo en las piernas. Dejé que actuara y me lo fui quitando. Mis piernas quedaban suaves aunque me escocían un poco. Me estaba quedando anonadado de verme las piernas así. Tan suaves, tan femeninas, sin vello alguno. Volví a ponerme el chándal para salir del baño sin que Matías notara nada y entré en la habitación de nuevo. Busque una braga y un sujetador, me quité el chándal y me los puse despacio disfrutando de la situación. Fue complicado abrochar el sujetador pero lo conseguí, lo coloqué en su sitio y después cogí aquellas braguitas. Las introduje por mis piernas notando su roce en mis muslos hasta que llegaron a mi cintura. Me coloqué mi pene de forma que no se notara y disfruté del momento que el espejo me ofrecía. Mi corazón palpitaba a mil por hora. Mientras buscaba unas medias me encontré con dos senos artificiales de silicona (entendiendo el súbito crecimiento de las tetas de Mirna), me los puse. Sentia aquella presión en mi pecho y no pude evitar acariciar aquellas tetas que ahora eran mías. Esto me estaba poniendo a tope y noté que estaba mojando las bragas con los jugos que mi pene empezaba a expulsar. Encontré los pantys, decidí disfrutar de aquello así que me senté en una silla y me los fui poniendo despacio recorriendo lentamente mis piernas con la lycra de aquella prenda tan sexy. Me levanté y los acomodé en mi cintura. Mis piernas adoptaron un aspecto más estilizado y me estaba volviendo loco. Me volví a enfundar el vestido plateado. Era mi cara en un cuerpo de mujer. Estaba a alucinando. Me volví a sentar para ponerme aquellas botas altas con tacón de plataforma. Cuando me levanté tuve que mantener el equilibrio pero lo conseguí enseguida. De repente me llamó Matías. Le dije que esperara porque las mujeres necesitamos mucho tiempo para cambiarnos. Él se rió y yo pensé, me parece que al rato poco te vas a reír. Mirna tenía maquillaje a raudales, en aquella cómoda había de todo así que con tiento fui convirtiendo mi cara en la de una mujer. Siempre tuve cara de niña así que no me costó mucho, sólo esperaba que no me reconocieran. Quizás este maquillaje y la peluca negra que he encontrado, sean suficiente. Me puse la peluca, la peine y, cambiando la voz grité, Matías voy a salir. Cuando abrí la puerta me encontré a Matías con la cámara fotográfica preparada. Me sorprendió por el flash pero él se sorprendió más y bajó la cámara. -¿Cómo me ves? ¡Matías, reacciona! -Estás, joder estás… -¿Qué? Pero de dónde sales, quién eres. -Quien voy a ser, pues tu amigo de toda la vida. Bueno ¿Cómo me queda? -Joder, estás mejor que muchas tías. Me acabas de dejar flipado. Empezamos a beber y a preparar el encuentro con nuestra pandilla. Decidimos qué íbamos a decir que yo me había ido de viaje y que mi nuevo yo, Paulina, había venido del pueblo de Matías a pasar el fin de semana. Como era aún temprano decidimos tomarnos algo en casa antes de acudir al lugar donde habíamos quedado con nuestros amigos. Matías seguía echándome piropos, de una manera chistosa. Yo decidí practicar dando paseos a lo largo del salón para adoptar posturas femeninas y que no se descubriera mi verdadera identidad. También practiqué tonos de voz para que no delatarme hasta que conseguí hablar de forma que no se parecía en nada a mi tono normal de voz. Fueron pasando los minutos y las bebidas caían poco a poco. El ambiente se empezó a calentar y Matías empezó a perder el control. La verdad es que yo tampoco iba mejor. Puso un disco y empezamos a bailar, otra faceta que debía practicar. De pronto apareció una canción lenta y Matías me cogió por la cintura. Empezamos a bailar juntos. De repente noté que Matías empezaba a excitarse pues sentía cómo su pene se ponía en erección y se apretaba más a mí. Como yo lo tenía oculto lo sentía perfectamente en mi vientre. Al momento dijo que no podía más, me cogió del cuello y empezó a besarme. Yo me quedé un poco cortada pero me dejé. Es más, me gustó, empecé a excitarme y a besarlo también con pasión. Estábamos robándonos como dos fieras. Nunca me había sentido así. Era especial, como si siempre hubiese deseado besar a Matías. Como por un resorte bajé mi mano a su entrepierna y empecé a sobarle la polla, dura y grande, por encima del pantalón. Él acariciaba mis falsos pechos como si fueran de verdad. Estábamos a cien. Desabroché la cremallera, aflojé el cinturón y le bajé los pantalones. Ante mí tenía ese pene que siempre había visto en las duchas del equipo de fútbol pero ahora se me presentaba en todo su esplendor y me atraía de forma especial. Me puse de rodillas frente a él y se la comencé a chupar. Fue todo intuición, nunca hubiera imaginado aquello, pero me gustaba. Matías gemía y susurraba mi nuevo nombre Paulina. Mientras yo tragaba con pasión su miembro hasta que gritó para, no sigas que me voy a correr. Yo me aparté y me quedé un poco asustada de su reacción entonces me cogió de la mano y me dio la vuelta. Me cogió de la cintura como si me fuera a escapar. Metió la mano por debajo del vestido y acaricio mi polla debajo de las bragas y el panty. Yo estaba a mil por hora. Bruscamente bajó mi ropa interior. Mi pene salto erecto hasta que se encontró con el vestido. Matías se agachó y comenzó a pasar la lengua por mi ano. Yo me derretí completamente y empecé a suplicar que me desvirgara. Apuntó hacia mi culo y lentamente para evitar dolores me fue penetrando. Nunca olvidaré aquella primera sensación de dolor y placer infinito. Cuando mi ano se acostumbró al tamaño de su polla, él comenzó a moverse. Yo para entonces estaba a cuatro patas ofreciendo todo mi culo y apoyada en la mesita del salón e inclinando mis nalgas en afán de comerme esa polla entera, no quería que abandonara mi culo. El movimiento era cada vez más rápido y entonces comenzó a masturbarme a la vez que me follaba. Nos corrimos los dos a la vez, él llenó mi culo con su leche y yo descargué encima de la mesa. Nunca había visto salir tanto esperma de mi polla. Fue la mejor experiencia de mi vida. Acabamos tirados en la alfombra besándonos y abrazándonos hasta que sonó el teléfono móvil de Matías. Eran nuestros amigos…

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