viernes, 14 de marzo de 2014

DE PAQUETE EN UNA REUNION

La historia que os cuento a continuación me ocurrió hará dos años y a partir de ese momento mi vida dio un cambio. Mi matrimonio era algo convencional y con los niños, el trabajo, la casa y las facturas, se me iba perdiendo la vida sin prácticamente disfrutarla. La cópula de los sábados era un desahogo y la relación intima con mi mujer, prácticamente inexistente. Elisa, que así se llama ella, y yo, lo habíamos hablado muchas veces y tratado de buscar una solución pero el cansancio de los días nos hacía sentir viejos y derrotados para darle una vuelta a nuestras vidas y tratar de disfrutarla un poco. Una tarde de viernes salí de la oficina cansado de toda la semana, y sin perspectivas de mejorar, cuando recibí una llamada de mi mujer pidiéndome que en vez de irme para casa, cogiera el coche y la recogiera en casa de su madre, por que había dejado a los niños allí y que tenía que acompañarla a tomarse unas copas con unos clientes de su compañía. Pase por la puerta de la casa de mi suegra y ya me estaba esperando en la acera y casi sin parar el coche se subió y me dijo que condujera a una de la zona ciudad donde ya nos estaban esperando. Le pedí explicaciones del porqué de esas prisas y de que no me hubiera avisado con tiempo de arreglarme un poco. Me contó que su compañera la había llamado enferma desde su casa y que le había pedido que la sustituyera, que había estado cerrando unos contratos con unos clientes y que, una vez amarrado el negocio, necesitaba que acompañara a estos a tomarse unas copas hasta que saliera su vuelo, que sólo serían un par de horas. Le pregunté que porque necesitaba que fuera yo con ella y con las pintas que tenía después de todo el día de trabajo y me contestó que no le daba buena espina el sitio donde tenía que acompañarlos, que su compañera le dijo que mejor fuera acompaña para que no hubiera malos entendidos y que mejor que fuera yo. Me quedé un poco confuso y la cabeza empezó a fantasear del motivo por el cual debía de ir acompañada. Imaginaba un burdel para que los clientes descargaran a gastos pagados… que podían ser negocios sucios… Iba dándole vueltas mientras conducía siguiendo las indicaciones que me daba Elisa guiada por el GPS de su teléfono móvil. Nos paramos a las puertas de un hotel de la periferia y un conserje nos hizo indicaciones para que nos acercáramos a él. Conduje unos cuantos metros más y, acercándose a la ventanilla del coche del acompañante, le dio unas llaves a mi mujer y nos indicó que nos estaban esperando a dentro y que nuestra plaza de garaje era la número 22. Estacioné y le dije a mi mujer que esto me daba muy mala espina y ella me dijo que le habían hablado en la oficina de este sitio en otras ocasiones, que era un hotel donde existían suites donde se realizaban encuentros para garantizar la privacidad de los mismos y que en ellos se cerraba negocios. Me comentó que era la primera vez que ella asistía a uno de ellos. Junto a la plaza de garaje había una puerta de ascensor con una cerradura que era accionada por la llave que nos había dado. Entramos y cuando se cerró la puerta el ascensor comenzó a ascender automáticamente, sin que pulsáramos botón alguno. A los pocos segundos el ascensor se paro y se a abrió la puerta. Me quedé un poco perplejo con lo que vi. Era un lujoso hall de una suite en el que había charlando cuatro mujeres sentadas en dos sofás de tres que había, bebiendo cava y de fondo se escuchaba un hilo musical. Yo no di un paso pero mi mujer se acercó a ellas de inmediato. Al vernos, entre sonrisas y comentarios ahogaos por la música de fondo, se levantador y se dirigieron hacia mi mujer. Di un paso y ni unos más, porque al ver a mi mujer abrazarse y besarse con aquellas mujeres de manera sensual y cómplice se me heló la sangre. Y más aún cuando esos besos se deslizaron de las mejillas hacia los labios, acompañándolos caricias por la espalda y glúteos. Elisa se dio la vuelta y me dijo: — No te quedes ahí como un pasmarote y pasa, que falta gente aún por llegar. Di dos pasos hacia a delante y me volví a quedar petrificado sin saber que decir ni que hacer pero estaba en un estado entre excitadísimo, viendo la escena de esas cuatro hembras, preciosas y sensuales todas, que acababa de presenciar y el hecho de no saber que diablos hacía yo allí y como diantres mi mujer se comportaba de esa manera. Sentí como me besaban el cuello seguido de unas caricias en mi culo que se deslizaron a través de mis glúteos y palpaban mis genitales. Me giré a cámara lenta y me topé con los labios carnosos de una mulata que, acto seguido, me comenzó a comer la boca y sobarme la polla que, en cuestión de milésimas de segundo, ya no cabía en mis pantalones. — Ven conmigo – me dijo mientras se despegaba de mí, me agarraba la mano y me hacía acompañarla hacia los sofás, donde mi mujer estaba boca arriba, con una rubia de pechos grande echada encima de ella que le comía la boca y le subía la falda buscando su sexo. No me atrevía a articular palabra con el aluvión de imágenes morbosas que inundaban mi retina. Tres mujeres sentadas en un sofá con sus copas de cava charlando con sus miradas clavadas en mí, de las cuales una de ella sobaba bajo la falda el culo de la rubia que devoraba a mi mujer y aquella preciosa mulata que tiraba de mi pantalón llevándome hacia el sofá que estaba vacío. Me empujó el pecho suavemente hasta que perdí el equilibrio y caí sentándome en el sofá. En ese momento aparté la vista de la mulata en la que me había recreado en el camino hacia el sofá, increíble mujer de cara fina y labios gruesos, con unos pechos que trataban de zafarse de las ligaduras de la ropa interior que los aprisionaban dejándose ver en parte y con una estilizada figura, que vestía una falda estrecha hasta las rodillas, pantis de malla y zapato de tacón de aguja. Vi a Elisa que me observaba con la cara echada hacia a tras mientras la rubia descendía con sus labios desde el cuello buscando sus pecho. — ¿No sabía que te gustaban las mujeres? –Le pregunté irónicamente mientras la mulata recogía su pelo largo y rizado en una coleta. — Mujeres….– me respondió ella mientras agarraba el pelo de la rubia y la hacia ascender en su intento de llegar a sus pechos para volver a comerle la boca. La mulata se remangó un poco la falta y se sentó encima de mis muslos poniendo una pierna a cada lado, todo lo que le permitía la falda y sin llegar a juntar su pelvis con la mía. Comenzó a besarme y la correspondí y en pocos instantes estaba en un grado de excitación y ensoñación que me hicieron perder el sentido del tiempo y el lugar. Iba bebiendo cava de los labios de esa diosa a la vez que le acariciaba sus piernas subiendo por el culo, me comía su cuello y enterraba mi cara entre sus pechos, a la vez que ella buscaba y liberaba mi polla de mis pantalones y comenzaba a acariciarme. Mi mirada se volvió distraída hacia mi mujer y vi como la rubia ya bajaba besando su ombligo y, a la vez que con una mano le sobaba un pecho, la otra hurgaba entre sus piernas preparando el camino que su boca pronto recorrería. Tenía sentadas a cada lado a dos de las tres mujeres que antes charlaban frente a mí – Pues para no gustarte las mujeres…– le dije a Elisa rubricándolo una sonrisa pícara. – Lo mismo podría yo decirte a ti de los hombres—Me dijo mientras volvía a lo suyo. Me besaban y manoseaban buscando mi piel desnuda. Me deslizaron la chaqueta y la camisa hacia abajo dejando mis brazos atrapados entre la ropa y el sofá y una de las dos morenas preciosas que tenía a mi lado tiró de mi corbata hacia atrás comiéndome la boca, al tiempo que la mulata se levantaba y dejé de sentirla sobre mis piernas. Sentí como colocaban algo frío que estrangulaba mi polla y mis testículos, causándome un poco de dolor que mitigaban los besos y caricias que recorrían mi torso, cuello y boca. Cuando terminó de besarme esa pedazo de morena y entre abrí los ojos tenía delante de mi una polla negra descomunal que la mulata trataba de despegarse del cuerpo de lo dura que la tenía. En ese mismo instante se me pasó por la cabeza la frase de Elisa. — Cómetela papito —me susurro la morena al oído. Sentí como mi polla era estrangulada hasta causarme mucho dolor y mi corbata le servía como unas riendas que, a la vez que me ahorcaba, me hacia buscar la polla con la boca. Las tres se movían en una coreografía perfectamente ejecutada y diseñada, que acabó con la polla de la mulata en mi boca, topando contra la campanilla. — Chúpasela bien…así, como a ti te gusta que te lo haga Elisa— Las dos mujeres que me sometían con la corbata y el lazo, me invitaban dulcemente a que me la comiera. Indefenso y para dejar de sentir el dolor que me dobla por el lazo, con los pantalones por los tobillos y las manos inmóviles por mi chaqueta, me deje llevar y comencé a mamar aquella polla descomunal que me obligaba a abrir por completo la boca y que intentaba pasar aplastando la campanilla hacia mi garganta. Al cabo de unos minutos intentando abstraerme de lo que estaba pasando, seguía chupándosela y el dolor en mis testículos y la presión de la corbata habían desaparecido. La mulata me cogió por el pelo y me obligó a mirar hacia una pantalla de plasma que había en una de las paredes y en ella me vi, sentado en el sofá yo solo, mamándole la polla. Me levanté de un salto y al intentar avanzar me tropecé con mis pantalones y caí de bruces sin poder apartar la mirada del monitor y con una angustia y una rabia que crecía a pasos agigantados en mi interior. Antes de que pudiera reaccionar la mulata estaba sentada encima de mi espalda y clavaba un objeto punzante en ella. — No te muevas de ahí putita o lo lamentaras. — Me espetó las palabras escupiéndolas en mi cara. Vi por el monitor como Elisa se acercaba a mí, se arrodillaba y acercaba su cara a mi oreja. — Hace ya tiempo que tengo fantasías que no quieres ayudarme a realiza —Me decía dulcemente mientras yo trataba de contestar—No digas nada y atiende. Desde hace ya tiempo, los fines de semana me follas y te duerme, me dejas a medias y me veo obligada a masturbarme yo a solas con mis fantasías. Me haces que te la chupe o me das por el culo y me haces sentir sucia….. Hoy vas a ser tu quien te sientas así y no voy a ser yo la que lo sienta. Vas a hacer todas y cada una de las cosas que a mí y a mis amigas nos apetezca sin decir nada a parte de gracias. Si te portas bien, cuando acabe esto lo habrás disfrutado conmigo y seremos una pareja feliz que haremos esto de vez en cuando. Quien sabe, lo mismo hasta acabas pidiéndomelo tú a mí. Si no lo haces mandaré el video de la mamada que le estabas dando a Lidia a todos tus contactos de correo y, cuando llegues a casa, tendrás la demanda de divorcio sobre la mesa ya firmada y te dejaré en la ruina. Una vez terminó de decir esto se levantaron las dos y por un momento me quedé allí tumbado pensando las consecuencias. Tenía delante de mí a Lidia tocándose la polla para que no le bajara la erección y mi mujer se había sentado entre las dos morenas mientras la otra, una pelirroja un poco feilla pero con un tipazo impresionante, seguía sentada en el mismo sitio bebiendo cava junto a la rubia que hacía un rato se comía a mi mujer. Me incorporé y me puse delante de Lidia con ganas de darle un puñetazo y partirle esa preciosa boca que dibujaba una sonrisa chulesca pero, en vez de eso, me arrodillé delante de ella con la polla a la altura de mi cara y, cogiéndola con una mano, empecé a mamársela como me hubiera gustado que me la mamaran a mí. No tardé en estar rodeado por las “mujeres” que me encontré al entrar, excepto la pelirroja que estaba ahora sentada junto a Elisa. Cuatro pedazos de hembras en ropa interior esperaban su turno para que las satisficiera. Cuatro hembras impresionantes que portaban sendas enormes pollas erectas esperando a que yo diera cuenta de cada una de ellas. Cerré los ojos y deje que me follaran la boca hasta dar de si todo lo que podía. — Pero que bien la comes—decía una — Pero como la come de bien el maricón!!! Si parece que lleva toda la vida haciendo esto— decía la otra. Lidia, que llevaba la voz cantante, me cogió nuevamente del pelo y me inquirió a que la siguiera. Me llevó a una mesa baja que había junto a los sofás y me dejó tumbado sobre esta boca arriba. La cabeza se me quedó fuera sin apoyo y cogiéndomela con las manos, una de las morenas me puso la polla en los labios y, al yo abrir la boca para recibirla, la metió de un empujón entera. Sentía que mi garganta se cerraba angustiada abrazando esa polla provocándome una arcada y asfixia. Después de unos instantes la sacó un poco, permitiéndome respirar y acto seguido me la volvió a meter aplastando su escroto contra mi cara que arañaba con los cortos pelos de sus afeitados huevos. Mientras hacía esto una y otra vez sentía como me pellizcaban los pezones, me pajeaban un poco la polla y me untaban crema en el culo a la vez que me metían un dedo. Estuve así un rato hasta que la polla de esa morenaza dejo de entrar. Levante un poco la cabeza y vi como Elisa se ponía entre mis piernas al pie de la mesa. Observé como la pelirroja le colocaba un arnés con una polla de goma roja y la untaba con crema. Una sonrisa pícara se dibujaba en su cara. — Ábrete para mí —me dijo. Y como no reacciones Lidia y la rubia me cogieron de las pantorrillas y me las hicieron hacia atrás para dejar mi culo virgen expuesto por completo a su merced. Se arrodilló encima de la mesa y pasó la punta de la polla de goma unas cuantas veces aumentando la presión hasta colocarla a las puertas de mi ano. Sujetándola con una mano para que no se moviera, se echó sobre mi apoyando la otra mano sobre la mesa y dejando sus preciosos pechos desnudos a pocos centímetros del mio me dijo: — Ahora te vas a sentir como yo me siento cuando tú me follas el culo. Vas a sentirme… No pude escuchar mas porque, en cuanto empezó a apretar esa polla contra mi culo y empezó a abrirse paso, una ola de dolor estremeció todo mi cuerpo y, apretando los dientes, solté un lastimero gruñido que me impidió escuchar todo lo que decía. Siguió empujando más y más sin importarle ni un ápice el dolor que me estaba infringiendo. Por el contrario, mis gestos de dolor la excitaban y la hacía comportarse con mayor violencia y en un arrebato me clavó la polla de plástico entera. Un dolor y una quemazón abrasaban mi cuerpo. Poco a poco se fue matizando esa sensación y empecé a ser consciente del mundo que me rodeaba. Lidia me había cogido del pelo para que no me perdiera detalle de como me enculaba Elisa, las otras dos morenas se tocaba la polla y sobaban el trasero de mi mujer mientras que la pelirroja, con expresión fría, accionaba un mando con una de sus manos. Yo en ese momento no lo sabía pero el mando accionaba un vibrador inalámbrico que llevaba incorporado el arnés y que le producía un placer añadido a Elisa. Esa hija de puta estaba controlando como me follaba Elisa y por tanto su placer y mi dolor. Fue tanta la excitación y placer el que sentía que tardó muy poco en correrse aunque a mi me pareciera eterno, cayendo sobre mi juntado su mejilla con la mía, a la par que mi culo escupía el trozo de goma que había desvirgado me dijo: — Espero que te… que te haya disgustado tanto…. como a mi la primera vez. —Me susurró entrecortadamente a la vez que exhalaba con cada contracción del orgasmo que todavía estaba pariendo. Y continuó. — esperemos que al final te guste esto más que a mi me gusta lo que me has estado haciendo. No terminó la frase cuando la pelirroja y la rubia la estaba ayudando a levantarse, llevándosela al sofá para que descansase y cuchicheando entre risas cuando, mirando a las otras tres les espetó: — Podéis seguir a vuestro antojo. Cuando a mis oídos llego esa frase ya estaba de nuevo con la boca abierta recibiendo el enorme trozo de carne de Lidia. Apenas pude sentir otra de ella, no se cual, se acomodaba entre mis pierna y comenzaba a follarme casi sin oposición por parte se mi ano. Traté de relajarme y dejar de sentir pero en eso que mi polla empezó a ponerse dura. — Mira como le gusta que se la follen a la perrita. — Escuché decir a Elisa entre risas. — Pues espera a que se la meta Lidia que ya veras como mueve hasta la colita — Dijo la rubia. — No te preocupes que cuando salgas de aquí te llevaras una perrita obediente y bien educada — concluyo Lidia. No se cuanto tiempo estuvieron tomándome así, pero aún se me pone dura cuando recuerdo la sensación de la polla de Lidia apuntando la cabeza de su enorme falo sobre mi agujerito que yo creía ya dilatado. No podía ver nada, toda mi vista la tapaban una par de pelotas que colgaban de la polla que follaba la boca. Los segundos que me concedían para volver a coger aliento los utilizaba para coger resuello y si trataba de mirar hacia algún sitio, me golpeaba la cara con la polla y comenzaban a follarme de nuevo. Lidia me regaló el dolor mas profundo que jamás había sentido hasta ese momento. La excitación se la había inflado de tal manera que parecía que fuera a estallar, y con ella me destrozó el culo sin remordimiento buscando su placer inmisericorde. A muy pesar mio mi polla seguía erecta y eso hacia que ambas se excitaran y aumentaran el ímpetu de sus envestidas. La morena gritó que no podía mas y empujó la polla lo más a dentro que pudo y sentí como me derramaba su leche dentro de la garganta. En ese momento casi me ahogo. No se movía y estaba quedándome sin oxígeno en los pulmones cuando la sacó y terminó de exprimírsela en mi boca. — Saborea la lechecita de Sabrina, que está recién ordeñada para ti. — Me dijo con una sonrisa en la cara. Lidia dejó en eso de bombear mi culo, lo cual agradecí porque, aunque ya casi se me había acostumbrado, aún sentía esa barra incandescente entrando y saliendo de mí. — Levanta y ven aquí. — Me ordenó Elisa. —Arrodíllate entre mis piernas y cómemelo — Continuó. Me arrodillé como dijo y empecé a apreciar el gustazo que era comerse un coñito comparado con lo que me habían dado para merendar. A unas señas de la pelirroja sentí como me agarraban por las careras, aupaban mi trasero y comenzaban a follarme de nuevo. Esta vez no sentí dolor. Por el contrario, sentí una sensación placentera. Era evidente que no era Lidia la que me follaba por que esa polla entraba y salía sin problemas de mi ano. Al fin me dedique a disfrutar un poco de comerle el coño a Elisa y del masaje que me daban en el culo. A Elisa le excitaba ver como me follaban y de cuando en cuando me cogía del pelo para retirarme de su coño y me comiera la polla de Lidia. Al grito de “no puedo mas” la segunda de las morenas derramó su leche dentro de mí. Esta vez no tuve que hacer esfuerzos para tragármela. Volvía a seguir con mi comidita cuando la barra de acero incandescente volvió a atravesar mi culo de parte a parte. Esta vez sentí dolor y placer en igual medida y lejos de incomodarme, no se si por que tenia un coño en mi boca y eso me hacía no perder toda mi hombría, me sorprendí acompañando con un movimiento de cintura cada envestida de Lidia. Elisa me sacó de comerle el coño para que recibiera la leche en la cara de la rubia que se pajeaba a nuestro lado y que no pudo aguantar hasta que llegara su turno de comida de polla. Con la cara llena de leche me volví a comerme el coñito de Elisa e intentar mitigar el sabor de la leche que me recorría la cara. En unos instantes el éxtasis inundó la estancia, Elisa chorreaba flujo sobre mi boca y Lidia a la vez que me llevaba de cálida leche, desparramaba la mía por el suelo de la habitación con solo pellizcarme la punta de la polla. El orgasmo que sentí fue increíble, mis espasmos acompañaban a los de Lidia mientras Elisa había atrapado mi cara entre sus piernas y la movía de un lado a otro. Me dejé caer sobre mi propio semen derrotado de lo que acababa de vivir. Con el culo roto y lleno de leche y el sabor a polla y corrida en mi boca, me sumí en un ligero sueño. Las escuche hablar reír y bromear en un murmullo átono y lejano. No se el tiempo que pasó pero cuando Elisa me despertó estábamos solos. — Venga amor mio. Levanta—Me pidió Elisa dulcemente— Tenemos que dejar la habitación ya­.­— Con la mirada baja me fui vistiendo y ella no dejaba de mirarme con una sonrisa y expresión entrañable. — Hoy me has hecho disfrutar mucho vida mía— Seguía diciendo mientras yo terminaba de vestirme— A las chicas les has encantado y quieren volver a repetir, pero les he dicho que ya me lo pensaré— y concluyo con una risa pícara— Si te portas bien….. Salí de aquel lugar con la lección bien aprendida, o eso pensaba yo, por que ya os relataré como se las empezó a gastar Elisa desde ese momento. Dejé de ser yo el que llevara el manejo de la relación y desde entonces lo asumió ella. Y como lo asumió…

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