sábado, 5 de abril de 2014

LUNA VICTORIOSA

Víctor solía robar ropa interior de su hermana para masturbarse. Tenía quince años y unas ganas terribles de tocarse sus partes durante todo el día. Era curioso; sabía que no era el único que lo hacía, pero a diferencia de muchos lo que le gustaba a él era el olor a limpieza que se quedaba después de que su hermana hubiese usado la prenda durante un mes o dos quizá. No le gustaba coger bragas de ella recién echadas a la ropa sucia. No. Lo que quería era el olor a limpieza. Su olor a limpieza. Aquel que correspondía con el aroma de su hermana mezclado con el jabón que siempre utilizaban en casa. Le volvía loco olerlo mientras se masturbaba. Luego siempre sentía remordimientos. Mientras limpiaba las gotas de semen que pudiesen haber caído fuera de la taza por la excitación, se decía a sí mismo que estaba enfermo. Enfermo por tocarse con aquello, enfermo por desear a su hermana y enfermo, a veces incluso, por querer darse placer a él mismo. Pero lo seguía haciendo. En su largo y ancho historial de momentos encerrado en el lavabo y en su habitación, recordaría una en especial. Era una mañana de sábado. Víctor estaba feliz porque comenzaba el fin de semana. Aquella mañana, se despertó y a diferencia de otros días no fue a lavarse los dientes o a ponerse una camiseta. Pasó de largo directamente y buscó en la bolsa de los calcetines que había en casa, encontrando aquel tanga amarillo. No sabía qué tenía de especial, quizá fuese el hecho de que llevaba mucho tiempo sin que nadie se lo pusiese. Entonces Víctor hizo algo raro pero que no le sorprendió. Se bajó los pantalones que utilizaba para dormir y se puso aquel tanga. Podía notar como su pene rozaba con la fina tela y le hacía cosquillas. No tenía un miembro muy largo, pero cuando se le empinaba no tenía problemas en que su erección fuese evidente. Se tocó la punta, empapándola rápidamente del líquido pre seminal. Entre perezosas caricias y bostezos, Víctor olvidó las ganas que tenía de tocarse. Se arropó con el edredón entre el silencio monumental que había en casa y se durmió. No pasó mucho tiempo hasta que los ojos se le pusiesen como platos y asustado se despertase de nuevo. No habían pasado ni diez minutos, pero se asustó de sí mismo. -¿Qué coño estoy haciendo?-se susurró. Se quitó el tanga y se levantó buscando sus pantalones, con el miembro aún rígido y erecto. Con el tanga ya escondido y acostado otra vez, se calmó y volvió a dormir sin problemas. Aquella fue la primera vez en su vida que se puso ropa femenina. ¿Por qué? Porque era muy cómoda. Simplemente. Y eso le gustaba. Sentía que casi podía olerla aunque la llevase puesta. Pero siempre se repitió lo mismo: ‘‘no soy gay’’. Perdió la virginidad a los dieciséis. Le gustaban las chicas. Y mucho. Que reconociese a hombres famosos como guapos no significaba que fuese homosexual. Incluso se sentía orgulloso por poder reconocer que un chico era guapo. Pero no le estimulaba. No le ponía pensar en un chico. No se tocaba pensando en hombres. No tenía fantasías con hombres. Y aquellos sueños eróticos que tuvo con chicos los tachó de pesadillas. No por obligación, sino porque no le gustaban. Así lo reconocía él. Si le hubiesen gustado lo habría dicho, pero no era así. Ni le gustaba ver a un hombre masturbarse ni le gustaba sentir, como en aquellos sueños, una polla rozándole el culo. Le gustaban las chicas, las mujeres, las hembras. Y sin embargo, siguió haciendo lo de la ropa interior. Admiraba la suavidad, la comodidad que tenía. Disfrutaba viendo su culo en el espejo cuando se giraba a contemplar como el mismo tanga amarillo le realzaba las nalgas. Víctor tenía un buen culo, y además estaba orgulloso. Dejó de hacerlo a los dieciocho, sin que nadie supiese lo que hacía. Tuvo novias y novias. Parejas de las que aprendió mucho como persona y parejas con las que luego se preguntó cómo podía haber estado tanto tiempo con ellas. Hasta que encontró a Luna. Su nombre completo era María Luna, y era hija de un argentino. Ella misma decía que su primer nombre era demasiado común, y por eso le gustaba que la llamaran Luna. Para cuando fue su novia, Víctor ya rondaba los treinta años y era un hombre que había superado el metro setenta, de cuerpo comúnmente delgado y poca barba. No sabía por qué, pero tenía poca barba. Simplemente le salía en la zona del bigote sin más. Del resto de la cara ni se acordaba. De ojos marrones y seductores que complementaban con sus labios carnosos y algo grandes, Víctor era un chico común que había encontrado a su media naranja en Luna, a quien le contó toda su vida sin miedo. Y eso incluía lo que le estimulaba, lo que le gustaba hacer en la cama, sus fantasías sexuales más perversas y escondidas… El tema de la ropa interior salió a florecer sin más, como un girasol que mecánicamente sale a buscar su nutriente en los rayos solares. Víctor le contó lo que había hecho, y Luna reaccionó. Ni se burló ni pensó mal. Lo aprovechó para conocer más a su novio y sacarle su parte más morbosa. -Va, póntelo…-le dijo ella mostrándole un tanga adornado con lunares. -¿Otra vez Luna? -Pero si es por los dos, mi amor… para que disfrutemos… ¿no te gusta aumentar la sensibilidad de tu cuerpo? Así ocurría siempre que Víctor se ponía una de ésas prendas. Se la pasaba por la nariz y cuando la reconocía como limpia se la ponía. Se hacía de rogar, pero le gustaba. Continuamente hacía lo mismo; sacaba la polla rígida que apenas podía manejar a un lado y penetraba a Luna, que no temía en gemir hasta quedarse afónica. Una mañana en la que Luna salía a trabajar, Víctor se quedó mirando por internet su currículum en línea. Llevaba ya veinte meses en paro, seiscientos treinta y ocho días que había contado uno a uno junto a Luna, que era quien aportaba más dinero en casa. Se habían ido a vivir juntos tres años atrás, y el contratiempo de Víctor no impedía que ella siguiese queriendo vivir con él. -¿No sale nada?-le preguntó ella dándole el beso de despedida. -Está jodido… -No te preocupes. Paciencia-le dijo antes de besarlo de nuevo. -Te quiero. -Mm…-decía mientras se relamía los labios-. Yo también te quiero… regreso luego, ¿sí? Un besote. Y se iba. Y allí quedaba él, solitario en el piso que sus suegros le habían conseguido. Tras mirar la bolsa de trabajo de un periódico, Víctor recaló en una oferta. Mayores de dieciocho años, máximo treinta y dos años de edad, no se necesita experiencia, buena presencia… ¿Es que aquella oferta estaba hecha para él? Dio el clic al enlace para inscribirse. No estaba hecha para él, estaba hecha para ella. La oferta de trabajo era sólo para mujeres que quisiesen trabajar de comercial. Lástima. Víctor era muy observador, aprendía rápido y no se movía mal hablando con los demás. De estar orientada a hombres él se hubiese esforzado por haber sido escogido. Frustrado por eso, se levantó a buscar algo para beber en la nevera. Sacó un zumo de naranja que no atinó a meter en el vaso de cristal por lo nervios, empapando de arriba abajo el DNI de Luna que estaba encima de la encimera. -¡Joder!-gritó él limpiando el carnet de identidad de su novia. Con un par de servilletas lo limpió, casi quitándole las letras que había escritas por cómo se esforzaba. Levantó su mano y lo observó mejor. -Documento Nacional de Identidad. María Luna Brighi Carvajal. Sexo, F. Nacionalidad, española. Fecha de nacimiento, 30 de septiembre de 1982-leyó en voz alta. Luna sólo era cuatro meses menor que él. Para ella hubiese sido perfecto el trabajo. Pero ella ya tenía uno mucho mejor en la Escuela de Diseño… Víctor dejó el carnet en la repisa para que no se perdiese y volvió frente a su portátil, mirando ofertas en las que pedían dos, tres y hasta cuatro años de experiencia mínima en el sector. Lo único que sacó en claro en toda la mañana es que necesitaba relajarse, y por eso se fue al cajón de Luna, allí donde guardaba su ropa interior. Quería oler la ropa de su novia para tocarse un poco. Lo necesitaba, estaba algo estresado y no quería que la cosa fuese a más. Sacó el tanga de hilo negro que Luna guardaba bajo los sujetadores de copa. Lo olió y confirmó que estaba impoluto. Entró en el lavabo aun sabiendo que estaba solo en casa y se calzó el tanga que se arrinconaba en sus caderas y que separaba con una leve estimulación anal sus dos nalgas con aquel hilo negro que él mismo le hubiese quitado a Luna con la boca. Su pene sobresalía ligeramente de aquel tanga, era una prenda tan chiquita que era inevitable que el pene saliese de su escondite. Se dio la vuelta y se miró el culo. Luna ya le había dicho que estaría encantada de cambiárselo por el suyo, que aquel culo que tenía él estaba mucho más duro y puesto en su sitio que el que tenía ella. La mano de Víctor se deslizó por su pierna peluda, una pierna que aunque no tenía tanto pelo como la de otros hombres sí que tenía un jersey hecho a base de pelaje para recubrirla. Casi instantáneamente buscó la cuchilla para depilarse y creó una espuma a base de juntar jabón y agua. Su cuerpo se tensó sintiendo el frío mejunje y empezó a depilarse. Mientras lo hacía iba pensando en por qué no lo había hecho antes, en por qué no había probado nunca tener sus piernas como las de un nadador. Con cierto picor en la piel sensible, se deshizo del pelo que se había quitado. Se volvió a mirar al espejo, viendo a un chico con un tanga puesto, medio ocultando su miembro a punto de reventar con sus piernas totalmente depiladas y su vientre liso que dibujaban unos tímidos abdominales. Se puso de lado e intentó forzar a su bíceps que saliese. -Tengo que volver al gimnasio…-se dijo en voz alta. Se quitó el tanga y se volvió a vestir. Hasta que no volvió Luna de trabajar y dispuesta a comer, no se dio cuenta de una cosa: no se había masturbado. Había calmado su excitación simplemente vistiéndose de mujer y arreglándose como lo hacían ellas. No le dio más importancia y cerró la página de ofertas de trabajo que aún permanecía abierta. ‘‘Salario: de 1500 a 2000 euros (sin contar incentivos). ’’ Textualmente eso fue lo que leyó él antes de cerrar la página. Dos mil euros por un trabajo que a él le gustaba. -¿Viste mi DNI?-le preguntó ella sacando los macarrones del cajón. Víctor se acercó con paso ligero a la repisa y se escondió el carnet. -No… ¿lo has perdido? -Creo que me lo robaron. -Vaya… Sin darle más vueltas, se puso a hacer la comida para no parecer un mantenido. Aunque Luna nunca se quejaba, debía explotar por algún lado. Quizá ése tipo de cosas eran por las que ella no le dejaba hacerle sexo anal. Luna tenía una mente muy abierta y le había dejado hacer muchas cosas, pero el sexo anal era algo que no se le permitía. Luna se había bañado en miel por él, había ido a playas nudistas por sus exigencias, se había vestido de enfermera sexi, lo había levantado de una mamada el día de su cumpleaños… pero nunca le había permitido clavarle la polla en su precioso culo. Por alguna razón no quería. Víctor lo deseaba. Y mucho. Era una fantasía desde siempre, quería hacerlo y quería llevarlo a cabo antes de morir. Tras una comida deliciosa, Luna volvió al trabajo y Víctor se quedó solo, debatiéndose en si debía salir o no a la calle. Mientras lo pensaba abrió la página del chat que a veces frecuentaba con el único objetivo de excitarse un poco y escribió el primer Nick que se le ocurrió. ‘‘Mujer_tetona’’. Se fue directamente a los privados, a leer las barbaridades que algunos le ponían. A veces contestaba a quien le preguntaba cosas como ‘‘¿de dónde eres?’’, pero solía cortar con los sosos. También contestaba cuando le preguntaban cosas lascivas sobre él, o ‘‘ella’’, la mujer tetona que se suponía que era. Pero casi siempre cortaba antes de acabar una conversación decente. Lo que querían los chicos era ver tetas y verlas ya. ‘‘¿Te enseño la polla y me muestras tus tetas? Si quieres no me enseñas la cara, sólo el escote’’, le decían algunos. Víctor cortaba la conversación. Obviamente, no podía sacarse unas tetas de la manga, y si se hubiese aventurado a ponerse algo en el pecho seguro que le hubiesen pedido enseñar más carne. -¿Tanga o bragas?- le preguntó alguien llamado Chico_DeRodríguez. -Tanga-respondió él. -¿Eres muy tetona, nena? -Tengo una 105. -¿Copa? -B. B. Siempre era B. Víctor no tenía ni idea de que quería decir lo de Copa A, B o C, pero la B era siempre la que estaba en medio, y así se aseguraba de no exagerar el aspecto que debía tener. -Uf… vaya melones nena… -¿Y tú? ¿Cuánto tienes de polla? Miró hacia otro lado después de escribir eso. ¿Para qué quería saberlo si a él no le gustaban los hombres? Si hubiese podido habría cambiado la pregunta. -Diecinueve centímetros de largo, ¿te gusta guapa? Está rellena de leche. Víctor borró dos veces lo que iba a escribir antes de cortar la conversación. Abrió otra pestaña en la que siguió buscando ofertas de empleo. Tras dos minutos sin mirar el chat, volvió a ver quien le estaba hablando. -¿Estás nena?-le decía aquel Chico_DeRodríguez. Víctor iba a cerrar la conversa de nuevo cuando él volvió a escribir. -¿Sabes lo que te haría? -¿Qué?-escribió Víctor notando como el miembro se le empezaba a despertar. -Me gustaría estrujar mi polla entre esas tetazas que tienes, o follarte el culo desde atrás agarrándote las tetas. La imaginación de Víctor voló. Se imaginó a Luna de pie, con sus manos en las pequeñas tetas de la chica, penetrándola con su pene por detrás, por aquel lugar por donde ella no quería. Pero le gustaba. Luna gemía como una puta y le pedía que la llenase entera, que intentase chocar contra sus nalgas todo el vaivén de su cuerpo. -¿Estás nena? -Mm… me encantaría que me la metieses… -Buf… como me pones… quiero follarte… -Y a mí me gustaría que me penetrases duro por el culo, sin descanso. -¡Joder, qué morbosa! ¿Quieres que me corra para ti, nena?-le preguntó aquel chico. Víctor cortó la conversación y cerró la página del chat directamente. Pero la erección ya era evidente. No lo podía negar. Se fue a tocar al lavabo hasta que estuvo a punto de estallar, momento en el que tensó las piernas y retuvo el líquido que quería chorrear de su miembro. -Ah…ah…-gemía él. Una gota parecida al agua se escabulló de su cueva, mojando una parte del glande. -No…no… Víctor paró de apretarse el pene y se fue corriendo a buscar un tanga de Luna. Cogió el primero que encontró, uno de flores azules. Se lo puso torpemente como pudo hasta estar otra vez en ropa interior femenina, frente al espejo. Recostó su espalda contra las frías baldosas, como si fuese una chica metiéndose los dedos. Se lo imaginó. Se estimulaba como a una mujer metiéndose los dedos. El caliente semen chorreante le mojó por entero la tela, quedándose dentro de la ropa interior e incluso traspasando hasta quedar al otro lado. Con la yema del dedo se tocó la punta, hipersensible al tacto. Con los dedos manchados dibujó la forma de su pene a través de la tela. Había sudado con todo aquello. No se molestó en limpiarse, tenía sed y quería agua a toda costa. Paseó por el pasillo, moviendo sensualmente las piernas. Le parecía gracioso mover su culo de aquella forma. Con la fría agua recobró lo que para él era la cordura. Se vistió otra vez y lo ordenó todo, observando como cuando era un adolescente que no quedara líquido fuera de su lugar. Estar tanto tiempo en casa lo estaba volviendo loco. O eso era lo que pensaba. Quiso salir, y cuando ya estaba listo se fue a apagar el ordenador. La página de las ofertas seguía abierta. ‘‘Empresa Casa Batlló, La Farga, Hospitalet’’. Al lado, el número de teléfono. -Si fuese tan fácil timar a ésta gente como a los salidos del chat…-se dijo él, como siempre, en voz alta. ¿Y qué pasaría si alguien se presentaba haciendo una broma? En ese caso… ¿un hombre vestido de mujer? Quiso probar y tecleó nervioso el número de la empresa. Se carraspeó la garganta para aclarar su voz antes de hablar. Suponía que en el momento en que lo descubriesen no tendría más que colgar y se acabó el problema. -¿Empresa Batlló, buenas tardes, le atiende Montse, qué desea? La chica, Montse al parecer, hablaba tan rápido que Víctor no entendió nada. Estaba tan nervioso que colgó sin decir ni una palabra. Le había subido la adrenalina, se sentía avergonzado y… Se palpó el bulto de su entrepierna. Estaba excitado. Era algo prohibido, algo que no se podía hacer y que le excitaba en gran manera. Automáticamente volvió a marcar el número de teléfono de la empresa. -¿Empresa Batlló, buenas tardes, le atiende Montse, qué desea? -Hola…llamaba por la oferta de trabajo…-dijo él nervioso. -Sí, dígame. -La oferta de comercial. -¿Cómo se llama? Víctor respiró dos segundos antes de colgar otra vez. Sudaba exageradamente. Volvió a marcar el número, esta vez perdiendo ya parte de su vergüenza. -¿Empresa Batlló, buenas tardes, le atiende Montse, qué desea? -Hola Montse, soy la chica de antes, se me ha cortado la llamada. -No pasa nada, mujer. A veces son las líneas. -Decía que llamaba por la oferta de comercial. -Sí. ¿Cómo se llama? -María Luna. -¿Apellidos? -Brighi… Brighi Carvajal… -Con uno es suficiente-dijo Montse muy simpática-pero si pudiese deletreármelo… -B-r-i-g-h-i. -Muy bien… Bueno, pues nosotros somos una empresa que ofrecemos… Montse habló y habló durante casi dos minutos de reloj sobre la política de empresa, la reputación de la misma y lo que ofrecían. -Estamos ya acabando el proceso de selección, pero mañana aún aceptamos currículums. Tendría que enviarnos el suyo antes de venir. -¿Podría pasarme mañana? -Sí, nosotros estamos de nueve de la mañana a dos de la tarde. Tienes que rellenar un cuestionario y un papel con tus datos y luego te haremos una entrevista que dura unos diez minutos. ¿Te interesa? -Sí… sí… -A las once puedes pasarte. ¿Sabes la dirección? -Sí. Pues… perfecto. Muchas gracias. -A ti, hasta luego. Víctor se levantó y dio un par de vueltas por el salón. ¿Es que Montse era tonta o es que él realmente hablaba como una chica? No pensó más en todo aquello hasta que Luna vino por la noche. Con hábiles movimientos se acercó a su bolso y le robó el carnet de Sanidad. Por la noche, se fue a dormir ansioso. Dudó de si iría realmente a la entrevista, pero sus piernas decidieron por él a la mañana siguiente. Cuando Luna se hubo ido de nuevo, Víctor sacó una falda negra algo apretada, una camiseta que no fuese muy escotada y alistó el resto de complementos sobre la cama. Se dio una ducha rápida, con la que iniciaría su ritual de transformación. ‘‘Sólo es una broma, me voy a reír un rato’’ se repetía a sí mismo. Se puso unas bragas anaranjadas y se midió la falda. Para su sorpresa, Luna y él casi tenían la misma talla. Pero lo que le sorprendió no fue la igualdad, sino que él tuviese menos cintura que su novia. Siempre había creído que era al revés. Se midió la blusa. No estaba plano, pero distaba mucho de ser un buen escote. Sacó un sujetador de copa de aquellos que usaba Luna para tener más pecho. Vio unas piezas de relleno sueltas en el cajón, y decidió probarlas. Unas tetas pequeñas y juguetonas se dibujaban en la camiseta azul. No tenía una 105 como había presumido, pero al final sí que se había sacado unas tetas de la manga. Se afeitó una, dos, y hasta tres veces el bigote hasta que la piel le quedó totalmente lisa. Sólo con una cuarta pasada logró que esos pequeños puntos negros de pelo se le quitaran. Y así lo hizo con todo el escaso pelo que tenía en la cara, hasta dejarse una piel lisa y suave. Lo del pelo lo llevaba pensando desde que entró a la ducha, pero encontró la solución en el alisador de su novia. La corta melena que llevaba Víctor se tradujo en un pelo corto que caía por los lados, el pelo más liso que hubiese visto nunca. Como toque final se pintó los labios de un rojo que no llamase mucho la atención. El perfume fue cortesía de Luna, usó esa fragancia de coco para llenarse el cuerpo de aroma. A la vez que bajaba las escaleras a la calle repasaba mentalmente el número de DNI de Luna. Tan concentrado estaba que un señor chocó con él al salir del portal, tirando su bolso al suelo. -Lo siento, ¿estás bien, guapa? ‘‘¿Guapa?’’. Víctor casi le da un manotazo al oír eso, pero luego recordó la locura que hubiese sido hacerlo. No recordaba que iba vestido de mujer, tenía que empezar a pensar como una de ellas… -¿Sí? Lo… lo siento…-dijo el señor siguiendo su camino y disculpándose con la mano al ver que Víctor no decía nada. Siguió caminando, pasando al lado de dos chicos. Uno le miró las tetas y otro le miró a los ojos. Ninguno dijo nada. Víctor se paró muerto de vergüenza pensando en lo que comentarían. Se giró y comprobó cómo se iban a reír. Pero nada. Los chicos no habían hecho ningún gesto ni se habían reído entre ellos. Víctor empezaba a sentirse Luna… Con la confianza aumentada, determinó ir en Metro hasta la entrevista. Un largo camino que tenía que hacer antes de llegar a Hospitalet. Se sintió inseguro cuando llegó a los ferrocarriles y entró más gente de la que hubiese querido. Hombres con pases colgados del cuello y vestidos elegantemente entraban allí y llenaban el vagón. No había contado con el Meeting Internacional de Arquitectura. No hubo opción, y Víctor tuvo que quedarse de pie. Vio a un chico enfrente, de piel blanca y pelo negro, uno que vestía una camiseta de Led Zeppelin negra y que lo miraba de arriba abajo. Le daba un repaso y se comía a Luna con la mirada. Víctor jugó con aquel hombre. Empezaba a gustarle reírse de la gente, o eso era lo que quería creer, una vez más… Tan lleno iba el lugar de gente que el chico le ofreció el asiento a una señora, casi obligándola a que se sentara. Entre trompicones pudo acercarse a Víctor, que ya se empezaba a poner nervioso por la situación. El chico la miraba e intentaba rozarse contra él sin conseguirlo, tratando de dejar paso a otras personas y acercarse a ‘‘Luna’’. Una nueva oleada de gente entró en la siguiente parada, y en un movimiento inconsciente Víctor se giró dejando su culo a la vista. Una oportunidad de oro que aquel chico no desaprovechó para juntarse más. Él lo miró a los ojos, con una mirada que decía ‘‘qué buena estás’’ y que era demasiado lujuriosa para su gusto. Una señora quiso levantarse y aquel chico se pegó un poco más a Víctor, haciéndolo sudar por miedo a que alguien descubriese la verdad. Víctor levantó la mirada y observó a aquel chico mirando desde arriba, sintiendo algo de miedo por que notase que algo no encajaba en su físico. Le sonrió. El chico le miró la cara de arriba abajo y dibujó una mueca extraña cuando intentó mirarle las tetas y no vio gran cosa. -Parece que hoy no vas a poder respirar mucho-le dijo él. Víctor no respondió. Sólo sonreía. ¿Eso era un piropo o qué? No quería sudar, pero estaba comenzando a hacerlo exageradamente. -Me llamo Iván. -Yo Luna…-dijo él sacando su mano. -Encantado, guapa. -Igualmente…-sonrió intentando endulzar su voz. Iván la observaba con mirada picante, y Víctor poco a poco le devolvía las miradas y respondía tímidamente a sus preguntas. Fueron parando poco a poco hasta que el tren se detuvo del todo. -Es mi parada. -También la mía-dijo Víctor. Pensar como una mujer, ser una de ellas… Y Víctor movió sus caderas al bajar, como aquel día en el pasillo. Contoneaba su culo a lado y lado, provocando la admiración de Iván. -¿Y qué has venido a hacer aquí?-le preguntó Luna. -A recoger unos libros de un cursillo… -¿Quieres que nos tomemos algo?-preguntó de repente. -Por mí encantado-dijo Iván dichoso por haber ligado sin mucho esfuerzo. Juntos hablaban hasta llegar a una calle con paso cortado. Parecía un lugar fantasma, nadie estaba interesado en pasar por allí. -Si quieres podemos pasar por debajo-dijo él señalando un túnel con poca higiene. -¿No está cortado?-preguntó Víctor. -No, no… por ahí no pasa nadie, pero lo hacen porque huele mal y eso… pero se puede pasar perfectamente. Luna accedió a pasar por allí, por aquel túnel subterráneo mientras pensaba que no olía tan mal. -Oye Luna, ¿y tú por casualidad tienes novio? Se quedó quieta donde estaba, provocando que Iván cortara su avance. -Se me ha roto un tacón, creo…-le dijo. Luna expuso su culo ante Iván, que se relamía los labios pensando en lo que tenía enfrente. No paraba de mirar el ano dibujado en la falda negra, ese culo parado y tenso. -¿Estás…bien?-le preguntó. -Sí, ya está… Luna pudo ver entre la suave oscuridad la entrepierna de Iván, el paquete que se quería dibujar en sus pantalones. Sonrió al ver aquello, e Iván no esperó más para acercarse. Víctor estaba empalmado, y hacía lo posible para controlar las manos de pulpo que tenía su amante. -Soy Luna…soy Luna…-se repetía Víctor en voz alta. -Ya lo sé, nena… lo sé…-gemía Iván. Cogió a Luna de la espalda y la puso contra la pared, rozando descaradamente su pene contra las nalgas. -Eres Luna y me pones como un perro en celo… lo sabes… -Sí, lo sé… bésame guapo… bésame… Víctor besó a un hombre en la boca. Nunca antes lo había hecho, ni siquiera a ningún chico de su familia. Y no fue un beso inocente. Fue un beso aderezado con pintalabios rojo y saliva por ambas partes. La fina barba de Iván picaba en la depilada piel de Luna, pinchando como podía en la superficie. Iván le subió la falda bruscamente hasta dejar las braguitas de Luna al aire, aquellas anaranjadas que ahora se mostraban en su culo tenso y rígido. -Nena…nena… dime que vas a cumplir mi fantasía, por favor…-le decía Iván entre muerdo y muerdo. -Sí cariño… dime cuál es…. Víctor pegaba su pene duro como una piedra contra la sucia pared de aquel túnel, como si lo hubiese untado de pegamento en la fría piedra llena de pintadas. -Quiero….siempre he querido follar con una desconocida… Víctor sonreía. Lo tenía dominado. Se restregó gimiendo contra la pared para causarse estímulo en su miembro. -Sí… sí… vamos a follar… -Sí… joder nena… dame ése coñito… Víctor le paró las manos justo a tiempo para que no se llevara la sorpresa de encontrar su pene donde tenía que estar una vagina. Iván se bajó la cremallera y sacó su pene al aire, algo rojo y excitado hasta el límite. -Cumpliré tu fantasía si tú cumples la mía…-le dijo Luna. -Te lo prometo, nena. ¿Cuál es? ¿Que te coma el coñito? -Quiero que me la metas por el culo-dijo sin temblar. Iván volvió a besarla en la boca y a estirarle con los dientes un labio, jugando a quitarle la capa de pintalabios con que había sido decorado. -¿Tienes…tienes novio verdad? Víctor no se despegaba de la pared. Pese a la ayuda de la oscuridad, no podía jugársela. -Sí, tengo… novio. Iván se quedó quieto dos segundos. Víctor pensó que lo habían descubierto, pero se tranquilizó cuando Iván le acarició la mano provocándole un cosquilleo femenino. Sus dos manos bajaron las bragas anaranjadas, dejando al aire el culo tenso de Víctor. En un acto reflejo, bajó su mano para tapar su polla como podía, estirándola hacia arriba y haciéndola chocar con la pared. -¿Y tu novio no te da por culo, verdad? Empezaba a sospechar con esas preguntas, pero Víctor…Luna debía mantener la calma. -No, mi culito estaba reservado para ti… -Es que tienes aquí un tesoro… La palmada que le propinó Iván en la nalga resonó en todo el túnel, provocando un grito sincero que salió de Víctor y no de Luna. Luna se abrió de piernas, dejando paso a que Iván juntara su miembro. -Esto está muy cerradito, nena… -¿Te gusta? -Más te va a gustar a ti… Mójame los dedos. Sin aviso, Iván le metió dos dedos en la boca. Aquellos dedos sabían a pene, sabían a hombre. Era como si Víctor se hubiese metido la mano en la boca después de haberse masturbado. Los llenó de saliva, pero no fue Víctor. Fue Luna quien baboseó los dedos, cubriéndolos de una saliva caliente y algo espesa. Abierta de piernas, Luna recibió los dos dedos entrando en su ano, tocándola por dentro y examinando su cavidad rectal. -Relájate, guapa… Las bragas se estiraban de una pierna a otra, tensándose y dándose de sí hasta el límite. Iván se juntó a Luna y la penetró. Luna contrajo su culo e hizo rápidamente que el pene se escabullera hacia afuera, sin haber entrado apenas siquiera. -¿Ya no quieres? -Sí… sí que quiero… -Entonces cálmate un poquito… yo cuidaré de ti… Luna volvió a abrir sus piernas. El pene de Iván volvía a entrar. Poco a poco introdujo la punta. El glande resbalaba en su recto, haciendo gritar a Víctor de dolor. -Para…para… Iván se quedó quieto con una parte de su pene allí metido. -¿Sigo un poquito más? Luna chocaba contra la pared, con las piernas abiertas. -Sí, sigue… -Esa es mi chica… Iván gemía y Luna gritaba, pero ambos sabían que una polla gorda y fuerte estaba entrando por un culo estrecho y firme. -¿Lo ves? ¿A que no duele tanto? Iván besó el sudado cuello de Luna, atrapando con sus labios las tenues gotas de sudor que allí se pegaban. -¿Lo puedo mover, nena? -Sí…fóllame el culo…-se atrevió a decir. Iván la agarró de los hombros y comenzó a follársela, a dejar que las nalgas atraparan su duro miembro. -Gime cariño….vamos gime… -Sí… sigue Iván…sigue… -A ti… a ti lo que te hacía falta era una buena polla… una buena polla que te petara el culo… ¿verdad? -Sí…sí…-podía decir Luna. -Tu novio no tiene ni idea… Iván introdujo lo poco que le quedaba fuera, clavándole el miembro entero a Luna por el culo. -¡Mis huevos! ¡Están chocando con tus nalgas! -Ah... ah… Iván cogió el músculo que bailaba en el brazo de Luna y lo utilizó como apoyo para terminar, para correrse en lo más profundo de su ser. Muerto de placer, Iván la sacó de dentro y se la limpió, siguiendo su intuición. Luna se bajó la falda y se acomodó el miembro como pudo, haciendo disminuir su erección a un ritmo drástico. -¿Te ha gustado? Víctor nunca preguntaba eso después de tirarse a la verdadera Luna, y de hecho ni siquiera escuchó lo que Iván le decía. Sólo pensaba en cómo había cambiado su sexualidad aquellos dos últimos días. De querer hacerle sexo anal a Luna a recibirlo él, de emisor a receptor. Luego pensó que aquel viaje había comenzado a los quince años y que casi quince años después había finalizado en ese túnel. ¿O no había finalizado? -No te sientas mal por tu novio…-dijo Iván ante el silencio. -No, no… Él se subió la bragueta y guardó el miembro definitivamente flácido. -¿Tomamos algo al final? -Yo…no. Saldré por allí. Has sido una delicia. -Lo respeto-dijo Iván. Con un beso rápido él se despidió hasta quedarse medio iluminado por la luz al final del túnel. -¡Luna! En ése momento Víctor se giró, algo dolorido por lo que había pasado. -¡Gracias por hacer mi sueño realidad! Ésta vez, Luna volvió a sonreír. … Víctor se volvía a duchar en casa cuando llegó Luna de trabajar, sabiendo que aquella era su tarde libre. Dejó las llaves en la mesa y se descalzó los zapatos para dejar que sus pies respirasen. Con su mano más hábil, agarró casi al primer timbre el teléfono fijo para contestar a la llamada. -¿Diga? -Hola, ¿la señorita María Luna Brighi, por favor? -Soy yo. -Mire, la llamo de la empresa Casa Batlló, nos ha sido imposible localizarla en el número que nos dio. Usted nos solicitó una entrevista de trabajo para esta mañana a las once a la que no se ha presentado… y ésta tarde vamos a ampliar las solicitudes, la llamaba por si al final le interesaba venir y hacer la prueba. -Disculpe, un momento… Luna observó el bolso negro colgado de la silla, aquel que no había utilizado en tres años. Lo abrió y vio su DNI junto al carnet de Sanidad. Con dos dedos y casi sin tocarlo, saco de dentro un pañuelo que apestaba y que estaba lleno de sangre. -Perdone… le agradezco su interés, pero al final no me interesa la oferta de trabajo. -Muy bien, gracias. -Hasta luego. Luna cogió sus dos carnets y se los guardó en el bolsillo del pantalón, ocultando otra vez en el bolso aquel pañuelo que había cogido con los dedos. -¿Quién era?-preguntó Víctor saliendo de la ducha y secándose la cabeza. Luna observó que su novio se había rapado el pelo, e intentó mirar con disimulo la piel suave que ahora tenía en la cara. -Una oferta de gas natural, mi amor. Ya les he dicho que no nos interesa. -Ah, bien… Luna besó a Víctor con sus labios cariñosos y le acarició el suave pectoral. -Esta tarde no trabajo…-dijo cogiéndole la mano. Ahora fue Víctor quien besó a Luna, imaginándose lo que podrían hacer. -¿Aún te apetece un poco de sexo anal?-le preguntó la verdadera Luna llevándose a Víctor hacia el dormitorio.

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