viernes, 25 de abril de 2014

VOLVIENDOME CHIKA

Yo era muy masculino de 1m87 de estatura y 90kg. Iba regularmente al gimnasio donde ejercitaba a diario. Sin razón aparente, una mañana me vinieron unas arcadas que me hicieron vomitar todo el desayuno. Al principio no le di importancia; sin embargo, luego de tres días de vomitar todo lo que comía terminé en un hospital de la capital. Hicieron varios diagnósticos, desde cólera hasta infecciones intestinales y muchas otras enfermedades que no puedo recordar; sin embargo, pasaron 6 meses desde que entré al hospital hasta que lograron controlar mi enfermedad. Salí vivo pero muy devastado. Al salir, a pesar de mi estatura pesaba solamente 55kg; por lo que se me recomendó no salir a la calle. Mis defensas estaban muy bajas. Se me dio una dieta basada en fibra y ejercicios, para recuperar todo el musculo que perdí. Mis padres vivían en un pueblo muy pequeño a 4 horas del hospital; por lo tanto, decidieron que me quedaría en la casa de una prima que vivía en la capital, debido al control médico necesario. Ella se ofreció a cuidarme. Al llegar a casa de mi prima me vi al espejo, mi cabello estaba largo, una barba horrible y mi ropa claramente mostraba mi pérdida de peso. No podía creerlo, el hombre grande no estaba, todos mis músculos se redujeron a un saco de huesos. Mis pechos, se colgaban como si fuesen senos caídos de una señora de edad. Me puse a llorar. En ese momento entro mi prima a la habitación me abrazó y me dijo: - No llores Gaby, vas a ver que pronto vas a estar bien. Anda, aféitate que yo buscaré algo de ropa para ti. Bajo con ropa deportiva, un tanto unisex, un poco pegada al cuerpo y unas pantaletas sin encaje. - Póntelo, ya encontraremos ropa de chico en tu talla en otro momento. Una vez que me había afeitado me agarré una media cola y me pude la ropa. No lo podía creer, parecía otra persona. De hecho, gracias a mi pérdida de peso y a mi cabello se me veía como señorita. Tuve una sensación extraña en mi estómago pero me gustó. Pasaron 2 semanas hasta que pude salir a comprar ropa masculina, el tiempo estaba frío y no podía arriesgar a resfriarme. Compré lo básico, ropa deportiva para pasar en casa y unos vaqueros y camisas para cuando tenía que salir. Sin embargo, a pesar de estar contento de poder vestirme bien, sentí algo extraño, como si algo me faltase. No le di importancia! Al cabo de un mes, ya había reafirmado un poco mis músculos y mi piel ya no chorreaba como al principio; sin embargo, no lograba subir de peso. Mi cuerpo no era nada masculino, sentía que tenía pechos, supongo que en parte por haberlos trabajado mucho antes de mi enfermedad, y en parte por todo lo que tomé mientras iba al gimnasio. Un día que toda mi ropa de gimnasio estaba un poco sucia busqué un poco de ropa de mi prima para ejercitarme. Al ver su ropa, una sensación extraña recorrió mi cuerpo. La misma sensación que tuve el día que llegué a casa. No sé qué me pasó por la cabeza en ese instante, pero de un momento a otro, decidí probarme unos vaqueros descaderados y una blusa rosa, algo holgada, que dejaba al descubierto la parte baja de mi espalda. Fue en ese momento que descubrí que es lo que me faltaba el día en que volví a usar ropa masculina. Dejé al descubierto algo que he tenido en mi interior desde no sé cuándo. Desde ese día, pasé casi todos los días disfrutando de la ropa de mi prima, usándola y modelando con ella por su casa sobre todo los miércoles. Todos los miércoles ella debía salir temprano y regresaba pasadas las 10pm, así que esos días solía aprovechar para feminizarme aún más que los demás días. Me despertaba, tomaba un baño, me hacía un manicure de manos y pies, me maquillaba y al final me vestía. Este fue mi ritual de los miércoles durante casi tres meses hasta que fui descubierta. - Que estás haciendo? Preguntó mi prima sorprendida al entrar en casa. - Hace cuanto que haces esto? No sabía que responder. Era una situación totalmente extraña. Cómo explicarla? No tenía idea. - No sé qué ha pasado. Desde que usé tu ropa por primera vez, algo extraño sucede en mí…….. Pasaron varios minutos hasta que se rompió el silencio. - Ahora comprendo porque mi ropa estaba nunca estaba en su lugar. Dijo mi prima y continuó: - Yo tampoco lo entiendo, pero si lo vas a hacer tienes que hacerlo bien!! Me quede sin palabras mientras ella continuó: - Sube a mi habitación y quítate la ropa que te voy a poner linda! Al cabo de 5 minutos subió. En sus manos llevaba cera de depilación y con ella comenzó a depilar todo mi cuerpo. Al finalizar me untó crema humectante. Mi cuerpo se sentía completamente suave. No recuerdo haber tenido mi cuerpo tan libre de pelo desde mi infancia. Era una sensación muy agradable. Aunque siempre he llevado mis uñas bien cuidadas, les faltaba un poco de color. Tomó un esmalte de color azul con brillos de color plata y finalmente pinto las uñas de mis manos y mis pies. Luego pasamos al bello facial. Primero sacándome las cejas dejando apenas una fina línea y luego afeitando mi barba hasta que no quede ningún rastro de ella. Finalmente me maquilló Hasta ese momento, no había hecho ninguna objeción nada. Sabía que, o al menos lo pensaba, que todos los cambios eran reversibles. Sin embargo, el momento que me distraje, ella aprovechó para para hacer la primera perforación de mi orejas. - Que haces? Repliqué - No te preocupes que los chicos también pueden usar pendientes. O no? Antes de acabar la frase perforó mi otra oreja derecha. Una mezcle de dolor y excitación se mezclaron en mi. Mi prima aprovechó mi excitación para seguir perforando mis oídos. Al final terminé con dos pendientes en el oído izquierdo y tres en el derecho. - Al parecer te ha gustado no? Vamos a mi dormitorio tienes que vestirte! Desde hoy puedes utilizar mi ropa sin esconderte; al menos hasta que compres la tuya. Yo no podía decir ni una palabra, solo asentía con la cabeza. Saco del armario un hilo y un sostén de encaje color negro, unos pantalones stretch estilo pescador de color rosa que dejaban ver mis tobillos y un Bvd azul que dejaba al descubierto un poco de mi cintura. Cuando acabé, mi masculinidad se había escondido totalmente. Era claro que no era mujer, no tenía pechos (al menos casi nada pues mis días de levantar pesos habían dejado sus marcas) y tenía un pequeño bulto en mi entrepierna. Pero mi feminidad la hubiera envidiado cualquier chica. Pasaron algunos días como ese. Todos los días intentaba ponerme linda, aunque me tomó tiempo dominar el maquillaje. Pero poco a poco se volvió algo natural. Pronto volveré con la historia de mi primera salida… Espero sus comentarios.

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