martes, 15 de abril de 2014

NATALIA

Ante todo, me gustaría presentarme: me llamo Natalia y, aunque exteriormente no lo parezca, no soy una "chica" corriente (supongo que me habréis entendido). Vivo en Barcelona, aunque soy de un pueblo de la Castilla profunda en la cual ciertas cosas todavía o no están bien vistas, o bien no son admitidas, como es mi caso. Mi afición por lo femenino viene desde que era pequeño: me gustaba ponerme la ropa interior de mi madre o de mis tías, así como sus bikinis y bañadores e incluso, a veces, me encerraba en el cuarto de baño con la típica excusa a probarme esa ropa que a mí me encantaba, sobre todo los conjuntos y braguitas de mi tía Marcela, dado que viajaba mucho a Madrid, y la tenía bastante bonita y sofisticada: encajes, trasparencias, etc, y que le sentaba divinamente a sus (entonces) treinta y tantos, teniendo fama para todo el resto de la familia de ser un pelín "golfa" (Aún hoy es la única que mantiene bastante contacto conmigo después de mi cambio, y voy a verla a menudo o viene ella a verme a mí). Después de terminar los estudios en el pueblo, marché a la capital a cursar mis estudios universitarios y, allí, dado que estudiaba de tarde y trabajaba de noche en una pizzería, no sólo no gastaba demasiado, sino que podía hasta ahorrar, cosa que me vino bastante bien cuando decidí dar un paso más y alquilar un pequeño estudio. Era allí donde guardaba mi ropa de mujer y donde me trasformaba por las noches. Me depilé todo el cuerpo ya que, por mi afición a la bicicleta, daba el pego perfectamente y todavía hoy voy así, tan sólo un pequeño mechón en el pubis. En una de estas noches que estaba un poco más aclarada con los estudios, ya que era mi último año, decidí salir a tomar una copa a alguno de los locales que había en la ciudad, y allí conocí a Corina, una hermosa hembra con una preciosa "sorpresa" la cual, tras una fantástica noche de sexo (de la cual ya os mandaré el relato), no sólo me animó a dar el paso, sino que me ayudó y aconsejó y, al enterarse después de que me habían ofertado un trabajo en Barcelona, me dio varias direcciones de amigas de ella, con las cuales tengo bastante contacto, debiendo aclarar que no se dedican a la prostitución ni nada por el estilo, sino que viven en el margen (como yo) de los dos sexos. Al llegar a Barcelona y encontrar un bonito piso para vivir en una zona relativamente céntrica, dado que el sueldo que cobraba me lo permitía, y después de llevar un año trabajando, comencé mi trasformación, solicitando una excedencia en la empresa que me fue concedida sin excesivas preguntas, prometiendo guardarme el puesto (cosa que hicieron). Cuando volví a la empresa yo ya no era aquel tímido chico de provincias que había llegado hacía un tiempo, sino una preciosa mujer, alta, pelo largo y lacio castaño claro, unos preciosos pechos y un culete respingón, dadas mis largas piernas, que provocaron alguna que otra mirada de deseo de compañeros (como es típico, éstos no se habían apercibido todavía de quién había vuelto, cosa que no pasó con la mayoría de las compañeras). Al volver temí el rechazo, cosa que, sorprendiéndome gratamente, no ocurrió, encontrando un apoyo que realmente no esperaba, siendo éste mayoritario por parte de ellas, que me recibieron como a una igual, y aquí es donde empieza mi historia. En la empresa había trabajando una chica, Nuria, la cual parecía que vivía en otro planeta, no por aislamiento propio o provocado, sino que era muy independiente. Era, y es, una hermosa muchacha: aproximadamente 1’70, rubia natural, ojos verdes, delgada (fruto de las muchas horas de "fitness" que practicaba), bonitas tetas y mejor culo, en fin, un bombón. Era todo un caprichito, y sufría frecuentes acosos (aunque sin salirse de un límite) por parte de algunos compañeros, rechazándolos al estar saliendo con un guapo chico del cual ya os hablaré. Por mi parte, yo notaba que entre ella y yo parecía que no había excesiva química (laboral, me refiero): contestaciones a regañadientes, miradas altivas, etc, cosa que me llevaron a preguntarme qué podría haberle hecho yo, sobre todo teniendo en cuenta que, habiendo llegado ella a la empresa después de mi vuelta, le ofrecí inmediatamente mi amistad y apoyo en lo que necesitase. Llegué a la conclusión de que ella sabría porqué estaba así y a que no merecía la pena calentarme más la cabeza. Pensé que había mejor gente en el trabajo. El detonante de la situación llegó una noche en la cual la directiva, tras haber conseguido realizar una buena operación, y reconociendo que mucha parte del mérito era nuestro, decidió agasajarnos con una cena en un buen y lujoso restaurante de esta capital, a la cual asistió la práctica totalidad de la plantilla, faltando muy poca gente y por razones de peso. Para la ocasión elegí unos zapatos negros de tacón de aguja, un sexy conjunto de sujetador, tanga y liguero de color azul noche, casi totalmente de blonda, unas medias negras, y un elegante vestido de fiesta largo, de color rojo que estilizaba mi ya de por sí mi esbelta figura. Durante la cena, al estar yo sentada entre Manuel e Ignacio, dos de los compañeros más "caras" y a la vez mejores personas, no paraba de notar una mirada de rabia y odio por parte de Nuria, la cual estaba sentada en el otro extremo de la mesa y veía perfectamente todo lo que pasaba en el lado en que yo me encontraba. Creí entender unos ciertos celos, ya que estos dos compañeros no paraban de agasajarme, pero lo descarté enseguida por sus frecuentes alusiones a su novio y a los educados rechazos que había efectuado por tal motivo. Como anteriormente, decidí no darle más vueltas, procurando disfrutar de la velada lo máximo posible. Después de la cena, decidimos ir a tomar una copa todos juntos, excusándose sobre todo las parejas, quedándonos lo que entre bromas llamábamos el "núcleo duro", los típicos de juntarnos bastante a menudo al objeto de una comida, un fin de semana, o una juerga porque sí. Tras tomar varias copas por los pubs del centro y "Port Olímpic", decidimos ir de discoteca. Seguía notando esa mirada por parte de Nuria pero, ya que yo me había tomado un par de copas, ya no le daba importancia, disfrutando de la noche, bailando con casi todo el grupo, teniendo hasta pequeños "flirteos" (sin ninguna segunda intención, más que nada las típicas bromas) con compañeros y compañeras. En fin, que la noche iba sobre ruedas. En un momento dado de la noche me excusé para ir al servicio. Había terminado y estaba en el tocador retocándome el maquillaje, cuando noté una presencia a mi espalda y una voz que, en tono resentido, me decía: - Muy bien, sí señor. Muy bonito. Ya está en acción la típica protagonista. Me volví, en un principio un tanto asustada, pero me tranquilicé un tanto al ver que era Nuria. Al oír lo que ella me había dicho, y pasada la sorpresa inicial, pensé que por fin se iban a destapar las cartas. Había llegado la hora de la verdad así que, aparentando no inmutarme lo más mínimo, más que nada por aparentar seguir manteniendo la distancia que ella había puesto entre nosotras, e intentando mantener un diálogo intrascendente, simplemente le contesté: - Ah, eres tú, Nuria… - "Eres tú, Nuria", "Búa búa" – en un tono burlón que dejaba ver un evidente desafío. – Sí, soy yo. ¿Sorprendida - Ni lo más mínimo. Simplemente no te había oído entrar y no te había visto. - ¿Con qué no me habías visto? De eso ya me había percatado. Eres tal cual yo me imaginaba: una calientapollas insensible. Aquel comentario me sorprendió y me disgustó enormemente: me habían llamado insensible cuando en mi vida me había tocado sufrir bastante y, ahora que podía, intentaba ser feliz. Sin embargo, lo de calientapollas lo ignoré, mayormente porque en el fondo de mi ser sabía que no lo era. - ¿Con que una calientapollas y una insensible, no? ¿En qué te basas para decir eso? - ¿En qué me baso? Sólo hay que mirarte. Ropa marcona, un estilo un tanto peculiar y, lo que más me revienta de ti, ¡ESE TONTEO CON LOS COMPAÑEROS! Parece que estés hecha por naturaleza para el flirteo. Se suele decir que hay veces en que si se habla, se pone el pan por las nubes, y Nuri aquella noche lo estaba poniendo a precio de caviar. Volvió a la carga, pero esta vez con un ataque directo, sin contemplaciones, que terminó de dejarme anonadada. - Vaya un putón que estás hecha. Siempre a ver que puedes cazar, sin darte cuenta de que hay gente que siente algo por ti de verdad. - No te entiendo, Nuria... ¿Qué quieres decir? Yo no creo que sea tan pendona como tú dices. - ¡Vaya!, ahora encima se hace la tonta. Esto ya es el colmo. Me parece que lo voy a tener que hacer claramente, porque, si no, creo que no me voy a atrever. Y diciendo esto, y antes de que yo tuviese tiempo de hacer nada, se acercó a mí, dándome un fugaz beso en los labios. "¡Ostia!, así que es eso, que le gusto!", pensé sorprendida. Sin embargo, no pude pensar demasiado ya que, aprovechando mi momento de confusión, se acercó a mí otra vez, me cogió suavemente del cuello y volvió a besarme con una diferencia respecto a la vez anterior: si antes había sido un leve roce, ahora era un intento de morreo en toda regla, intentando introducir su lengua en mi boca. Vencida ya mi resistencia, y dado que la verdad es que a mi ella tampoco me resultó indiferente, me dejé hacer, correspondiéndola yo también, dando lugar a un combate de lenguas en nuestras bocas, sintiendo como nuestras salivas pasaban de una boca a otra, llegando Nuria a meterme la lengua casi hasta la garganta. Besaba apasionadamente, impulsada por un deseo incontenible. Se juntó más a mí, pegando su cuerpo al mío. Notaba el roce de nuestros pechos, mientras una de sus manos jugaba con uno de ellos y la otra había bajado, primero hasta mis caderas, después hasta mi culo. Mis manos tampoco se estaban quietas, recorriendo el lateral de su cuerpo y, metiéndose por debajo de su vestido por la abertura, acariciando también sus caderas, y contemplando atónita que no llevaba ropa interior, tan sólo las medias. Se retiró un instante de mi y, cogiéndome de la mano, me llevó con ella hasta un reservado, donde se mostró todavía más lanzada. Volvimos a besarnos apasionadamente, acariciándome los pechos por encima del vestido, mientras su boca recorría mis ojos, mis orejas, mi cuello descubierto, provocándome escalofríos de placer. Ella llevaba la iniciativa totalmente, como demostró al bajarme los tirantes del vestido y, sacando mis pechos de las cazoletas del sujetador, empezó a besármelos, provocando que mis pezones se erizasen. En ese momento, Natalia no existía, no estaba en este mundo. Solamente me importaba disfrutar de las caricias de Nuri. Estábamos ensimismadas cuando escuchamos el ruido de la puerta al cerrarse bruscamente, entrando un grupo de chicas, por lo que decidimos volver con el grupo. Salimos con un tiempo entre las dos, para no mostrar lo que había ocurrido, entreteniéndonos a retocarnos los maquillajes. Volvimos al lugar donde se encontraban los compañeros y, al ver que ambas volvíamos sonriendo, Marta me preguntó, - Parece que habéis hecho las paces las dos, ¿no? - Bueno, – contesté – podríamos decirlo así. Al parecer todo era un tonto malentendido. Hemos estado hablando y se han aclarado las cosas. Simplemente eso. - Ya lo veo. La verdad es que me teníais mosqueada las dos. Me considero amiga de ambas y, la verdad, me molestaba estar en medio de una, digamos, batalla encubierta. - No te preocupes – contesté mirando disimuladamente a Nuri, la cual, al ver que yo miraba, mirando hacia otro lugar, se contoneaba sensualmente. Al cabo de un rato Nuri se acercó a nosotras, pasando un rato hablando distendidamente hasta que, debido a la hora, decidimos marcharnos. Al día siguiente no teníamos que trabajar, nos habían dado fiesta, pero se notaba el cansancio. Al salir, y con la excusa de que me pillaba de camino para dejar a Nuri en su casa, ella decidió venirse en mi coche, dirigiéndonos en realidad a mi casa. Apenas hablamos durante el camino, simplemente íbamos fumando un cigarrillo, con las ventanillas abiertas, sin prisas, disfrutando de la cálida noche barcelonesa. Notaba una cierta magia en el ambiente, hasta que el encanto se rompió levemente al llegar al bloque donde vivía y meter el coche en el garaje. Al coger el ascensor y cerrarse las puertas volvimos a besarnos apasionadamente, notando de golpe como el ascensor se detenía. Al parecer alguien había pulsado el botón de llamada antes que yo. Era una pareja. Paramos y empezamos a charlar disimuladamente de que si ella tenía algo que recoger de mi casa. Nos consumía la impaciencia, ya que parecía que la pareja no se iba a bajar nunca, cosa que hicieron un piso por debajo del mío. Al bajarnos del ascensor, y mientras abría la puerta, Nuri me abrazó por detrás, volviendo a besarme el cuello y la nuca, lo que provocó que casi no pudiera abrir la puerta. Entramos, y al cerrar la puerta, volvimos a besarnos casi con furia, con un deseo incontrolable, mientras nos acariciábamos. Pasamos al salón, comentándome ella que lo tenía muy acogedor. Le ofrecí una copa, que aceptó, sentándonos a continuación en el sofá. Mientras hablábamos, notaba sus ojazos fijos en los míos. De repente, ella soltó la copa, y acercándose a mí, me volvió a coger del cuello, besándome nuevamente, esta vez con más delicadeza. Respondí a sus besos, mientras nuestras manos no se estaban quietas. Mi mano le acariciaba sus piernas, recorriendo el interior de sus muslos, hasta que llegué a su entrepierna. Con agradable sorpresa comprobé que tenía el sexo completamente afeitado, con tan sólo (como yo) una pequeña pelusa cuidadosamente recortada. Ese detalle me volvió loca. Se notaba suave. Mientras, ella no se estaba quieta, deshaciéndome el recogido de mi cabello. Me bajó los tirantes del vestido y, desabrochando el sujetador, dejó mis pechos al aire, amasándolos y besándolos, recorriendo con su lengua uno de mis pezones, mientras su otra mano pellizcaba el otro, acariciándome el vientre de tanto en tanto. De repente, ella se levantó y, poniéndose de espaldas a mí, se empezó a quitar el vestido, de una manera como sólo podría hacerlo una bailarina profesional. Al desprenderse del vestido y quedar completamente desnuda, se volvió hacia mí, tapándose con un brazo los pechos con una mano y con la otra su sexo. Tenía un cuerpo precioso, bien formado. Quedó de rodillas ante mí, acercándose como una gatita, con su culo ligeramente levantado y la espalda arqueada, pasando la punta de su lengua por sus labios. Al pegarse a mí, volvió a besar la parte de mi cuerpo que quedaba al aire. Al tomar conciencia de la situación, me levanté, quedando cerca del mueble bar de espaldas a ella. ¿La explicación? Tenía miedo, miedo de que ella estaba cerca de descubrir mmi secreto, de que se rompiera la magia que había en el ambiente. Sorprendida, ella quedó en el suelo, notando como me miraba fijamente. Se levantó, y acercándose a mí por detrás, tan sólo me preguntó, - ¿Qué te ocurre? ¿Por qué te has levantado de esa manera? ¿Es que te arrepientes de lo que ocurre? - No es eso, Nuri. Es algo que...., en fin, que es difícil de explicar. - ¿De qué se trata? Venga, no seas tonta y dímelo. - No cariño, no puedo decírtelo. Tengo miedo de que algo no te guste y esto se rompa. - ¿Miedo tú? Venga ya. Mientras tanto su mano no se estaba quieta, recorriendo con su uña mi espalda, volviendo a provocarme escalofríos. Por detrás como estaba, terminó de quitarme el vestido, haciendo que éste cayera a mis pies. Recorriendo lo que podía de mis piernas, soltó las tiras del liguero, desabrochándolo y dejándome solo con las medias y el tanga. Se pegó a mí, notando como clavaba sus pezones en mi espalda, recorriendo con sus manos mi vientre. Cuando yo notaba que su mano se acercaba demasiado a mi entrepierna, se la apartaba, procurando que fuese de la manera más suave posible. Sin embargo ella persistía hasta que, aprovechando un descuido por mi parte, me bajó de un tirón el tanga, quedando tan desnuda como ella. Instintivamente, mi mano fue a tapar mi "cosita", al objeto de que no pudiese tocarla, hasta que, de golpe, me volvió hacia ella. Decidí no esconderme más. Al descubrir el motivo por el que yo me tapaba tanto, vi como sus ojos se abrían como platos. Cerré los ojos. Sólo escuché un ¡Ah! de sorpresa por su parte. Temí que ella se levantase, se vistiera y se fuese. Sin embargo, no ocurrió tal cosa. De golpe, noté como su mano acariciaba con delicadeza mi pequeño pene. Oí como decía, - Vaya, vaya. ¿Así que éste es tu "secreto"? Abriendo los ojos y mirándola, tan sólo acerté a contestarle, - ¿Mi secreto? - Sí, no te hagas la despistada. Sabía que escondías algo, pero no me imaginaba en absoluto que fuese algo así. La verdad es que no aparentas en absoluto ser en realidad un hombre. - ¿Qué sabías exactamente? O mejor aún, ¿qué te imaginabas? - Muy sencillo. Verás, desde que empecé a trabajar en la empresa, y no sé porqué ya que a mí nunca me han atraído las mujeres, pero inmediatamente me fijé en ti, me gustaste. Llegué a sorprenderme mirando como hipnotizada el balanceo de tus caderas cuando pasabas cerca de mí. Un día, mientras tomábamos un café en la cafetería Roser, María del Mar y yo, pasaste por al lado. Llevabas un pantalón crema, una blusa negra, casi trasparente, dejando entrever un sujetador negro, y me quedé embobada mirándote, sobre todo tu hermoso y bien formado culo. Mará del Mar me sacó de mi embeleso diciéndome, - "¿Qué pasa, Nuria? ¿Has visto algo es especial?" - "No, nada" – contesté ruborizándome – "Simplemente me he quedado mirando al vacío". - "¿Al vacío? ¿O es que ahora se llama así el trasero de Natalia…?" - Yo no sabía qué contestar, así que simplemente intenté salir lo mejor posible... - "La verdad es que está bien, pero no miraba eso. Ya te digo, sólo al vacío". - "No disimules. ¿Recuerdas que te sientas a un par de mesas de mí? La verdad es que tiene un tipazo, de lo mejorcito de la oficina, por no decir lo mejor, pero..." - "¿Pero qué?" - "No, nada. No sé lo que estoy diciendo." - "Venga ya, no seas así. ¿A qué te refieres?" – insistí. - "Es que no te lo puedo decir. Solamente te puedo decir que es más o menos un "secretillo". - "¿Un secretillo? ¿A qué te refieres? Venga, dímelo por favor". - "Es igual, olvídalo. Venga, termínate el café y vamos. Tenemos trabajo para terminar". - Así lo hicimos, volviendo al trabajo. Pero aquello me dejó muy, muy intrigada. Nunca me imaginé que pudiera ser lo que estoy viendo. - ¿Y qué opinas? – contesté. - La verdad es que es algo increíble. Me estás dando un morbazo que no te puedes ni imaginar. Eres guapísima, tienes un cuerpazo increíble. He hablado contigo, y tienes una delicadeza de auténtica mujer: en tu trato, en tu forma de hablar, de comportarte, y mmm... Mientras hablaba, su mano no se había quedado quieta, y mi pene estaba empezando a reaccionar, alcanzando una mediana dureza, lo que provocó ese ronroneo en ella, añadiendo a continuación, - ... tienes todo ello combinado con una hermosa polla que, por lo que estoy viendo, me va a hacer disfrutar bastante. Lo mejor de los dos: un hermoso cuerpo de mujer y una buena polla. En fin, increíble. Y sin añadir nada más, lanzó su cabeza hacia delante, besándola suavemente. Recorría toda su longitud, llegando incluso a lamer mis pequeños testículos. Después hizo el mismo recorrido, salvo que con la lengua, provocando que llegase a una erección considerable, como pocas veces había tenido. De golpe, noté la calidez de su boca alrededor. Se la había tragado casi entera, notando su lengua alrededor de ella y, por los movimientos de su cabeza y su agitación, se notaba que le gustaba lo que estaba haciendo. Sus manos no se estaban quietas, y ahora recorrían los cachetes de mi culo, acariciando mis testículos, amasándolos, llegando incluso a deslizar un dedo por entre mis nalgas, provocándome un respingo de placer cuando noté que rozaba mi ano. Poco a poco, y sin sacársela de la boca, fue tirando de mí para que me tumbase en el suelo, siguiendo ella entre mis piernas. Una de sus manos seguía atareada con mi culo, mientras la otra sobaba mis pechos, pellizcando mis pezones, los cuales ya se habían puesto duros como piedras. Sabía como hacerme sufrir, puesto que, cuando notaba por los movimientos de mis caderas que estaba a punto de correrme, paraba, dándome besos por el vientre, lamiéndolo con su lengua, metiéndola en mi ombligo. Me estaba haciendo disfrutar como una posesa. Pasado un instante, paró en seco y, levantándose, se tumbó a mi lado boca arriba, pidiéndome que ahora fuese yo la que la lamiese, cosa que hice con sumo gusto. Me tumbé a su lado, empecé a besarla en los labios, las orejas, como ella me había hecho a mí, hasta que empecé a bajar, recorriendo su cuello, hasta que llegué a sus pechos, los cuales se notaban hinchados de excitación, recorriéndolos con mi lengua, mordisqueando suavemente sus pezones, lo que provocaba que ella arquease su espalda. En esa zona me entretuve un rato, hasta que seguí bajando, entreteniéndome en lamer su plano vientre, cosa que se notaba que le gustaba por la leve elevación de sus caderas. Seguí, esta vez por sus piernas, besándolas prácticamente en su totalidad, recorriéndolas con mi lengua, besando la cara interior de sus muslos, los pliegues que forman en las ingles cerca de la vulva, hasta llegar a su sexo. Me gustó mucho lo que vi ya que, como he dicho anteriormente, lo tenía casi totalmente afeitado, al igual que yo, pero ahora pude comprobar que su leve vello era del mismo color que su cabello: rubio natural, y eso me encantó. Lamí su vulva, sin dejar un solo rincón sin explorar, hasta que llegué a su clítoris, el cual besé suavemente, rodeándolo con mis labios, empezando a lamerlo. Ella no paraba de gemir, y su sexo parecía una fuente de la cantidad de líquido que soltaba. Más atrevida, decidí meterle un dedo en su vagina, sacándolo y metiéndolo, notando como sus manos rodeaban mi cabeza para que no me despegase de su sexo. Poco a poco nos fuimos girando, hasta que quedamos en la posición del "69", iniciando una comida simultánea de nuestros sexos que nos volvió locas a ambas, hasta que nos corrimos casi a la vez, poniéndome la cara y la barbilla chorreando de sus fluidos, y notando yo cómo inevitablemente me iba a correr, cosa que sucedió, acelerando ella la mamada y tragándose toda mi leche, sin dejar escapar una sola gota. Cuando nos corrimos las dos, descansamos un instante y, de repente, se giró sobre mí y volvimos a besarnos apasionadamente, sin parar de repetir ella que había tenido un orgasmo increíble, dándome las gracias. Mientras, sus manos no se habían estado quietas, y seguía acariciándome todo mi cuerpo, mis pechos, mi pene, con lo que logró que volviese a ponerse derecho como un palo, sobre el cual, y sin previo aviso, se ensartó, iniciando una cabalgada salvaje hasta que nos volvimos a correr las dos, corriéndome dentro de su vagina, y notando como sus flujos me ponían chorreando, mientras no parábamos de besarnos y ella seguía agradeciéndome lo que había pasado. Nos quedamos dormidas así, abrazadas, hasta la mañana siguiente. Nos despertamos y volvimos a hacer el amor, primero en la ducha y después otra vez en la cama. Después la llevé a su casa. Desde entonces, nos hemos visto muchas veces, y hemos llegado a meter a su novio en nuestros juegos, descubriendo él su faceta bisexual. Más o menos dos semanas después de nuestro primer encuentro, durante las cuales nos habíamos enrollado varias veces, un día noté que Nuria estaba bastante apagada, que se encontraba rara, y al preguntarle por qué, me contestaba que no le pasaba nada, por lo que deduje que eran problemas con su novio. Al final, y después de apretarle mucho, medio llorando me dijo que sí, que su novio era muy celoso y que pensaba que le estaba engañando con alguien. Después de consolarla, le dije que lo que mejor podía hacer era decirle una media verdad, o sea, que eran líos esporádicos con otra chica, ya que ella me había dicho que a él le gustaba la idea de hacérselo con dos chicas a la vez. Más consolada, me dijo que lo intentaría pero, que si no daba resultado, no volveríamos a vernos, lo cual comprendí perfectamente. Después se marchó, ya que había quedado con él, dejándome sola. Aproximadamente una semana más tarde, mientras estábamos trabajando, al pasar por mi mesa, me guiñó un ojo y me sonrió, por lo que deduje que había dado resultado, y que quería hablar conmigo, por lo que le contesté con un gesto que después, durante el café. Al salir a media mañana para desayunar, empezamos a hablar del tema, y le pregunté que qué había pasado. Me contestó que le había entrado a su novio directamente, sin rodeos, y que al confirmar sus sospechas de que estaba celoso, le relató nuestra aventura, eso sí, sin contarle toda mi "verdad", y que se había puesto cachondísimo, follándola como nunca. A partir de ahí, empezamos a planear el encuentro, quedando en que sería ese sábado en mi casa, que primero iría ella, y que después llegaría él, encargándose Nuria de darle mi dirección. Durante toda esa semana, la noté súper nerviosa, ya que Nuria no sabía cómo resultaría y, al fin, llegó el sábado. Ese día, durante toda la mañana me dediqué a hacer limpieza general aunque, si bien mi casa no estaba muy sucia, había que ordenar algunas cosas. Después, encargué comida a un chino y comí en casa, mientras seguía planeando cosas, ya que si salía perdería el ritmo y no sabía cuándo llegaría Nuria. Ésta lo hizo sobre las seis de la tarde. Estaba preciosa, con un ceñido vestido de tirantes tan corto que apenas le tapaba su culito. Noté que se había cortado el pelo, llevando ahora una media melena que la hacía parecer todavía más joven. Mientras tomábamos un café, hacíamos nuestro plan. Después preparamos la cena y, al terminar, empezamos a llevarlo a cabo. Nos dimos una ducha juntas, tras lo cual pasamos al dormitorio. Allí, desnudas las dos, decidimos que sería lo que nos pondríamos. Empecé por ella, suponiendo que su talla no variaría mucho de la mía. Elegí un conjunto de corsé con liguero y tanga de color azul que le dejaba los pechos firmes y realzados pero al descubierto, unas medias del mismo color con blonda, y unos zapatos negros de tacón de aguja, todo ello cubierto con un batín casi transparente que marcaba su silueta sin llegar a enseñar. Al ver un papiro egipcio que me habían regalado, le puse una peluca negra de corte a lo "Cleopatra", y la maquillé como una auténtica egipcia, marcando sus ojos con una línea negra y sombra azul. Al terminar y mirarse al espejo, casi no se reconocía, notando como le gustaba mucho su aspecto. Para mí, decidí ponerme un conjunto de tanga y sujetador negro, un "short" vaquero azul que dejaba casi todas mis piernas al descubierto, y una blusa blanca atada a la cintura, dejando mi ombligo al aire y transparentándose todo el sujetador, mostrando el canalillo de mis tetas, con calcetines blancos cortos y unas bambas blancas. Para rematar, al tener el pelo un poco más largo que ella, me hice dos coletas con un par de lacitos, y me puse unas gafas sin graduación, lo que me daba un gracioso aspecto de colegiala viciosa que para qué, aspecto que ya me había dado muy buen resultado en ocasiones anteriores. Nos besamos y, sirviéndonos una copa de vino, nos pusimos a esperar. Sobre las nueve de la noche, tocaron al timbre, por lo que supusimos que sería Santi, su novio. Sin hacer ruido, la hice que mirase por la mirilla a ver si era él y, al hacerme un gesto con la cabeza de asentimiento, la hice pasar al dormitorio y le dije que no saliese hasta que yo no se lo dijese, y fui a abrir la puerta. Me gustó lo que vi: era un chico alto, moreno, el pelo ligeramente alborotado, con una camiseta ajustada que marcaba sus pectorales y abdominales, los ojos verdes y, sobre todo, bastante guapo. No pude evitar pensar como tendría la polla y pensé que, si acompañaba al resto del conjunto, sería un exquisito premio. Al verme, noté que se quedaba impresionado y casi se atraganta. Le hice pasar y, tras presentarnos y ofrecerle una copa de vino mientras esperábamos a Nuria, nos sentamos en el sofá, con objeto de irnos conociendo un poco mejor. Mientras hablábamos, y al decir yo que Nuria se estaba terminando de vestir, ella salió y, si conmigo Santi se había quedado impresionado, con ella ya fue el remate, soltando casi todo el trago que se estaba tomando de la impresión que tuvo. Se levantó y, tras besarla, le dijo que casi no la reconocía, que estaba buenísima. Tomamos una copa los tres juntos, tras lo cual decidimos pasar a la cena, ayudándonos él a poner la mesa. Mientras cenábamos, hablamos de todo un poco, pasando después a temas un poco más íntimos, llegando a decir él que, aunque Nuria le había dicho que se lo hacía con una chica, no se imaginaba que estuviese tan buena como yo, dándole Nuria un puntapié de broma bajo la mesa, por lo que noté que lo tenía en el bote y que podía ser una noche fantástica. Seguimos cenando y bromeando y, al terminar y recoger la mesa, nos sentamos en el sofá a tomar una copa, Santi en medio de nosotras dos. Después de la cena, y tras haber tomado unos cafés en el comedor, Nuria se levantó a por una botella de champagne que habíamos puesto a enfriar, mientras yo sacaba tres copas del mueble bar, y ponía una música para acompañar el momento y, tras poner una película porno en el vídeo, nos sentamos en el sofá, Santi en medio de nosotras dos, bastante nervioso, ya que notamos que su mirada iba de uno a otro escote y tartamudeaba un poco. Nos miramos las dos, y decidimos que ya era hora de pasar a la acción y, mientras ella le ponía la mano entre las piernas y le sobaba descaradamente el paquete, yo le hacía cosquillas con mis uñas en el cogote y cuando giró la cabeza hacia mí, le planté un beso en toda la boca, metiéndole la lengua hasta la campanilla, a lo que el intentó responder moviendo su lengua en mi boca. Después de un rato de estar morreándonos, me di cuenta de que su respiración estaba más alterada. Supuse que le faltaba aire y, al separarme de él, observé como Nuria, que se había quitado el batín, le había desbrochado los pantalones y, tras bajarle los calzoncillos, le estaba haciendo una feroz mamada, metiéndosela entera en la boca. La verdad es que su polla no estaba nada mal, de unos 13 o 14 cm, y ligeramente torcida hacia un lado, y me dije que, así, tendría que da un gusto tremendo. Me levanté y me uní a ella, haciéndole una felación a dos bocas que le hacía temblar de gusto ya que, mientras una le lamía la polla, la otra le besaba y chupaba los huevos y el punto que hay entre el escroto y el ano, por lo que daba frecuentes respingos de placer, mientras yo le sobaba el chochito a ella, llegando a apartar el tanguita y meterle dos dedos. A todo esto, Nuria se levantó, se quitó el tanga y, subiéndose al sofá, le puso el coño en toda la boca para que se lo comiese, dándole Santi unos lametones como si le fuese la vida en ello mientras que, con una mano encima de mi cabeza, impedía que me sacase la polla de la boca, continuando mi mamada, la cual, habiéndome quitado la camisa y el sujetador, acompañaba con roces de mis pezones, y pasadas por mi canalillo, hasta que, notando como él tenía un espasmo y por la respiración entrecortada de ella, supuse que se iban a correr, por lo que me metí la polla en la boca, recibiendo la descarga de Santi, y llegando a salirme un poco por la nariz de la cantidad de leche que echó, y que no fui capaz de tragarme toda, mientras Nuria se corría dando gritos por los continuos lametones en el coño que recibía de su novio, disfrutando como una perra en celo, cayendo casi desmayada sobre las piernas de su novio, con la respiración todavía alterada por el reciente orgasmo, y ofreciéndome una perfecta panorámica de su bonito culo que, junto con la polla de Santi, no puede resistir la tentación de lamer y chupar un poco más, hasta que ella se levantó, pidiendo un descanso y diciendo que todavía quedaba noche. En verdad así era, pues solamente eran las once y media y, por lo menos ellos, ya se habían corrido una vez. Paramos, y sentados en el sofá, charlamos un momento, mientras tomábamos otra copa, yo sentada enfrente de ellos. Le repuse que todavía quedaba lo mejor. Los ojos de Nuria brillaban de deseo y, levantándose y viniendo hacia donde yo estaba, me dijo que ahora me tocaba a mí. De pie en medio del salón, se despojó del corsé, quedando tan sólo con las medias y, sonriendo a su pareja, le dijo que observase, que íbamos a hacer un show para él. Me guiñó un ojo, y no pude evitar sonreírle, ya que empezaba nuestro plan. Se acercó lentamente hasta que se sentó a horcajadas en mis piernas, empezando a besarme suavemente en la boca, haciéndolo también en los ojos y las orejas, volviendo a entusiasmarme. Siguió con los besos, bajando por mi cuello hasta que, bajándose de mis piernas y arrodillándose delante de mí, pasó a mis pechos, lamiendo y retorciendo mis pezones que, como ya dije, me encanta. Llegó hasta el ombligo, donde se entretuvo un rato, mientras seguía sobándome las tetas. Me desabrochó el short, empezando a bajármelo lentamente. Cuando me lo quitó, me besó suavemente la cara interior de mis muslos. Debido a su postura, Santi no podía ver el bulto que se empezaba a formar debajo de mi tanga, hasta que decidió quitármelo de una vez, dejando mi polla en libertad, empezando a darle suaves besitos en el capullo, bajando por el tallo, hasta que se la metió entera, empezando a mamármela despacio al principio, más rápido después. Teníamos que ofrecer una imagen de lo más morbosa: las dos totalmente desnudas, yo totalmente abierta de piernas en el sofá, con los ojos cerrados disfrutando de la mamada, y Nuri de rodillas, con el culo en pompa totalmente ofrecido, y mi polla en la boca. Cuando abrí los ojos, pude ver lo sorprendido que estaba Santi ante lo que veía. - Esto..., esto, qué es?- articuló a decir al fin. - ¿No lo ves? Soy una chica...con sorpresa- contesté yo. - Y muy rica, por cierto- contestó Nuria, sacándose la polla un breve instante. - Pero..., pero- no paraba de repetir Santi. - Acaso te importa? Cuando te la estaba chupando no decías nada – le dije – ¿No lo has hecho nunca con una chica como yo? - No, nunca y, sí, tienes razón. Me lo hacías estupendamente, como lo haría una tía de verdad. - Pues entonces..., relájate y disfruta. Haciendo parar a Nuria, me levanté, fui hacia él, y tras besarle en la boca, le dije: - Ven, vamos al dormitorio. Estaremos más cómodos. Así lo hicimos y, al llegar al cuarto, le empujé suavemente hacia la cama, tumbándole en ella, poniéndome yo de rodillas encima suya, besándole en la cara y la boca, haciéndolo de vez en cuando en el cuello, notando como nuestras pollas se rozaban ya que, a pesar de su sorpresa, estaba totalmente empalmado, mientras Nuria, detrás de nosotros, no paraba de lamer nuestros culos, recorriendo con la lengua las pollas, dándonos un gusto tremendo. Al cabo de un instante, poco a poco me fui dando la vuelta hasta quedar en la posición del "69", empezando de nuevo a chupársela las dos a la vez. Sacándomela un momento, le dije que porqué no probaba él, y así lo hizo, aunque dubitativamente al principio, lamiendo poco a poco, hasta que se atrevió a hacerme una mamada como la que le estaba haciendo yo a él. De pronto, Nuria me empujó despacio hasta que casi quedé prácticamente sentada, poniéndose a continuación ella encima, cogiéndole la polla con la mano y guiándola hacia su chochito, donde se la metió entera de un solo empujón, empezando un lento mete y saca, mientras que yo, con mi polla en la boca de Santi, le lamía y chupaba sus pezones, bastante erectos por cierto. Formábamos un triángulo de placer, siendo los vértices nuestros respectivos sexos. La verdad es que me estaba poniendo cachondísima, sobre todo al ver a Nuria saltar sobre el miembro de su pareja. Me levanté y me acerqué a ella por detrás, agarrándola por sus tetas. Cuando echó la cabeza hacia atrás suspirando de placer, la volví a besar, observando la cara de su novio, que era todo un poema de cómo estaba disfrutando. Poco a poco, recorrí su espalda con mi lengua, hasta que llegué a su culito, el cual lamí y acaricié con mis dedos. Ella, que se imaginaba lo que vendría a continuación, me pidió que lo hiciese con cuidado ya que, a pesar de no ser virgen de su tierno culito, sería su primera "doble penetración". Suavemente, tras chupar uno de mis dedos, comencé a pasárselo por las cercanías de su agujerito. Poco a poco se lo comencé a meter, empezando a deslizarlo dentro y fuera, hasta que llegó un momento que me atreví a meterle dos, y seguí deslizándolos hasta que consideré que ya estaba preparada. Me levanté y, apoyando mi polla en su ano, la cogí de los pechos y, besándola a la vez que le retorcía los pezones, comencé a metérsela. Cuando lo logré, esperé un momento hasta que su culito se acostumbró al intruso que lo invadía, comenzando entonces un mete y saca que la volvía loca. Por mi parte, era alucinante la sensación que producían al rozarse mi polla y la de Santi en el interior de ella. Chillando, gritaba palabras que, al verla, no se podía pensar que saliesen de su boca. Nos pedía que no parásemos, nos insultaba, nos pedía que la folláramos duro, que la destrozábamos de placer. Seguimos hasta que, de repente y sacándose nuestras pollas, nos pidió que nos pusiéramos de pie y nos corriéramos encima de ella. Lo hicimos y, de rodillas entre los dos, nos masturbaba hasta que nos corrimos en su boca, cayendo una parte sobre sus tetas, la cual recogió con sus dedos chupándolos a continuación con cara de vicio. Nos tumbamos en la cama, y nos besamos y nos acariciamos suavemente hasta que nos quedamos dormidos los tres.- Al cabo de un rato, me desperté con una húmeda sensación. Entreabrí los ojos y vi que era Nuria jugando otra vez con mi polla, mientras que Santi tenía su cabeza enterrada entre sus muslos, dándole unas lamidas que la hacían estremecerse. Fui incorporándome en la cama y, poco a poco, fui guiando la cabeza de Nuria hacia la polla de Santi, mientras yo me colocaba a horcajadas sobre su cara, en la posición del "69", empezando a comerle entre las dos la polla. Mi miembro quedaba a escasos centímetros de la boca de Santi, con lo que rozaba sus labios de vez en cuando. De pronto, noté como se la introducía en la boca, poco al principio, más decidido después, y no pude evitar una sonrisa que Nuria notó. Después de un rato de sexo oral, Nuria se tumbó boca arriba en la cama, pidiéndole a su novio que la follara, cosa que él hizo. Me acerqué a él por detrás, lamiéndole sus huevos y el trozo de polla que salía del coñito de Nuria de vez en cuando, llegando a su culo algunas veces, lamiendo su ano, y empezando a meterle un dedo poco a poco, lo que le provocó un respingo que hizo que Nuria gimiera como una loca. Después de un rato de jugar con mi dedo, y sin que él se diera cuenta, me fui embadurnando mi pene con vaselina. Me incorporé tras él y acerqué mi pene a su ano. Al sentir el roce intentó separarse, pero Nuria lo impidió abrazándole e inmovilizándole. Poco a poco le fui penetrando hasta que, de un golpe seco, se lo introduje entero, lo que hizo que lanzará gemidos de dolor que se fueron atenuando poco a poco, hasta que noté que entraba y salía fácilmente de él. Era increíble: Santi penetraba a Nuria y yo le penetraba a él, pagando el pato ella que no paraba de gemir como una posesa y que notaba a cada envite mío la polla de su novio profundamente en su interior. Cuando dije que me iba a correr, salimos cada unos del agujero que ocupábamos, quedando yo de pie y Santi de rodillas, metiéndose otra vez mi polla en su boca mientras Nuria se la mamaba a él y metiéndose dos dedos en su sexo. Sentí que me corría, tragándose él mi corrida y corriéndose él en la cara de su novia. Cuando nos tranquilizamos, quedamos tumbados los tres, Santi entre las dos y, al preguntarle qué le había parecido, contestó que se había sentido raro al principio, pero que, después, le había cogido el gustillo, besándome en la boca y sintiendo yo el sabor de mi leche en sus labios, y agradeciéndome el placer que le había dado y la faceta suya que le había ayudado a descubrir. Nos volvimos a quedar dormidos y, cuando nos despertamos, después de otra leve sesión de lamidas y chupadas, se marcharon, quedando para repetirlo en más ocasiones, cosa que así hemos hecho, incluyendo a más gente, y llegando incluso a organizar verdaderas bacanales de un fin de semana entero.- Seguiré con mis relatos. Besos a todos y todas.-

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