sábado, 4 de mayo de 2013

La historia de Natalia de las cinco amigas (4)




La historia de Natalia de las cinco amigas (4)




Yo  estaba sentado aparte de Dalia a quien miraba de hito en hito estaba preocupado por ella o el o como sea. Mi mirada se cruzo con Laura cuando se acercaba hacia mi. Le hice un significativo gesto de negación con la cabeza.

- ¿Qué ocurre con Dalia? - Me pregunto Laura nada más sentarse a mi lado.

- No lo sé - Le conteste - Está muy, muy rara. La he saludado al entrar, me ha dedicado una grosería y se ha puesto a comer sola ahí, en un rincón. Creo que es mejor que tú tampoco te acerques.

- La última vez que me la encontré también estaba así¿No crees que quizá deberíamos intentar ayudarla?

- No es el momento. Déjala primero que esté un poco más en paz consigo misma. Sea lo que sea lo que la altera, tiene más que ver con su interior que con el exterior.

Laura se sorprendio al oir ese esbozo psicológico salir de mis labios. Yo habia leido libros sobre psicologia en la universidad.

- ¡Caramba! ¿Cómo sabes eso?

- Bueno... siempre se me ha dado bien interpretar a las personas... Y desde que soy mujer, parece que esa capacidad incluso se ha incrementado, no me preguntes por qué.

- En ese caso, será mejor hacerte caso.-Se dejo convencer, tan fácilmente como solía.

 Esta chica era muy buena pero muy tonta. Ella se habia conformado pronto yo no. Ni lo haria nunca.

 La chica de pechos descomunales con su cara de despiste habitual había recogido su bandeja, con los problemas habituales debido a los dos monstruos que le colgaban del torso lo que hacía que llevase sus brazos y la bandeja bastante más altos de lo normal en cualquier ser humano. Al pasar por delante de nosotras llevaba la vista fija en su bandeja, por lo que no pudo ver que se echaba encima de otra mujer que estaba detenida alli. Esta mujer era alta. Llevaba el pelo castaño y era de piel morena y de complexión normal. El pijama ocultaba sus formas, por lo que no tenía ni unas tetas ni un culo exagerados que destacasen. Su maquillaje era discreto en tonos ocres. Las dos mujeres se chocaron delante nuestro.

-¿¡Pero es que no ves por donde vas!? - gritó, levantando las manos a la altura de su cabeza.

La  chica tetuda la miró con expresión de no saber muy bien lo que estaba pasando.

- ¿No tienes voz? - continuó la nueva - ¿No tienes nada qué decir?

—Sí que tengo voz —dijo con un hilillo muy agudo, infantil.

—¡Oh! ¡Estupendo! —respondió la otra— Doña Torpe sabe hablar. ¿Y?

 Salvo Dalia, que seguía comiendo sin mirar a nadie, el resto de la cafetería estaba con sus ojos centrados en la pelea. Eso no podía ser bueno, especialmente para sus protagonistas.

—Deberíamos hacer algo... — Me susurro Laura.

Me levante rapidamente antes de que terminara de hablar. Me puse entre ambas. Mejor dicho, frente a frente con la más alterada de las dos.

-Escuchame una cosa todos estamos pasando tiempo miserables. – Le dije susurrando- Ademas ella no tiene la culpa tu estabas en el medio del camino. ¿Eso lo sabes? No seas injusta asi que te tranquilisas o te vas.

Consegui calmarla y un momento después estábamos los cuatro sentados.

—Yo me llamo Tamara —dijo la que tenía el pelo más corto.

—Yo soy Flor —dijo la dueña de las ubres descomunales.

Hasta entonces había permanecido callada, sin dejar de mirar a Tamara con expresión ausente. La pobre chica había colocado sus tetones apoyados en la mesa, lo que parecía proporcionarle un cierto descanso. Sin embargo, para comer tendría que moverse, ya que era imposible que llegase a la bandeja desde esa posición. Quizá entre los dos pechos llegasen a pesar diez kilos.

 Un escalofrío me recorrió la espalda. Por una vez, prefería mis  tetas casi normales.

—Estoy segura — Dije— Que todo ha sido sin querer, ¿verdad Flor?

La referida asintió con la cabeza alzando sus maravillosas cejas, con expresión inocente. Diablos quien pudiera hacer eso. Le tuve envidia. Yo que nunca habia envidiado a nadie. Antes era buena persona ahora no creia poder volver a hacerlo.

—¿Cuánto tiempo lleváis aquí? — Preguntó Tamara, ya casi terminada la comida que yo apenas probe preferia darselas a ellas. No comeria nada de ese lugar.

—No lo sé muy bien —dijo Flor, con una sonrisa nerviosa—. Es que... ¿sabes? Los días se mezclan en mi cabeza tan fácilmente... Creo que deben ser ya muchos días. Quizá un mes o más. Desde que me desperté aquí, todo es más confuso...

—¿Antes no? —pregunto Laura temerosa por la respuesta.

—No... Creo que no. Cada vez tengo más lío en mi cabeza con lo que era antes. Sé con seguridad que era un hombre que trabajaba... O quería trabajar. Creo. Algo así. Recuerdo que era capaz de llevar muchas cosas en la cabeza, sobre todo números...Ahora -se encogió de hombros, como si no le importase - no puedo hacerlo. ¡Pero no me importa!.

 Concluyó, dejándonas a todas boquiabiertas a la vez que un poco apenadas.

- ¿Y tú, Tamara? - le inteerrogamos después de contarle nuestras breve historia de apenas quince días.

-Yo llevo siete días justos. Aún no me he acostumbrado a todo lo que me han hecho. Se siente todo tan... diferente.

-¿Una semana? –dije-¿Y cómo llegaste aquí?

-Una traicionera "entrevista de trabajo"... Imagino que sabréis de lo que os hablo...

Me puse pálida.

- ¿Número cuatro?

- ¿Numero tres? - respondió Tamara.

Las dos nos abrazamos efusivamente. Llore.

-Entonces-murmuró Flor- yo debo ser "número cinco". ¿Por qué nadie me abraza a mí?

Esa mujer, tan sensual a la vez que tan infantil, despertaba un afecto casi maternal. Laura Intento abrazarla, pero descubrío que era algo bastante difícil. Sus brazos no podían llegar a rodearla por delante. Acabo apoyando su cabeza en el hombro y acariciando su abundantísimo y rizadísimo cabello mientras le susurraba palabras de cariño. Observe que mientras Laura abrasaba a esta nueva amiga Dalia miro hacia atraz enojada se debe haber sentido traicionada y después se marcho.

 En la semana proxima me dedique a tomar en serio las clases de maquillaje, etiqueta y responder lo mejor posible a la practica en el gimnacio. Me las pasaba haciendo ejercicio de brazos y como en el gimnacio habian pesas yo hacia bastantes pesas. El profesor se enojaba decia que haga otros ejercicios pero yo no hacia caso.

Siempre cuando estaban reunidos algunos de esa gente de la corporacion recurria a mis “bloqueos” para que hablaran entre ellos. Yo podia estar quieto, inmóvil como una estatua por bastante tiempo sin mover los ojos. Asi me enteraba de muchas cosas.

Parece ser que el psicologo les dijo que me dejaran, que hicieran de cuenta como que no pasaba nada que yo solo volvia en mi. Que si me tocaban seria para peor porque me angustiaba mas. Asi podia oir lo que ellos decian y usarlo a mi favor.

Todos mis profesores estaban contentos con mis progresos.  Yo simulaba que habia aceptado sumisamente todo. Cosa que era mentira. Siempre miraba a esa gente con odio y desprecio. Mi unico deseo era matarlos.

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